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Juana Gallego: “El deseo femenino es, todavía, el gran desconocido”
Por estas páginas han pasado personajes de todo pelaje y condición; escritores malditos, rockeros impenitentes, directores de culto, estrellas indie, enfant-terribles, iconoclastas… No nos va la tibieza, eso lo sabéis. Pero ninguno de ellos se ha mostrado tan franco, tan desinhibido a la hora de exponer sus argumentos, tan natural, como Juana Gallego. Esta malagueña afincada en Barcelona, escritora y profesora de Periodismo, no entiende de medias tintas ni ambigüedades; mucho menos si, como leeréis a continuación, la sometemos a un tercer grado en toda regla sobre la cruzada anti-machista, la prostitución –tiene en la calle desde hace unos meses el más que ilustrativo Putas de película (Luces de Gálibo, 2013)-, o la sexualidad femenina, entre muchas otras cuestiones. Juana y su prodigioso sentido del humor, del que podéis dar buena cuenta en su blog, rompen además con el (supuesto) tópico de la feminista eternamente cabreada con el mundo.
‘Putas de Película, cien años de prostitución en el cine’. Aunque pudiera ser un buen título para un libro sobre la industria cinematográfica en sí, no es una metáfora. Glosas la relación entre prostitución y cine, cómo el cine ha retratado a las meretrices a través de los años. Ya que dicen que la realidad siempre supera a la ficción, ¿todas las putas que hemos visto en las películas existen? Que existen princesas o existieron irmas, es un hecho, pero, ¿hay por ahí muchas pretty woman?
Las prostitutas de las películas están en general idealizadas, por eso creo que en el título del libro también hay metáfora. No solo es literal, sino que el cine ha representado a las prostitutas como mujeres generosas, abnegadas, dignas, divertidas e incluso a veces más “honestas” que las mujeres que se llamaban “respetables”. Pareciera que los directores han enaltecido a las prostitutas como forma de compensarlas del desprecio y el estigma con que las sociedad las ha marcado. La realidad creo que es mucho menos edulcorada; por tanto, creo que no hay muchas “Irmas”, ni “princesas” ni mucho menos “pretty woman”. Las prostitutas reales serán mucho más diversas de como han sido representadas en el cine. No todas deben ser tan guapas como Julia Roberts o Penélope Cruz.
¿Cómo es posible que a buena parte de la población femenina occidental Pretty Woman les parezca una de las películas más románticas de la historia?
“Pretty Woman” tiene todos los ingredientes del cuento de hadas: niña pobre en entorno hostil que encuentra su príncipe azul, carroza (Rolls-Royce) incluida. Por tanto apela y va directamente a lo más profundo de nuestros sueños. Todas sabemos que “Pretty Woman” no es verdad, pero ¿a quién no le gusta soñar? Lo que no acabo de entender es por qué a los hombres no les gusta que a las mujeres les guste “Pretty Woman”. Quien desee ver un reflejo de la prostitución real que vea “Promesas del Este”, “La Desconocida”, “En la puta vida”, “El beso del Dragón”, “Caos” o tantísimas otras que se acercan al mundo devastador de la prostitución y la droga. O “Chicas de Nueva York”, o la más reciente “Ellas”, que plantea una realidad más verosímil, aunque para mí nada envidiable.
Recordemos American Gigoló, de nuevo con Gere. Lauren Hutton pagaba a un tipo por acostarse con él… ¿Por qué será que ningún hombre vería indigno hacer tal cosa?
Otra película “ideal”, como “Pretty Woman” pero con tío macizo. Dicen que hay agencias para mujeres que desean contratar a un “escort”. No tengo información de primera mano. No sé de ninguna mujer, ni amiga ni enemiga, que haya acudido a una de estas agencias o haya pagado a un hombre por tener sexo. Creo que los hombres no verían nada indigno porque es altamente improbable que una mujer pague por un polvo puro y duro. Creo que los hombres –al menos eso es lo que se insinúa en las pocas películas que han tratado el tema– lo que consideran indigno es tener que recurrir a “prostituirse”, porque de alguna manera es una afrenta a la imagen que tienen de sí mismos.
