Placeres compartidos: Lilián Pallares

La noche en Barranquilla añora nubes con paisajes de leyenda, quisiera que la fiesta se prolongara incendiando la madrugada. En sábanas de luz, todo es claridad en la noctámbula ruta colombiana y la niña aroma el sueño con viñetas de utopía. El lápiz dibuja escaleras al cielo; la arena pide castillos de presentida esencia y el ritmo tamborilea en un batir de olas de experiencia. Y con los pies descalzos dejar huellas de un hilo invisible, corazonadas del alma ilusionada. Lilián Pallares, ahora en vértigo-Madrid, hospeda la alegría en su interior, en serenata jaranera que supera cordilleras e imagina playas en La Castellana y adivina cumbias allí por Malasaña-barra-Maravillas. Y en la selva elíptica de antenas y tejados un pájaro se posa galanteador en sus manos. Y salta la niña que aún le danza en la mirada, enhebra quejidos-añoranza como si desde el centro de la tierra las entrañas de la vida se decidieran a asomar la nariz.

Porque la belleza sugiere respeto, la naturaleza le habla contenta si al compás de un acordeón trenza el vallenato caminos serpenteados por río Magdalena. No se ocultan pasiones sinceras, la palabra tiene libre vuelo. Un día llegó a mi casa mediterránea Voces Mudas, de Lilián Pallares, con el deseo firmado de que me removiera en sus tambores. Lilián apareció en serena plenitud en las presentaciones-fiesta de mi libro Zona sensible en Madrid, tanto en Diablos Azules como en Blanquerna. Su mirada afrolírica, el silabeo cadencioso, arte y punto de la poesía que no se enmaraña en el narcisismo desolador de la cantinela agónica. Porque escucha y sabe escuchar y sus palabras revolotean en la noche capitalina con la alegría descubridora de la niña-Lilián por la plaza de mil colores de San Nicolás-Barranquilla. La onomatopeya enamora al tambor y lanza su oración al infinito. El arrebato de los sentidos pide trayecto y recuerdo mi estribillo: “Dame el pelo revuelto/y un libro abierto/temblores de tormenta/y amor-amar…”. Mis poemas-ritmo descubren orillas gemelas en el universo-Pallares. El alboroto mueve sus pómulos manzaneados por donde imagina senderos la emoción; trepidación que luego deviene en calma en clave de “Antena Blue” con Charles Olsen. Alegría-antídoto contra el puro desespero. Cuando tras la mágica tarde-noche de mi presentación en Blanquerna -con Lilián y tantas almas creativas- paladeo el elixir gintonic de Diablos Azules en confidencias de viejos amigos –on the road again con Jordi Jaria-, puedo visualizar en el escenario desierto e iluminado de la fría madrugada de octubre la noche-puesta de largo con Madre Tierra, Silvia Marsó, Jorg Feller, Jesús Vera, Violant Muñoz, Jesús Tablate, Chelo Toscana, Ginés Liébana, Marisol Galdón y Lilián derramando ritmo al compás de pensamientos en un tweet. De vuelta a mi refugio -antiguo hotel/hogar de tantos años viajeros en Apartamentos Tribunal- estreno cuaderno aún sin pinturas de café o perfume cervecero.

Se mueve con soltura de liana en liana, Lilián, en la selva de las palabras, entre robles morados y aromas de cayena. Lenguaje con puntería como el beso adivino que asoma en sus labios a modo de eterna ofrenda de cordialidad. Alma oceánica sí, de puerto en puerto, mar del Caribe asomado a verdes ventanas que luchan por encontrar postal en el Madrid neonado. Islas de estrellas para la noche en la sierra tan pegada al corazón. Y si gritara el relámpago de Galapa a Malambo y si se manifestara algún lorito conspicuo en Lavapiés, por si al desandar esquinas se apareciera Puerto Colombia. Animismo necesario en la ruta del asfalto, brinco imprescindible para apagar el cansancio. Así es Lilián, farola de encendida y sensual gratitud para el pensamiento-ritmo. Pintaré en mi nuevo cuaderno besos de luna morena para que la arropen con respeto y cantarina amistad en los días de melancolía cuando las calles de Barranquilla luchen por encontrar espacio en las terrazas de Santa Ana o en las pendientes de la Gran Vía. El vértigo será fiel explorador por las rutas del alma mensajera.