Inside Out

En terapia (II) rincones oscuros

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Distorsiones anímicas

Las distorsiones vitales se traducen en que nos sentimos confundidos, perdidos, desamparados e insignificantes. En ocasiones se produce un descalabro que deja la estructura psíquica al revés. Aturdimiento, dolor, sentimiento de incomprensión y vacío. No queda más que incertidumbre y preguntas sin respuesta. Aunque se intenta a duras penas analizar el desencadenante, solos o en compañía de alguna buena amistad, en ocasiones no se encuentran las causas factibles, tampoco la manera de seguir adelante. Es en ese preciso momento cuando procede contar con una opinión imparcial.

Resulta complicado (y doloroso) distanciarse, romper con la subjetividad y observarse: ¿yo soy esa persona? analizar y reconocer los propios errores, identificar los demonios internos y sacarlos a la luz para su disección y comprensión antes de devolverlos, desmigados y entendidos, a su espacio. No hay magia, no se pueden eliminar o esconder. Quizá una de las claves de la recuperación es precisamente esa: el hecho de asumir la existencia o realización de un acto extraño o desafortunado. Admitirlo, comprender sus repercusiones y el origen, buscar solución al conflicto, reformular acciones y entendimiento e interiorizarlos en su sección correspondiente para referencia en el futuro.

La labor del terapeuta consiste en desgranar lo que el interlocutor expone. Lo que calla, lo que no se atreve a decir por vergüenza o prejuicios, detectar y sacar a la luz resistencias, los motivos ocultos o desconocidos de la reticencia a bucear en el propio entorno psíquico por auténtico terror a lo que se pueda encontrar allí dentro y, al tiempo, reforzar y transformar lo dañino en puntos de inicio sólidos y valiosos.

Observando el proceso desde fuera, nos sentimos como un voyeur liberado de sus propios prejuicios, del miedo y la incertidumbre. Todos tenemos ciertos lastres, pero es mucho más fácil y menos traumático observarlos en la piel de otro y buscar la redención al sentirse identificado con el desbarajuste ajeno. Y aun así sentiremos que eso les pasa a los demás. No seremos capaces de contemplarnos totalmente en ese espejo. Nos creemos mejores, algo más perfectos, más buenos, más sanos. La capacidad de introspección es casi nula por dolorosa y difícil. No identificamos parte oscura. A lo sumo practicamos la autodefensa justificando nuestras acciones como  escudo ante los actos de otros.

El terapeuta se encuentra en ocasiones desconcertado, entre dos mundos.  Desmontando muros de resistencia y ensoñaciones fantásticas que, a veces, poco tienen que ver con la realidad. Reconduce el discurso del interlocutor intentando hacerle ver con preguntas, observaciones, supuestos e incluso metáforas, lo obtuso de la interpretación de su realidad.

La persona que tiene enfrente no es capaz de asimilar su propio malestar, necesita algo: justificación, evaluación, escucha activa. A pesar de que, en infinidad de ocasiones no lo reconoce o se resiste a dejarse interpretar, lo que ya es una desesperada demanda de atención en si misma.

El proceso de identificación de las dolencias anímicas va a resultar a veces complicado, turbulento y doloroso. Saldrán a la luz traumas enterrados, deseos ocultos o extravagantes mecanismos de resolución de conflictos que habrán de ser descubiertos y entendidos antes del reaprendizaje de hábitos adaptativos.

Durante el tratamiento, interlocutor y terapeuta tendrán retrocesos, avances lentos y desencuentros que acabarán transformándose en ayuda y conocimiento a través de la relación terapéutica. El guía habrá de ayudar al paciente a tomar consciencia de su propia resistencia, devolverle, a modo de espejo, sus distorsiones transformadas en datos y hechos constructivos. Aunque  a veces la labor es ardua.

Esta serie es una de nuestras imprescindibles por acercarnos de un modo certero a lo que sucede dentro de un proceso de terapia y cómo paciente/cliente y terapeuta crecen a lo largo de todo el proceso, cambiando las distorsiones por adaptación. No hay trampa, no hay hipérboles. Adentraos en los entresijos de una sesión psicológica.

Aviso: riesgo elevado de empatía e implicación con cualquiera de los protagonistas.

A veces escribo cosas, otras las vivo y el resto las pienso. En las vidas mental, física y virtual pueden entrelazarse e interrelacionarse las cosas. Y, más aún, ser útiles los aprendizajes y experiencias de unas en otras. ¿No os ha pasado alguna vez? Ah, también juego y 'estrimeo', con un alterego, de vez en cuando, pero de eso ya hablaremos en otra campaña.

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