Aunque en American Gigoló se daba un matiz fundamental: el personaje de la Hutton no busca tanto sexo como ternura, cariño. Frente a un marido que ni la mira, un hombre joven que la escucha, que habla con ella… Otra falacia: la mujer no busca el sexo por el sexo…
Casi todas las películas que abordan el tema de las mujeres que pagan por tener sexo con un hombre (que son muy pocas) plantean que las mujeres no pagan sólo por un polvo puro y duro, sino que de alguna manera se involucran más en la relación (“La clienta”, “Hacia el Sur”, “El día de la boda”, “Servicio de compañía”). Aunque estamos hablando de ficción, yo creo que si pasamos a la realidad, me parece que el deseo femenino no es equiparable al deseo masculino. El deseo femenino es, todavía, el gran desconocido. En las pantallas podemos asistir a un sexo tórrido en el que la pareja se desnuda a la velocidad del rayo y en cuatro minutos han acabado la faena. Eso en la realidad no funciona así. Encender el deseo –y me refiero al verdadero deseo, no a un simulacro– de una mujer es mucho más complejo que arrancarle las bragas a bocados.
¿Tiene que ver con la noción tan extendida de que la mujer, cuando se acuesta con un hombre, entrega algo? Como si, de entrada, a la hora de meterse en la cama, algunas mujeres pensaran que, ante todo, va a ser él quien disfrute.
Enlazo con la respuesta anterior. En ese “entregar algo” o el “sólo me querías para eso” subyace un no reconocimiento del deseo femenino. Si las mujeres se acostasen con los hombres (o con otras mujeres) cuando lo deseasen, no habría lugar para esas frases hechas o tópicos. Si podemos llegar a pensar eso es porque partimos de la base de que el deseo que se satisface es el masculino, y la satisfacción femenina es subsidiaria, incluso para las mismas mujeres. Hasta ahora gran parte de la satisfacción femenina ha descansado en “sentirse deseadas”, pero eso es un principio pasivo. Desear es un principio activo que todavía a las mujeres no se les ha reconocido en toda su plenitud. Si las mujeres SÓLO follasen cuando lo desearan, no habría ni un matrimonio vivo.
¿Son comparables la sexualidad masculina y la femenina? Imaginemos una mujer que no ha conocido tabúes ni estigmatizaciones de ningún tipo…
No sé si las diferencias entre hombres y mujeres respecto a cómo gestionamos nuestra sexualidad es natural o una construcción social… Hasta dónde es naturaleza, hasta dónde socialización. Hay tantas teorías en un sentido como en otro. Yo creo que la sexualidad femenina es la gran desconocida. Como la sexualidad ha sido definida por y para los hombres, y las mujeres han visto constreñida, inhibida, coartada o reprimida en términos no sólo legales, sino sobre todo morales, el uso de su propia sexualidad, que ha sido enfocada a la reproducción, ¿cómo podemos saber si una mujer podría vivir el sexo de otra manera, libre de prejuicios? La realidad es que para las mujeres el uso de su sexualidad ha estado – y está en algunas culturas – férreamente condicionado por consideraciones morales: ser ligera de cascos, ser una zorra, ser una cualquiera, no ser respetada, ser una puta, etc. etc. Todos sabemos que una mujer que tuviera muchas relaciones (a veces incluso sólo una que no fuese con su marido) no era digna del menor respeto. Eso puede haber cambiado, un poco. Pero no podemos olvidar el peso de toda esa historia. Eso por una parte. Por otra, a mi me parece que las mujeres no viven el sexo –ya digo que ignoro si por naturaleza o por cultura– con la misma obsesión que los hombres. Siendo importante, creo que las mujeres relativizan el echar o no echar un polvo. El sexo en los hombres parece estar muy disociado de otros aspectos de su personalidad. Las mujeres creo que tenemos la sexualidad más integrada con otros sentimientos; “echar sólo un polvo” con un desconocido al que pagas dinero (como hacen los hombres con las putas) es una manera muy pobre de vivir la sexualidad que a muy pocas mujeres satisfaría. Por tanto, creo que aquí está la diferencia: los hombres pueden desvincular el sexo de otros sentimientos. Por eso van de putas, porque follar pura y simplemente no tiene nada que ver con mostrar otros sentimientos: amor, ternura, cariño, comprensión, comunicación, etc. Un día, dos o incluso una temporada, quizá podría ser divertido o agradable para una mujer follar con un desconocido sin involucrarse emocionalmente, pero ¿hacer de eso una manera de vivir la sexualidad? Lo dudo.
