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Linda Iriane: “La prohibición es el gran proxeneta”
Linda Iriane llegó al mundo en México DF hace 37 años. Clase media, buen nivel cultural, viajera. Desde los 20 años ha ejercido la prostitución de manera más o menos intermitente. También ha explotado su faceta de licenciada en Arte Dramático. De hecho, Linda se considera actriz antes que cualquier otra cosa, porque “el trabajo sexual no me define”. Pero es el sexo su modus vivendi, lo que paga las facturas, y también lo que marca una carrera artística minada de performances y pequeñas piezas de teatro nacidas para dar respuesta a los tabúes y prejuicios que ha tenido (y que tiene) que vadear por formar parte del mercado de la carne.
Se ha dejado por algún rincón, entre Barcelona y Amberes, el acento mexicano, pero conserva y cultiva el espíritu peleón de su madrina ideológica, Frida Kahlo. Y necesita esa actitud, viviendo como vive entre la trinchera del beaterío y la de los feminismos sobreprotectores. Las balas de la moralidad rancia y del prohibicionismo políticamente correcto silban cerca. Facciones que, lamenta, sólo están interesadas en exponer las miserias de la trata de blancas, las historias de terror de las que nunca tuvieron la oportunidad de decidir. Linda la tuvo, y decidió. Está donde quiere estar. De la girlfriend experience a cambio de dinero al Salón Erótico de Barcelona con un espectáculo BDSM inspirado en la colonización; de sus servicios porno vía webcam a la dirección del corto Frida XP. Guste o no guste, esta es su vida.
¿Cuánto hace que te dedicas a la prostitución?
Empecé a trabajar en México D.F. y en Los Ángeles a los 22 años, pero no ha sido algo continuo. Ha ido por etapas. La industria del sexo es un poco así; vas, vuelves, trabajas un tiempo, alcanzas un objetivo y luego descansas…
¿Qué objetivos son esos?
El dinero, claro. Como en todos los trabajos. Para pagar facturas. La diferencia es que en la prostitución ganas algo más que para pagar tus facturas. Dinero para comprarte un piso, comprarte un coche, pagarte la universidad. Yo empecé en esto para pagarme la universidad.
¿Crees que eras lo suficientemente madura a los 20 años para meterte en esto?
Yo lo tenía súper claro. Sabía que era una herramienta para pagarme mis estudios universitarios. Ahora, con 37 tacos, pues tengo otros objetivos, pero yo creo que con 18 o 20 años estás totalmente segura de lo que estás haciendo. Ya eres mayor de edad. Al menos yo estaba muy segura.
¿Es diferente con la pornografía? Esas imágenes quedarán ahí para siempre…
Sí, con la pornografía fue distinto precisamente por eso, porque tu cara se queda ahí estampada para toda la vida y cualquier persona te puede encontrar, sobre todo tu familia, tu pareja. Meterme en la pornografía fue una decisión que me llevó años tomar. Yo, cuando decido hacer porno, ya he leído como cincuenta mil tesis feministas y me doy cuenta de que todo es un engaño patriarcal con el que me quieren joder por escalar socialmente, o tener muchos más ingresos, o ser una mujer totalmente independiente, sin estar casada, sin estar emparejada. Catherine Hakim ha escrito un libro muy interesante, El capital erótico, y ahí dice que si el estigma no existiera habría muchas más mujeres dedicándose a la prostitución. Trabajas poco, ganas mucho y te dedicas a crecer como persona. Yo he tenido trabajos “convencionales”, y cuando más tiempo he tenido para dedicarme a mi faceta artística, a mi familia, seguir con mi doctorado, ha sido ejerciendo la prostitución, porque es el único trabajo que me da ese espacio, ese tiempo y esa seguridad.
Sabes que incluso dentro de los feminismos hay dos posturas antagónicas respecto a la prostitución; están las abolicionistas y las que exigen que se permita a las mujeres decidir hacer lo que les dé la gana con sus cuerpos. Como feminista y como activista, ¿cómo te explicas a ti misma y le explicas al mundo que la prostitución no tiene por qué ser machista?
