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Noemí Sabugal: “Yo no busqué la novela negra sino que fue ella la que me encontró a mí”

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Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, León, 1979) ha venido a la Semana Negra de Gijón para presentar su segunda novela, Al acecho [Premio Felipe Trigo, Algaida, 2013] y de algún modo ese título se convierte en el leiv motiv de nuestra interacción. Acechamos a Noemí buscando el momento adecuado para pedirle que nos conceda esta entrevista y, aunque se muestra dispuesta, no resulta fácil encontrar un rato puesto que está interesada en asistir a todas las presentaciones, a todas las charlas y mesas redondas. Abierta a todos los inputs literarios, conversa  con el resto de autores ―los acecha― y, como buena periodista, no deja en ningún momento de tomar notas. No parece tomarse la Semana Negra como un festival sino más bien como un curso de verano donde ampliar conocimientos. El académico de la Lengua José María Merino está a punto de dar una conferencia sobre ciencia ficción y la alumna aventajada de la novela negra española que quiere “probar con el fantástico” nos dice: “He de verla. Después hablamos… Prometido”. Nos cuenta luego que “la literatura ha estado en mí desde siempre” y que “a escribir se empieza leyendo vorazmente”. Dice que tiene manuscritos desde los catorce años y que una de las virtudes del escritor es la de saber guardar y no confundir el ansia de escribir con la de publicar lo que explica a la perfección la trayectoria de una autora que sin novelas iniciáticas ni poemarios de juventud en 2010 irrumpió en el panorama literario con El asesinato de Sócrates [Finalista del Premio Fernando Quiñones, Alianza Editorial], una contundente novela negra ambientada en la ciudad de San Martín, trasunto literario de León, y que con Al acecho da una nueva vuelta de tuerca retratando con desconcertante madurez el Madrid del 36 durante el período inmediatamente anterior al estallido de la Guerra Civil.  

Lo habitual a tu edad es que los novelistas aún sigan estrujando su propia biografía para componer sus historias, las tuyas, sin embargo, están protagonizadas por esa clase de detectives caústicos y atormentados que surgieron con la novela negra americana. ¿Cómo se alcanza la madurez literaria necesaria para meterse en la piel de un perfil, a priori, tan alejado del tuyo propio?

No creo que tenga nada que ver con la edad porque, si lo piensas bien, hay muchos escritores que con setenta u ochenta años escriben no sólo memorias sino novelas memorísticas en las que, de algún modo, vuelven a su infancia y juventud de manera que no creo que el uso de la propia biografía tenga que ver con la edad. Entiendo que lo que dices es bastante habitual pero, a la vez, uno de los valores de la literatura es la posibilidad de indagar en realidades alejadas de la propia y creo que éste es mi caso. Yo busco personajes que, por suerte, no se parecen a mí… por curiosidad quizás me tomase un café con ellos pero en fin… con mucha precaución. [Risas] No obstante, no voy a negar que haya en ellos algo de mí. Eso que se suele decir de que en el fondo toda literatura es autobiográfica… sí pero no. Yo lo entiendo más bien con perspectiva fotográfica, el paisaje está ahí pero tú eres quien decides lo que enfocar. El que mira es el autor así que todo tiene que ver con él pero no tanto con su biografía como con sus obsesiones, sus miedos, sus querencias, sus fobias… 

Rosa Montero decía algo así como que “el autor joven siempre escribe de sí mismo aún cuando hable de los demás y el autor maduro siempre escribe de los demás aún si habla de sí mismo”…

Es una buena frase pero no siempre tiene porque ser necesariamente así aunque, a fin de cuentas, el individuo y la sociedad son siempre vasos comunicantes. Mi manera de ser y de ver el mundo es inherente a mi literatura pero esa comunicación no tiene porque ser directa e, incluso, en ocasiones puede resultar engañosa. Yo veo la propia biografía del escritor como un material bastardo que puede aflorar en la literatura en formas no premeditadas y a menudo casi inconscientes. No sé si me he explicado… 

Por supuesto pero confiesa… ¿tienes contactos con el más allá?, ¿has encontrado la manera de que el espíritu de Humphrey Bogart te posea cuando te sientas frente al teclado para crear personajes como el  Marcos Robles de El asesinato de Sócrates o el Julián Fierro de Al acecho?