Cada vez que comento con gente de la generación de mis padres que hoy en día no sólo se va menos de putas, sino que el fenómeno está en todo su apogeo, se echan las manos a la cabeza. No conciben que hoy por hoy un varón de entre 18 y 45 años pague por sexo.
Ir de putas es más rápido, más sencillo, más cómodo y más barato, seguramente, que invertir una cantidad de tiempo -y dinero– considerable en seducir a una mujer, charlar con ella, tomar unas copas, hablar de algo, mostrarse agradable… y convencerla de ir a la cama. Igual después de todo el trabajo la chica dice que “nones” y el tipo se queda caliente y sin polvo… ¡Cuánto más cómodo resulta pagar… no sé, ¿100 euros? ¿150? No estoy muy al tanto de las tarifas, pero en las Ramblas de Barcelona se hablaba de que por 50 euros podías echar un polvo. O contratar a una prostituta de lujo y pagar 500 euros. Si lo único que quieres es dar curso a un calentón… pues es evidente que es más cómodo ir de putas. Ahora bien, ¡qué triste me parece la vida de un hombre si se plantea así sus relaciones sexuales! Las relaciones entre iguales son mucho más complejas, más estimulantes, más gratificantes.
¿Qué está fallando? Todos podemos ver tipos con buena planta, con don de gentes, que podrían acostarse casi con quien quisieran. Sólo necesitan irse al bar más próximo. Surge la duda de si, en ciertos casos, cierta gente tira de la prostitución no sólo por ir al tema directamente, o si hay algún tipo de juego de poder implícito.
Falla el hecho de que hombres y mujeres, que siempre se han relacionado en términos de dominio o de poder, ahora tienen que redefinir sus relaciones y construir una nueva manera de convivir. Ahora son dos “egos” en pie de igualdad empeñados, cada uno de ellos, en imponer su voluntad. Dos individuos distintos pero iguales que tienen que armonizar sus deseos, sus necesidades, sus expectativas, sus proyectos de vida… y eso significa estar en permanente negociación o diálogo. Demasiado difícil para estos tiempos en que todo tiene que ser rápido como un anuncio de televisión. Con una prostituta sobran todos los remilgos que hay que guardar con una mujer que no lo sea: incluso puedes mostrarte brutal, si lo deseas. Todo depende de lo que estés dispuesto a pagar. Si no hay un plus en ir de putas, bastaría con hacerse una paja.
Los que no conciben tener relaciones sexuales con alguien que saben que ni va a disfrutar ni ha decidido acostarse con uno por simple atracción, ¿sufren algún tipo de anomalía? ¿La excitación de la pareja no cuenta? ¿No es eso, entre otras cosas, lo que nos puede separar del chimpancé?
Tú les llamas chimpancés, yo digo que estamos rodeados de zombis. Efectivamente, ¿qué placer puede haber en meter la polla en un sitio donde siete tíos la han metido antes y siete mas la meterán después? ¿Es eso ser un hombre? Pues por mi como si se la machacan con una piedra. Ser hombre tiene que ser algo más que ser un mono.
El caso es que este tipo de consciencia, de entender que aunque el cuerpo de la mujer tiene muchísimos alicientes, hay algo más a la hora de follar no se adquiere ni en la infancia ni en la pubertad. ¿Cómo educar para algo que sólo descubrirás on the road?