Creo que es una cuestión de información. Por ejemplo, las abolicionistas han ocupado casi todos los espacios de discurso feminista, han ocupado las instituciones. Pero es algo generacional. Por regla general las abolicionistas son de otra generación y han vivido otras cosas. Ahora bien, ¿cómo explico que la prostitución no es machista? Pues no es machista desde el punto y hora que tú decides introducirte en la profesión. Luego, cuando ya conoces a fondo la industria, te das cuenta de que en realidad es un servicio. Lo que el cliente contrata es una cosa muy concreta, y lo más sorprendente de esto es que ellos, los clientes, suelen ser gente súper educada, súper buena onda, y están en un plan mucho más pasivo de lo que la gente cree. La gente cree que llegan y te dicen: “Hazme de todo por 20 euros”… Y para nada es así. Están más a la expectativa y como muy conscientes –te lo digo desde mi experiencia y desde muchas experiencias de otras compañeras- de que están con una profesional, y esto te empodera. Pienso que la pornografía y la prostitución son de los espacios donde las mujeres tienen más libertad de movimiento.
Una compañera tuya, Natalia Ferrari, dejó hace poco el siguiente titular: “Las putas follamos con quien nos apetece y eso a la gente le jode”. ¿Con quién “os apetece”? Nadie o casi nadie hace lo que le apetece cuando se trata de trabajo.
Creo que a lo que se refiere Natalia… Mejor dicho, a lo que yo me voy a referir, es a que decimos que estamos con los clientes que nos apetece porque nosotras los seleccionamos. Tenemos un filtro, y si viene un gilipollas, o si te llama un gilipollas, lo pones en la lista negra. Como tía que sabe lo que quiere de la vida tú no estás con un tío por 200 euros si es un gilipollas. Tienes la facilidad, o la opción, de poder escoger a todos tus clientes. Que disfrutes o no disfrutes con ello, eso es otra cosa. El trabajo, el trabajo en general, no sólo la prostitución, es horroroso. Yo soy anticapitalista y antipatriarcado. El trabajo a nadie nos viene bien, eso no hace falta ni decirlo, pero hay que trabajar. (Risas) Entonces, desde esa perspectiva todos los trabajos son malos para los seres humanos… No sé si me estoy explicando bien…
Perfectamente. Aunque a veces no queda claro si hablamos de prostitución en España, de prostitución en el mundo… Si hablamos de países del Tercer Mundo no sé si podemos apelar a la voluntariedad.
A ver, yo soy de un país del Tercer Mundo, soy mexicana, y trabajé en el DF, y ganaba por noche, sin follar, solamente desnudándome, 300 dólares…
Pero el DF no es Thailandia ni Filipinas, ni el África subsahariana. México no es el Tercer Mundo…
Ya… Pero, a ver… Si nosotras, en España, que tampoco es un súper país primermundista, estamos insistiendo en esta reivindicación de la prostitución, insistimos en que hemos tomado esta decisión y estamos muy seguras de ella, y algunas damos la cara, no entiendo por qué la gente quiere seguir mirando para otro lado. Con esa cantinela: “Es que vosotras sois casos aislados”. ¿Por qué no darnos ese espacio y ese protagonismo? ¿Por qué no atendemos a estas señoritas, que están hablando de una reivindicación del trabajo autónomo, y dejamos de mirar a lo otro? O sea, está claro que en occidente las cosas son más fáciles, que son sociedades del bienestar. ¡Por supuesto! Eso no te lo voy a negar, pero… ¿Por qué siempre tenemos que desviarnos hacia lo sórdido cuando hablamos de prostitución si nosotras lo que tratamos es de normalizar la prostitución? Es lo que le preguntaría a toda la gente que quiere insistir en eso.
Forma parte de una realidad que está ahí y que, por desgracia, abunda mucho más que tu caso.
Está claro. Si me preguntas por las prostitutas del barrio de La Merced en el DF, pues eso es súper sórdido y súper chungo, pero esas cosas se arreglarán en otro momento. Nosotras ahora queremos un poco de atención para esta normalización de la que te hablo.
Quizá cuando algunas habláis de elegir a los clientes se piense antes en la escort de lujo que en la prostituta que trabaja en un burdel o la que hace la calle.
De esto tienen también mucha culpa los medios de comunicación y el feminismo abolicionista, que han impregnado de sordidez este trabajo para deslegitimarlo. Lo primero que nos viene a la cabeza al hablar de prostitución es una víctima, una esclava… Todo esto tiene que ver con la desinformación. Porque no es cierto que lo de elegir a los clientes sea exclusivo de las escorts de lujo. Yo he trabajado también en burdeles y sí que puedes escoger. Tienes una cierta presión de la madame o de los jefes pero tú te puedes negar rotundamente a atender a un cliente, sin ningún problema. Si la prostitución fuera legal, sería otra cosa, ni siquiera tendrían sentido los burdeles; todo el mundo se organizaría y cada una iría por su cuenta.