Hum… [silencio]… ciertamente el Humprhey Bogart de El halcón maltés o todos esos detectives de la novela negra americana en cuanto antihéroes desengañados y problemáticos tienen mucho que ver con mis protagonistas pero no sólo con ellos, de hecho creo que la mayoría de mis personajes se encuentran muy perdidos y ya no tanto por el influjo de la novela negra americana o por una imitación de género sino, simplemente, porque en el fondo todos estamos bastante perdidos en nuestras propias vidas en cuanto a nuestros propios sueños o expectativas y el arquetipo del tipo duro no deja de ser, a fin de cuentas y  tras la fachada, el del tipo más blando, el del que se cierra para no sufrir. El tipo de veras duro es en realidad el que no tiene miedo a abrirse puesto que se siente capaz de afrontar el sufrimiento. Y ese es el caso de mis protagonistas, tanto de Robles como de Fierro, su obsesión por protegerse no es otra cosa que un síntoma de su debilidad.  

Ahora en serio, ¿es el periodismo el cauce más adecuado para desembocar en el mar del género negro? [La especialidad de Noemí Sabugal son las crónicas de sucesos y tribunales]

La verdad es que para mí la literatura estuvo antes que el periodismo. Cuando opté por una carrera elegí el periodismo básicamente como una excusa para escribir. Veía muchos puntos en común ―el amor por la palabra, por la comunicación, el interés por la vida de los demás, etcétera― pero yo hubiera escrito aunque me hubiese dedicado a cualquier otra cosa y ni siquiera mi experiencia en sucesos y tribunales fue determinante a la hora de decantarme por el género negro puesto que mis primeras historias ya tenían esos rasgos y esa vestidura ligada a un interés por la denuncia social a través de unos personajes problemáticos que no es ni mucho menos privativa del género negro sino que ya están, por ejemplo, en toda la novela del siglo XIX que siempre me ha fascinado por toda su complejidad repleta de recovecos. Por tanto, esas historias ya estaban allí… el género negro fue una manera de encauzarlas y la experiencia periodística quizá haya servido para enriquecerlas.    

Pues, como evidente especialista, háblanos ahora de tus sensaciones acerca del estado actual del género.

La novela negra como tal tiene mucha tradición en España; pienso en los 70 y los 80 con Vázquez Montalbán, Juan Madrid… podría decirse que irrumpió con la traducción de las obras de Chandler y Hammet pero, no hay duda de que aquí ya había una larga tradición que se puede remontar incluso a la novela picaresca cuya razón de ser es precisamente esa necesidad de denuncia que recorre los estratos más bajos de la sociedad del mismo modo que siglos después lo haría la novela negra americana. Eso es lo que la diferencia de la novela victoriana de detectives al modo de Agatha Christie donde lo único que importaba era construir un puzle. ¿El panorama actual?… Yo lo veo bien, lo importante es que la gente lea sea lo que sea. Me gustaría que leyesen buenos libros porque eso formaría buenos lectores; de ahí la importancia de festivales como éste que dinamicen esa cultura lectora. Aún estamos bastante lejos de por ejemplo Francia, donde cada pequeña provincia tiene su festival polar pero es innegable que la Semana Negra de Gijón ha sido el catalizador de la Barcelona Negra, el Getafe Negro, el Congreso Negro de Salamanca o, sin ir más lejos, el Aragón Negro que el otro día presentaban aquí mismo. En definitiva, a pesar del contexto se están haciendo cosas y considero muy importante la función de los festivales literarios sean del género que sean. Aquí mismo, en Asturias, el Celsius de ciencia ficción el mes próximo en Avilés… para que la gente se acerque a la literatura como lo que es, un entretenimiento que a la vez enseña y forma no sólo lectores sino, lo que es más importante, personas.    