Creo que aquí nos vamos acercando al auténtico problema: que nuestra sociedad ha dado mucha importancia al sexo, al follar, pero muy poca al amor. Y aunque me taches de cursi -¡una feminista cursi!- [Risas], nuestra sociedad hipersexualizada cada vez tiene más dificultades para amar. Confundimos el sexo con el amor. Follar es un impulso instintivo. El amor es un trabajo de orfebrería que hay que aprender. Construir una pareja donde sexo y amor estén armonizados es una labor en la que hay que comprometerse, y no acaba nunca. Follar solamente no implica ni necesita ningún tipo de compromiso emocional. Una pareja que se junta sólo por atracción física, para consumar el sexo, está abocada a la larga al fracaso, o al menos a la insatisfacción. Te separas y vuelves a empezar. O te acomodas y entras en una espiral de sufrimiento. O te montas una doble vida (donde se incluye, quizá, tener amantes ocasionales o incluso prostitutas). El sexo sólo, sin involucrarse emocionalmente, es sólo una relación funcional, mecánica: se trata de satisfacer un instinto. Ahora hablamos de un sentimiento que hay que aprender. Y llevar a la práctica esa relación entre iguales –no uno sometido al otro– y que al mismo tiempo sea satisfactoria sexualmente y en la que haya amor… eso es un trabajo titánico que nuestra vacua y hedonista sociedad no está dispuesta a emprender. El 90% de las parejas sostiene una relación “muerta” en la que se entremezclan la resignación, el hastío, la comodidad, la costumbre, la dependencia… y quizá con suerte… hasta un poco de cariño. Pero nada más. Mantener una pareja muerta también nos habla de la dificultad de sostener nuestra propia vida, quizá en soledad.
Por cierto, ¿has hablado con alguna prostituta sobre las películas que las retratan? ¿Cuál es el Top 5 de películas sobre prostitutas dentro del gremio?
Conozco una que ha recomendado mi libro en su web, pero al mismo tiempo me critica porque dice que yo estoy en contra de la prostitución. Yo siempre lo he dicho, estoy a favor de las prostitutas, pero en contra de la prostitución. “Las Noches de Cabiria”, “Taxi Driver”, “La calle de la Vergüenza” e “Irma la Dulce” están muy bien puntuadas en una lista que esta mujer prostituta ha puesto en su web. No sé si será una lista compartida por muchas o pocas prostitutas o ‘trabajadoras sexuales’, que es como ahora se denominan.
Hablemos de feminismo. Tengo que confesarte algo que quizá no te sorprenda en absoluto; cuando descubrí tus artículos se los pasé a algunos conocidos no especialmente favorables a la causa. Ni siquiera te los has ganado por el lado del humor, como en ese texto sobre el vello femenino…
Lo que puedan pensar de mi los demás, nunca me ha importado mucho. Y mucho menos lo que puedan pensar los hombres que aborrecen a las feministas. Claro que me gusta ser agradable, que me consideren simpática, una tía enrollada y todo eso, pero no voy a dejar de decir lo que pienso por mucho que mis ideas les disgusten a alguien. Yo no obligo a nadie a leerme. Un tipo de México me dijo que habría que asesinarme porque yo odiaba a las prostitutas y mi blog incitaba al odio contra los hombres. ¿Crees que le voy a hacer caso a un tipo como ese?
Cuando hablábamos de cómo afrontan las relaciones sexuales las mujeres ya ha surgido la expresión “como hombres”. Y quizá sea ese el punto de desacuerdo más innegociable con el que siempre me topo cuando converso con cierto tipo de feminista, la que entiende que ser feminista es querer que giren las tornas y que las mujeres empiecen a hacer lo que hasta ahora hacían los hombres. En lo bueno y en lo malo.
Si eso es el feminismo, yo me borro. Yo no conozco ni una –y conozco muchas– que crea que lo que el feminismo pretende es “dar la vuelta a la tortilla”. Eso es o una simplificación interesada o ignorancia malintencionada. Querer ser o actuar “como los hombres” lo primero que significa es que se considera que lo que hacen los hombres está bien, que es lo correcto, que es lo aceptable, que es el modelo que hay que imitar. Nada más lejos de lo que yo considero que es el feminismo, que para mí es un proyecto de transformación personal y social.
