Love 2 art(s)
Placeres compartidos: Moris
De Buenos Aires llegó -por vaivenes del destino a finales de los setenta- un poeta rockero para sacar a Madrid de su abandono en el callejero sonoro, no había rastro de floristas por Alcalá ni apenas se encendían voces de ilusión colectiva para dar a la metrópoli sello de tierra cantable. Pero Moris, el sinatra rockero, galán guitarrero con sus botas de cuero, sacó a pasear su almanaque de ritmos ambulantes por geografías de organillos y zarzuelas, con toques postineros de chotis y así imaginar pista de aterrizaje al rock universal, Desde Gran Vía al último bar de Estrecho, de Bravo Murillo a la Panamericana, de Cuatro Caminos a Plaza Castilla. Pasos perdidos por el barrio de Tetuán, algarabía por Plaza Colón. Y se iluminan las calles con el ramo de requiebros bonaerenses. De madrugada, bruma en la Castellana, tardes de espera en el Vips de Princesa, desayunos en el Hotel Meliá. Capitán Haya/Rosario Pino se empezaba a despertar tras la batalla de deseos fugitivos. Madrid aún guarda signos y latidos. Cae la tarde y nos vemos en Tablada, cerveza en Valdeacederas (Bravo Murillo). Sentir de barrio para el poeta emigrante siempre buscando la sorpresa. Por Pensamiento una tardía merienda, febrero aprieta, churritos con chocolate y los carteles del próximo concierto. Música viva, directa al sentimiento. Moris-Tequila-Ariel Roth-Sergio Makaroff-Andrés Calamaro-Los Rodríguez, buena embajada argentina instalándose en las terrazas de Madrid-Barcelona, con su saber estar melódico y la capacidad de casar con donosura vuelo poético con trepidación. Madrid ya tenía quien la nombrara, cada rima reinventada en callejera filosofía.
Moris-Madrid de vuelta a Argentina, pero tus letras te cantan todavía. Ariel, Alejo, Andrés con catalejo te avistan desde el faro que un día imaginaste en la Castellana para que lo sueños gozaran de buena almohada. Y el ritmo echara a volar y el crooner volviera a triunfar; desde Bwana por Arturo Soria a Carolina (Bravo Murillo) el rock se sabe guardar de modas y decepciones. Sábado a la noche, Nocturno de Princesa, La ciudad no tiene fin… Como siempre se sorprendía el amigo Moris de mi apartamento en las alturas de Madrid, de noche en noche bohemia. Por Padre Damián oteando indicios de amor en las miradas deslumbrantes de las gatas, de cuando en cuando en la saltarina compañía de su hijo Antonio Birabent, hoy multicelebrado actor y cantante. Subiré al colectivo que viaja por las estrellas para recordar nuestros desayunos-tertulia en el Meliá-Capitán Haya.
Ahora que Moris ya es catedrático del ritmo en la señora Buenos Aires, trota con su rock robinsón peleando con toda suerte de adversidades para que no se desgaje el rompecabezas de la tradición. Cuando veo el vídeo de su “Brasilero y guaraní”, al calor familiar del programa Encuentro en el estudio de la televisión argentina, reconozco el trazo poético de su escritura, la senda que Joaquín Sabina prosiguió y que le invitó a proponerme aventurarnos en un libro sobre canciones dedicadas de Madrid. Tesoros olvidados que la memoria golosa sugiere rescatar. Prometo visitar tu Buenos Aires, que ahora tan generosamente me canta… y rellenar mis cuadernos delirantes con nuevas promesas rítmicas. Por aquí, te espera un botellín en Bravo Murillo, la guajira parrandera por las Ramblas BCN y el son peliculero de las noches en el recortable de Madrid. Paso al rock robinsón.
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