Centrémonos en ti… las analogías son evidentes, tanto por intereses temáticos como por la edad y la intensidad con la que ambas irrumpís en el género negro e incluso se puede hablar de cierto parecido físico así que no me resisto a preguntarlo… ¿será Noemí Sabugal el equivalente español a la Camilla Läckberg escandinava?

[Risas] Ni idea, la verdad es que no la he leído lo suficiente pero me da la sensación de que no… ¿por qué lo dices? 

Olvídalo… lo que sí es cierto es que ambas ambientáis vuestra primera novela en un trasunto de vuestra ciudad natal, ella repite la fórmula en las siguientes pero tú prefieres complicarte la vida y trasladar Al Acecho al Madrid del 36 con la consiguiente labor documental que eso implica, ¿por qué la necesidad de meterte en semejante lío?

El San Martín de El asesinato de Sócrates era León y retrataba el ambiente social y político que yo conocía de primera mano a través del trabajo periodístico lo que me vino muy bien para lo novela. Resultó interesante y no descarto volver a retomar el personaje de Marcos Robles pero el tema de la II República era, por así decirlo, una deuda pendiente… un tema que me interesó desde siempre y que sabía que en algún momento tendría la necesidad de indagar literariamente. La historia que surgió se ciñe también al género negro pero antes que ella estaba ese interés personal por el trasfondo histórico.   

¿Marcos Robles o Julián Fierro?

A pesar de que hay gente que prefiere El Asesinato de Sócrates, quizás por esa ambientación contemporánea, si he de elegir entre mis dos novelas, te diría que la que más me gusta es Al acecho porque me resulta mucho más redonda, de modo que, aunque ambos personajes tienen muchas cosas en común ―ese componente de violencia y a la vez de debilidad y miedo a lo emocional―, ahora mismo me quedo con Julián. 

Hablemos de la llamada novela negra que viene del frío… ¿es sólo la estela que sigue al cometa Larsson o, realmente, la climatología, el carácter escandinavo y las particularidades de sus sociedades conforman el caldo de cultivo adecuado que situé su narrativa policíaca al nivel de las grandes “escuelas” del género?

Lo que más me interesa de los nórdicos y que ya estaba en Henning Mankell es la querencia por situar sus crímenes en ambientes rurales, alejados, abiertos e inmensos. Algo que contradice ese tópico con el que no estoy de acuerdo de que la novela negra es urbana.  Es cierto que los americanos la situaron en las grandes ciudades pero ¿acaso no hay crímenes en los entornos rurales o en esas pequeñas villas como podría ser el San Martín de El asesinato de Sócrates? Ese es uno de los valores de los nórdicos, el de haber ampliado de nuevo el marco de desarrollo para el género. Y sobre el boom de Larsson, creo que no hubiera sido posible si antes no hubiese estado Mankell retratando esa sociedad escandinava acomodada y avanzada, en la que aparentemente nunca pasa nada pero tras la que se esconden todas las mezquindades. De hecho él ya llevaba muchos años tratando temas que luego retomaría Larsson como el del racismo o la fricción con esas minorías que se han quedado al margen de la sociedad elitista. De modo que sí, creo que han conseguido crear una escuela propia a la altura de la novela negra americana o el polar francés cuyos rasgos definitorios son esa vuelta a lo rural y la gran preponderancia de lo atmosférico.  

Y de entre todas esas grandes escuelas del género, ¿cuáles se perciben con más intensidad en El asesinato de Sócrates y en Al acecho?