Un ejemplo de lo anterior: un anuncio de televisión, no sé exactamente de qué producto, en el que se nos muestra a una chica ligera de ropa que nos cuenta todo lo que quiere hacerle a su jefe, que al parecer es muy buen mozo. Le piensa quitar el cinturón a bocados, pellizcarle el culo y lo que no es el culo. ¿Te imaginas si el anuncio fuera a la inversa? El jefe fantaseando con lo que piensa hacerle a la jefa de contabilidad.
Esto que dices es “la inversión del esterotipo”, es decir, en román paladino, “dar la vuelta a la tortilla”. Es un recurso con un golpe de efecto muy grande, porque la gente rápidamente piensa “ves, las mujeres sólo protestan cuando les interesa, pero si es el hombre el humillado o el vilipendiado, entonces no dicen nada”. Es que eso es una estrategia que no sirve para nada. Ni además sirve para cambiar las prácticas sociales. En lugar de poner a la “rubia tonta” por ejemplo, ponen el “rubio tonto”, y con eso los publicistas –o quien sea– cree que a los hombres también se les está tratando como objetos y que ya estamos todos igualados, y que por qué se quejan las mujeres. No se trata de “invertir el estereotipo” sino de desactivarlo, de iniciar un proceso que acabe con el estereotipo, de que llegue un momento en que el estereotipo no sea necesario. No se trata, por ejemplo, de que las mujeres puedan “ir de putos” como los hombres. Ves, qué bien, ya somos iguales. Sino de trabajar para que la sociedad se base en otros parámetros en los que ir de putas o putos no sea necesario. Con la inversión del estereotipo lo que en el fondo se está diciendo es que las prácticas masculinas son correctas, y que, por tanto, no hace falta cambiar nada… sólo darle la vuelta. Además, en ese anuncio concreto de televisión, por más que la chica de “tengo un plan” declarase mil veces que se iba a acostar con su jefe… tal como se planteaba ella seguía siendo el objeto de deseo del anuncio, no el sujeto deseante. Volvemos, por tanto, a que el deseo femenino es el gran desconocido, y que en realidad el sujeto deseado sigue siendo ella.
¿Qué opinas de la pornografía? Ahora incluso hay “porno para ellas”, que no sé muy bien en qué consiste. Pero haberlo haylo…
De este tema no puedo opinar, porque no he visto mucho porno, ni para hombres ni para mujeres. Además, no me interesa. He visto algo, pero me parece tan cansado y tan repetitivo, que me aburre soberanamente. Eso sí, considero que si el porno es la escuela donde aprenden sexo nuestros jóvenes vamos bien dados. El porno, por más que sea sexo real, es “una película”, está preparado, pone el acento en la penetración y reduce el sexo a un “mete-saca” interminable. Acabo de ver “Boogie Nights” y si esa película refleja el mundo real del porno es lo más deprimente y cutre que imaginarse pueda. Paso.
Dejamos la carne. Dime, ¿es frustrante comprobar que muchas mujeres casi miran con desdén a quienes tienen ideas tan rotundas como las tuyas? Las que sueltan perlas como: no soy feminista, soy femenina…
Tampoco me preocupa mucho ese tema. Sí, es posible que a la gente no le guste mucho una persona que se muestra con ideas firmes… yo a veces quizá soy demasiado rotunda… tajante… sí, lo reconozco. Pero si me dan un argumento mejor que el mío estoy dispuesta a reconsiderar mi postura.
Pero, entonces… ¿qué es el feminismo? Tienes un minuto…
(Se ríe) El feminismo es un movimiento social, político e incluso filosófico que pretende un cambio social. Al menos el feminismo tal y como yo lo entiendo. Puedes estar o no de acuerdo con él, pero el feminismo plantea una transformación de la sociedad. El machismo es una actitud. No tiene presupuestos ideológicos, ni pretende cambio o transformación social alguna. El machismo es una actitud que descansa en la idea de que el hombre es superior a la mujer. Feminismo y machismo no tienen nada que ver y contraponerlos sólo revela una ignorancia supina.