¿En general las prostitutas están dispuestas a que la profesión se regularice y a “salir del armario”? Cotizar como prostitutas, aparecer ante Hacienda (y ante la sociedad) como prostitutas…
Te voy a decir una cosa; a no ser que haya muy poca información o sea una prostituta analfabeta, que lo dudo, porque en el simple ejercicio de la prostitución ya hay un espacio de “peligro” y todas las prostitutas que he conocido son tías muy listas y muy espabiladas, y súper seguras de sí mismas –te hablo de burdeles, donde se quedan con el 50% de lo que ganas-, a no ser que sea una burra, te decía, todas están a favor de la legalización, todas estaríamos dispuestas a pagar nuestros impuestos. Eso significaría que podríamos acceder a comprar una vivienda, a la Seguridad Social y a todos los privilegios de la sociedad del bienestar. Las únicas personas a las que no les interesa que esto se legalice son los empresarios y el gobierno. Y por eso estamos como estamos.
No me imagino a un cliente pidiendo factura…
Aquí hay otro problema: el estigma. Es una de las cosas en las que me concentro mucho como artista; mis obras lanzan mensajes muy duros para tratar de desestigmatizar esta profesión. Cuando se deje de estigmatizar a las prostitutas y a los clientes, y el trabajo sexual se normalice, va a ser todo muy distinto. Por eso las prostitutas casi nunca dan la cara, por eso están escondidas, porque el estigma pesa tanto… Y no solamente en tu persona, porque al fin y al cabo tú eres puta y eres una tía muy echá p’alante, es que ese estigma recae igual en tu familia, en tus seres queridos, y eso es lo más jodido. Y con el cliente pasa lo mismo. También me parece una cuestión que tiene que ver con el patriarcado. No podemos disfrutar de la prostitución y el sexo. Es una idea muy judeocristiana e incluso a los hombres se les obliga a descargar sus más profundas fantasías en el espacio sórdido que es el burdel. Todo está muy bien montado en ese sentido, ¿no? Aquí nadie puede disfrutar de nada. Es además una construcción puramente capitalista.
¿Qué mayor ejemplo de capitalismo puro y duro que pretender ganar tanta pasta tan rápido?
No, yo creo que la mayor manifestación del capitalismo son los burdeles que se quedan con el 50% del trabajo de la prostituta. La gran industria del sexo, que gana pasta a montones a costa de las putas. Esa es la máxima expresión del capitalismo en la industria del sexo. Como autónoma tienes derecho a ganar lo que tú quieras.
Pero lo has dicho antes, siempre es un tema de dinero…
¿Y por qué una mujer no va a ganar dos mil euros en una tarde y empezar a pagarle la universidad a sus hijos? O comprarme un piso… No sé cuánto ganas tú, pero hay mujeres artistas que eso lo ganan con un suspiro, y nadie las cuestiona. Sobre todo, no lo ganan a costa de los demás.
¿El problema es otorgarle al sexo una dimensión diferente al trabajo de una camarera o una abogada?
Exacto. El sexo está satanizado en nuestra gran cultura occidental y católica, y ya, de entrada, es algo oscuro, sórdido, impenetrable… No podemos disfrutar de nuestros cuerpos abiertamente y con libertad.
El sexo, follar, se considera algo muy íntimo. Algo que no se vende…
Y algo sagrado. Y en el caso de la mujer, o como buena mujer, todo lo que tiene que ver con los cuidados de la vida, la reproducción, tiene que ser gratis. Los servicios domésticos, la maternidad, el cuidado de los hijos, el cuidado de los mayores, y el sexo. Todo eso es sagrado. Y gratis. Es una gran falacia del patriarcado. El sexo no es sagrado, el sexo es un negocio también.
Me dijiste una vez que la mayoría de los clientes se preocupan por satisfacerte. Esto me sorprendió muchísimo…
(Risas) Me lo imagino… Mira, te voy a decir a una cosa, yo he disfrutado muchísimo con mis relaciones personales, por supuesto, pero la diferencia entre cómo me tratan los clientes y cómo me han tratado mis parejas ha sido siempre abismal. Los clientes son súper atentos y a mí me tratan como a una reina. He recibido tantos halagos de los clientes, me he sentido tan poderosa, mi autoestima ha subido tanto con los clientes, que es impresionante. Esa demonización del putero es puro mito patriarcal y moral. Los clientes son gente normal. Hace poco decía una compañera, Montse Neira, refiriéndose a lo de multar a los clientes: “Preparaos para que multen a vuestros esposos, a vuestros tíos, a vuestros hermanos y a vuestros padres”. (Risas) El 80% de los hombres van de putas…
¿El 80%?