Más allá del género, lo que siempre me ha interesado es la cuestión social. Como te decía gran parte de mis primeras lecturas fueron las grandes novelas del XIX: Balzac, Galdós, Clarín… La Regenta es sin duda una novela de primer orden que debería ser rescatada y leída puesto que refleja con lucidez todas las mezquindades sociales tomando una ciudad pequeña como escala. De modo que fue esa novela social y realista la que a mí me llevó a la novela negra juntando dos pasiones que siempre había tenido… mira, nunca lo había pensado así, pero creo que mis novelas podrían ser el resultado de un intento por fusionar a Galdós con Hammet. De hecho, y respondiendo a la pregunta, te diré que mis primeras lecturas de novela negra fueron las de Hammet y de ahí pasé a Chandler que, evidentemente, también había bebido mucho de Hammet. De éste lo que más me interesa es ese lenguaje seco y su capacidad para retratar cualquier atmósfera con un par de pinceladas; sin embargo, Chandler, desarrolla más la psicología de los personajes, podría decirse que literariamente es más complejo, podría hablarse incluso de lirismo poético frente a la narrativa pura de Hammet. Luego vendría Chester Himes del que me interesa sobre todo su tratamiento del problema racial… pero, si te digo la verdad, creo que yo no busqué la novela negra sino que fue ella la que me encontró a mí. Es curioso pero nada de lo que tenía escrito antes de El asesinato de Sócrates encajaba en el género y ya veremos por dónde se encauza la próxima. 

Ya has apuntado esos antecedentes que se remontan a la picaresca pero ¿qué otros rasgos podrías establecer como distintivos y definitorios exclusivos de la novela negra española? ¿Quizás esa necesidad recurrente por indagar en los cabos sueltos que dejaron la Guerra Civil y la Transición?

Sin duda la literatura de cada país es un reflejo de su sociedad y su cultura, es lo que la hace verosímil. Y en cuanto a  novela negra, en España tenemos un tema casi ineludible, la corrupción urbanística. El gran tema de la novela negra es la corrupción política y aquí casi siempre se articula en torno al urbanismo de manera que es inevitable que los escritores hablen de ella como era inevitable que Hammet hablase de la Ley Seca. No obstante, hay más temas definitorios como el problema de la inmigración y también lo que se ha dado en llamar el “fugitivismo”, es decir, España como punto de paso y encuentro en las rutas del crimen y el narcotráfico que vienen tanto desde África como de Latinoamérica. Y respecto a los antecedentes, vuelvo a insistir en que para mí la novela negra es novela social de manera que lo que hacía Galdós al sumergirse en las capas más bajas de la sociedad madrileña es lo mismo que hace un escritor de novela negra que pretende retratar el ambiente de la marginalidad porque a fin de cuentas gran parte del crimen surge de ella. Por supuesto, la otra parte está en las altas esferas y lo que debemos reflejar son  las confluencias y fricciones entre  ambas capas. Y sobre la segunda parte de la pregunta, es evidente que la Guerra Civil sigue siendo caldo de cultivo para muchas cosas, que nos sigue afectando de manera determinante, no hay más que ver todo el revuelo suscitado por la Ley de la Memoria Histórica, el debate sobre si debe “removerse” o no… personalmente siempre desconfío de aquellos que se niegan a hablar de un tema porque creo que quien rehuye un diálogo es porque algo tiene que ocultar, porque guarda demasiado debajo de la alfombra. Sin duda la Guerra Civil es aún motivo literario y es lógico que así sea. Durante la Transición estábamos en otro debate, la creación de un país nuevo, la necesidad de llegar a consensos… en su momento se escribió mucho ensayo ―los británicos sobre todo― y considero que ahora es el momento adecuado para la perspectiva literaria, por ejemplo las novelas de Almudena Grandes sobre el tema que, a mi modo de ver, son completamente equiparables a los Episodios Nacionales de Galdós. El boom que significaron Los girasoles ciegos y Soldados de Salamina es una muestra del interés que había en la sociedad por recuperar la memoria de la Guerra Civil una vez habíamos asentado la democracia y dado la Transición por cerrada. Es evidente que existe toda una generación ―la mía― a la que se le había velado esa etapa histórica pero una de las cosas de las que me he dado cuenta al retratar el 36 en Al acecho es que muy pocos de los que vivieron aquella época la recuerdan con conciencia política. Recuerdan la guerra y la posguerra pero no los motivos subyacentes que condujeron a ella ni la gran oportunidad que se perdió al derrocar la República. Por eso me interesó tanto esa fecha en concreto. 