Luego abrimos el Cosmo, o el Vogue y nos encontramos con que, en nombre de la mujer independiente y moderna, proponen que seas fantástica en la cama, un pedazo de ejecutiva, una psicóloga para tus hijos, que vayas impecable incluso a la hora dormir y que no te falle nunca el desodorante.
Las revistas femeninas durante mucho tiempo fueron grandes instrumentos para proponer “modelos de mujer”, aconsejar sobre muchos aspectos de la vida de las mujeres que habían sido aniquilados en la llamada “prensa convencional”. Con todos sus defectos, de alguna manera era la vía en que lo “femenino” (según el canon patriarcal, claro) había podido manifestarse. En sus inicios hubo incluso muchas revistas para mujeres que planteaban cambios revolucionarios. Todo eso cambió con el triunfo de la sociedad de consumo. Y está llegando al delirio, ya que estas revistas sólo son ahora plataformas publicitarias. Ha desaparecido casi todo el contenido editorial, digamos, “ideologizante”, y ahora la única ideología es el consumo, consumo y consumo. Además con dos temas machacones hasta la saciedad: el culto al cuerpo y la juventud. Ya no aportan nada sustancial al mundo de las mujeres, salvo enaltecer y consagrar un modelo femenino imposible. Hojearlas en la peluquería, de todas formas, puede ser entretenido.
Ya que mencionamos Vogue. ¿Qué piensas de alguien como Anna Wintour? Ha triunfado en un mundo de hombres, lo que debería ser una victoria para las mujeres, pero no fomenta precisamente el feminismo desde su imperio. Al contrario, es luz y guía del negocio más cosificador para la mujer: la moda.
Creo que el papel de esta mujer (o el de otras parecidas del mundo de la prensa femenina) se ha magnificado. Cuando ví ‘The September Issue’ me pareció que no debía ser demasiado feliz. Estas revistas manejan tanto dinero (pues el mundo de la moda y la belleza es el gran negocio de nuestros días) que las personas que trabajan en ellas pueden endiosarse realmente y creer que tienen mucho poder. Anna Wintour seguramente es una mujer inteligente, pero para mí que el estrés en el que vive es un precio demasiado alto como para envidiarla. Yo trabajo poco y aún me parece demasiado.
Otra a la que nos costaría situar a un lado u otro de la balanza feminista es Camille Paglia. Fue una activista feroz en los 70s, pero ahora no la dejarían acercarse a menos de 500 metros del Instituto de la Mujer. Uno de sus postulados es meridiano: Acepta y defiende la igualdad laboral, política, etc., pero entiende que el hombre y la mujer NUNCA serán iguales. Es decir, el ser humano persigue en este aspecto un ideal contra-natura…
Algunas mujeres también hacen este tipo de cambios para provocar, para llamar la atención, para significarse. No sé hasta qué punto son sinceras o es una pose. Yo puedo compartir con Paglia la afirmación de que hombres y mujeres son diferentes. Eso es evidente. También los negros y los blancos lo son. Pero, ¿justifica eso que haya existido la esclavitud? ¿Justifica la jerarquización y el dominio de uno sobre la otra? Lo contrario de igualdad es desigualdad. No diferencia. La raza humana es diversa y hay diferencias de todo tipo. Pero la diferencia no tiene que representar dominio de unos sobre otros. ¿Justificarías el hecho de que los negros sufriesen esclavitud porque son diferentes a los blancos? ¿O que los judíos fuesen aniquilados por ser diferentes de los arios?
¿Te has encontrado con muchas feministas de salón? Arengas desde Facebook, camisetas reivindicativas, libros de Virginia Woolf… pero después no predican demasiado con el ejemplo.
No muchas, la verdad. Entre mis amigas y conocidas abundan las mujeres autónomas, con o sin pareja (muchas ¡ay! sin pareja, no por voluntad propia) pero bastante coherentes en su vida y en sus relaciones. Quizá haya alguna por ahí, de esas que tú dices, pero no en mi círculo. Además, es que no me relacionaría personalmente con gente que manifestase tales incongruencias entre su vida cotidiana y sus postulados. Es como los hombres revolucionarios, anarquistas o progresistas pero que no dan un palo al agua en sus casas… No me interesan.