Pues no iríamos muy desencaminados. Es como un ritual masculino…
Aun así, el cliente, si no es un absoluto ingenuo, es un tipo que se va a la cama con una mujer sin importarle si ella va a disfrutar.
Primero, para este trabajo hay que valer, ¿eh? Como para todos los trabajos. Para ser periodista hay que valer, y para ser artista… Para ser puta también hay que valer. Como puta debes tener una gran curiosidad sexual, y una libido alta. Igual la chica que está en el burdel no disfruta con el quinto cliente de la noche, pero sí disfruta con los tres primeros. Las mujeres tenemos mucha más capacidad sexual que los hombres. Tú lo sabes… Nosotras podemos follar hasta con diez tíos, sin problema. Así que por ahí te la cuelo (Risas).
Si las mujeres demandaran en masa “prostitutos”, ¿esta historia cambiaría?
¿En qué sentido?
No se estigmatizaría, como tú dices, al hombre que ofreciera sus servicios a una mujer. Al contrario, los tíos envidian a los gigolós. Es una fantasía, incluso.
¿Ves lo perverso del patriarcado? Si fueran los hombres los que follasen por dinero estarían en un pedestal, pero como son las mujeres las que se dedican a esto; las mujeres, que no pueden disponer como les dé la gana de su cuerpo, y encima comercializar con la vagina, esa parte del cuerpo tan virginal y tan sagrada… Si tú te dedicas a eso eres puta, y el estigma lo vas a llevar encima siempre. En cambio, un tío que hace dinero con su polla pues es casi un dios.
Sucede en el cine. Compara American Gigoló, que es de las pocas películas mainstream que hablan de prostitución masculina, con las dos mil películas sobre prostitución femenina.
Como artista insisto mucho en eso. La cultura, como todas las actividades de esta sociedad occidental, también se ha encargado de fabricar un estereotipo. Un estereotipo de mujer y un estereotipo de hombre. Por eso me propuse hacer vídeos, performances; mandar otro tipo de mensajes para repensar todo esto. La cultura se ha encargado de crear a esa virgen… Ya nos remontamos a la Biblia. María y Magdalena… O María o Magdalena, no hay más margen de actuación para una mujer.
Pero Jesús defiende a Magdalena, a la puta…
Desde luego, pero yo me refería a esos dos estereotipos femeninos tan marcados…
¿Lo más complicado es el tema de los hijos?
La mayoría de las prostitutas son madres, esto queda claro, ¿no?
Hombre, si el 80% de los tíos se van de putas, se entiende que hay bastantes madres…
La principal razón por la que te metes en la prostitución es para ganar dinero ya. Y eso, si una prostituta en madre es como… Me lanzo. Voy a pagar el alquiler, voy a sacar adelante a mi familia… Las que son madres no se lo piensan dos veces. Y ya te he dicho que, por regla general, las prostitutas son mujeres con mucho bagaje, que han vivido mucho.
¿Cuáles son las ideas, o las asunciones, respecto a la prostitución que hay que desterrar?
(Se lo piensa) Qué ideas… Bueno, la primera es que se trata de un trabajo sucio, y que el sexo es sagrado, que no puede venderse. Que las prostitutas son analfabetas y tontas, o que son drogadictas… Toda esta desvalorización de la mujer prostituta, como que tiene poca capacidad de reflexión. Y, en general, creer que las mujeres son incapaces de empoderarse, de ganar dinero y de granjearse una seguridad por sí mismas, sin necesidad de un hombre, y que su vagina es propiedad de Dios. Hace falta mucho curro para cambiar estas ideas, pero en eso estamos.
¿Y esto va a suceder en un futuro cercano?