Sigamos por ahí… Las características definitorias de tus propias novelas. Se ha hablado de grandes dosis de lirismo que en ocasiones derivan directamente hacia la poesía más cruda.

Para un autor lo más complicado es definirse a sí mismo porque puedes correr el riesgo de resultar demasiado complaciente ―lo cual es muy peligroso― o bien el de ser demasiado duro porque conoces mejor que nadie todos tus defectos pero vale… acepto que, sobre todo en Al Acecho, exista esa crudeza poética pero que, en definitiva, no es más que consecuencia de hablar de esa época en la que todo era tan difícil puesto que significaba la antesala de una guerra. Lo más desconcertante era que yo como autora lo sabía pero mis personajes no eran del todo conscientes de que estaban abocados a un conflicto donde lo más probable era que la mayoría de ellos encontrasen la muerte. Si en el transcurso de la escritura un personaje se me revelaba como idealista, yo era consciente de que sería de los primeros en caer y también podía anticipar como los más mezquinos serían precisamente los únicos capaces de mantenerse y sacar tajada. En este contexto la crudeza era inevitable y, en cuanto a la poesía, le tengo tanto respeto que, aunque he escrito mucha, me costaría demasiado publicarla directamente de modo que prefiero dejarla aflorar en la narración. Otra de las características es mi interés por los personajes, por sus obsesiones y sus debilidades; la necesidad de conocerlos y sentirlos incluso mucho más allá de su papel en la novela. Sobre todo me interesan los personajes torturados y perdidos que siempre están buscando algo lo que, a la vez, se convierte en una búsqueda constante de sí mismos. 

También se ha destacado el equilibrio… tanto entre la trama y el psicologismo de los personajes como entre el peso del transfondo histórico y la particular intrahistoria de los protagonistas…

Cuando un autor le da prevalencia a la trama enseguida se nota y puede o no tener éxito pero creo que la grandes novelas, las novelas que prevalecen con el paso del tiempo, son abarcadoras y conjugan no sólo la trama con la psicología de los personajes sino también con la atmósfera y la ambientación. ¿Cómo se consigue eso?… [risas] digamos que hilando muy fino y a ese respecto me gusta mucho la imagen de escribir como si pisaras un campo de minas. Como lectora puede interesarme una novela por la historia que cuenta pero si no se apoya en unos personajes potentes no llega a impactarme y enseguida la olvido. 

Cuando te preguntan por tu próxima novela, sueles responder que hablará de segundas oportunidades, venga… sé buena y adelántanos algo más, una primicia para los lectores...

Sí, es una historia contemporánea de segundas oportunidades. “Primicia”… una gran parte estará ambientada en una cárcel española, un escenario que he conocido como periodista y que me parece ideal para reflejar la lucha del ser humano entre lo individual y lo colectivo. Un escenario del que no puedes salir y donde —eso lo saben todos los presos— el principal enemigo es el tiempo.  También te puedo decir que estará narrada en primera persona, una perspectiva que ya existe en Al acecho aunque sólo de manera parcial. 

Ya que ha vuelto a salir tu labor periodística, como tal,  ¿qué pregunta te gustaría hacerle a la escritora Noemí Sabugal?

Uf… ¡qué difícil! La conozco demasiado… 

Tómate tu tiempo…

No, ya lo sé… Al acecho acaba en el 36 recién iniciada la Guerra con Julián Fierro al borde del abismo pero sin llegar a caer y dada, no digamos ambigüedad moral, pero sí esa obsesión constante por alejarse de la realidad, por huir del heroísmo, me preguntaría en qué lado se va a situar en un momento que reclama el compromiso que precisamente ha estado rehuyendo durante toda su vida, es decir, me preguntaría si ya tengo resuelta la cuestión de su posicionamiento durante el conflicto.

Escribo sobre lo que escriben los demás. Y les pregunto a los demás sobre lo que escriben.

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