No sé si en un futuro cercano, pero tendrá que suceder. Como pasó con el divorcio, o con las sufragistas. Pero todo esto se va a solucionar, o va a empezar a solucionarse, cuando la prostitución se regularice. La ilegalización es el gran proxeneta. Quienes más se lucran con la ilegalización son las redes de trata de blancas. Mira, yo he viajado por toda Europa y he trabajado por toda Europa, y los países donde la prostitución es ilegal, como Irlanda, están llenos de traficantes de putas. ¿Por qué? Porque es ilegal. En cambio, yo estuve viviendo un año en Bélgica, en Amberes, y allí no hay tráfico, es un tema legal y se considera incluso parte de la industria del ocio. Para los belgas irse de putas es como ir al bar… O casi. ¿Y qué más da? La gente quiere sexo, y quiere hacer un montón de perrerías en la cama… No tiene nada de malo. Igual tú estás casada con un tío, llevas con él tres años y estás ya hasta el coño de hacerle mamadas… O él echa una cana al aire con una puta. Quiere que lo azoten, quiere que lo meen, y eso no se lo va a pedir a su novia ni a su mujer. (Risas)
Tal vez deberían pedirlo. O hablarlo, al menos…
Pero es por una cuestión puramente moral, porque sí, tienes razón, deberían pedírselo a sus novias y a sus mujeres. Pero así está construido esto…
Ahora hay más jóvenes que se van de putas que nunca. Esto no deja de asombrarme…
¿Por qué? Yo tengo algunos clientes muy jóvenes…
Porque en teoría vivimos en una sociedad más abierta, menos reprimida… Que se fuera de putas mi abuelo, vale…
Mira, yo tengo tres clientes jóvenes, de 20, 21 años. Jóvenes guapísimos, divinos… Antes no me gustaba atender a gente de esa edad, porque son bastante pesados en la cama, ¡son agotadores! (Risas) Te dejan hecha polvo, los cabrones. Pero ahora sí me gusta atenderlos porque hemos entablado una relación más de amistad, más de confianza, y siempre te están preguntando cosas. Y a mí me gusta que los jóvenes vengan con nosotras, porque les vas enseñando cosas. Por ejemplo, si de repente uno suelta un comentario machista lo callo. “Oye, no hables así de tu novia, o no hables así de tu madre, o de tu hermana…”. O, “a ver, cariño, no te puedes correr tan rápido”… “No puedes cogerme como si fuera yo una vaca”…
O sea, que los educas…
¡Claro! Hombre, siempre estás educando a tus clientes. Casi todo el tiempo. Pero esto mola en la gente joven, los vas educando y ellos van también comprendiendo, porque en el fondo suelen estar súper perdidos…
¿Crees que el cliente que va con una escort luego folla mejor con su mujer?
Sí, por supuesto. (Se ríe) Como decía aquel, somos el contenedor emocional. Claro, van más relajados, más seguros. El hombre siempre tiene ese complejo de no poder satisfacer a las mujeres, siempre tiene esa mosca detrás de la oreja. Y con una prostituta puede explayarse.
Comparo el trabajo de una escort con el de un deportista. Utilizan su cuerpo y el cuerpo tarde o temprano empieza a decaer. Un deportista de élite tiene que dejarlo alrededor de los 35, a los 40 si es una fuerza de la naturaleza. ¿A qué edad suelen dejarlo las prostitutas?
La naturaleza desde el feminismo es una construcción cultural. Naturalmente, eres propensa a ser madre, naturalmente das amor sin nada a cambio, naturalmente, las tareas de cuidado las hacen mejor las mujeres, es decir, la naturaleza desde el feminismo es mera construcción patriarcal, para tener beneficios a costa de nosotras. Así que “por naturaleza”, en la prostitución, nada. Conozco a escorts de 40 a 50 años que trabajan un montón. Incluso más que las de las generaciones más jóvenes. La edad y la belleza de las mujeres, otra falacia. En nuestro gremio eso se está superando. ¿Que el cuerpo decae? Depende. Vivimos de nuestro cuerpo, así que lo cuidamos. Hay clientes que sólo salen con chicas mayores de 30. Hay para todos los gustos. Y dejas el trabajo cuando quieres, esa es la verdad. Mis objetivos son tanto económicos como personales. Supongo algún día lo dejaré… o no. A ver, claro que hay que jubilarse. Como cualquier trabajadora, aunque cada cual debería decidirlo por su cuenta. No me atrevo a decirle a una compañera de 55 años, que quiere seguir trabajando, porque le apetece o porque necesita dinero, la edad a la que debe jubilarse. Cuando tengamos derecho a la jubilación, como el resto de españoles, entonces supongo que trazaremos planes más concretos para jubilarnos lo antes posible, algunas a los 40, algunas a los 60… No lo sé. Mientras eso no exista, el plan es ahorrar, ahorrar y ahorrar.
*Fotos, cortesía de Galopbcn y Martín Yusti.
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