¿Y lo contrario? ¿Feministas que lo son sin ni siquiera planteárselo? Una monja misionera en África probablemente sea más feminista, sobre el papel, que la chica de la que hablábamos en la pregunta anterior.
Pues sí, hay muchas mujeres a las que no les gusta ponerse la etiqueta de feminista. Ignoro por qué. Pero en su vida y en sus acciones son mujeres con un proyecto de vida propio. Yo considero que son feministas, pero si a ellas no les gusta… qué le vamos a hacer. Creo que la concepción del feminismo como “propio de mujeres frustradas, enemigas de los hombres y que desean dar la vuelta a la tortilla” ha calado mucho en la sociedad. Una pena.
¿No es curioso que una monja, una mujer con los arrestos y la independencia suficientes para irse a Ruanda a arrimar el hombro, se someta a una jerarquía tan denigrante para las féminas como la de la Santa Madre Iglesia?
Creo que esas personas que son capaces de embarcarse en esos proyectos de vida tan extremos y tan comprometidos lo hacen porque eso da sentido a su vida, y no prestan mucha atención a sus jerarquías y tampoco creo que les importe mucho. Creo que tener un proyecto que dé sentido a tu vida es vital para transitar por el mundo. Sin importarte mucho lo que digan o hagan los demás. Yo siempre les digo a mis hijos: “Si el vecino se tira por un barranco, ¿tú también te tiras?”. Pues eso, cada uno debe seguir su camino sin importarle lo que los demás puedan decir.
Hiciste un estudio sobre la violencia machista. Esto nos daría para una charla aparte, pero no tenemos mucho más espacio, así que, dime: ¿tiene arreglo esta lacra? Porque si antes te apuntaba que, tal vez, el feminismo esté reculando en ciertos aspectos, el machismo va a más. Sólo un dato: al parecer ahora hay más agresiones de adolescentes a sus parejas que antes. ¿A quién culpamos? ¿Padres? ¿Internet?
Yo no creo que haya más violencia contra las mujeres que antes, sino que ahora se ve más y se percibe de otra forma. Durante siglos fue legalizada, incentivada, tolerada o silenciada. Ahora parece que hemos descubierto que las mujeres sufren violencia, algo que para nuestra autoestima de sociedad “opulenta” e igualitaria es insportable. Pero ahí están los datos y los casos. No son inventos. Luego significa que el feminismo aún tiene mucho trabajo por delante, que tiene que concienciar a los chicos y también a las chicas de que unas relaciones igualitarias se tienen que poder dar sin violencia y sin dominio por parte de nadie y en un clima de libertad. No hay amor sin libertad.
Y como profesora de la Facultad de Periodismo, ¿qué te parece el trato que dan los medios a este tipo de casos? ¿No llega a ser contraproducente? Como cuando informan de una nueva modalidad de salto piscinero desde la terraza de un hotel. A la semana siguiente se tiran siete más.
No se le da un trato totalmente acertado, pero mejor es hablar y sacarlo a la luz que ocultarlo. Creo que la violencia contra las mujeres se debería tratar como un problema social, y no como un suceso, fatalidad o tragedia individual. Hay que situarlo en sus coordenadas históricas como parte de un proceso que seguramente se gesta mucho antes de que se llegue a materializar. De eso podríamos hablar un día entero.
Terminemos fantaseando. ¿Alguna vez has imaginado cómo se habría desarrollado nuestra civilización si hubiera sido desde el principio un matriarcado?
No soy el Oráculo de Delfos con efectos retroactivos –¡sólo pitonisa!– [Risas], pero quizá las mujeres hubieran organizado el sistema poniendo en el centro de su acción la protección de la vida humana. Puesto que las mujeres dan a luz y se han encargado tradicionalmente de la crianza de las criaturas, es muy posible que este hubiera sido el eje central de actuación, no la expansión, el dominio sobre los otros y la muerte, como ha sido el caso de los hombres. En el centro, la vida humana y todo lo demás es muy posible que hubiera girado en su torno. Pero ¡cómo saberlo!
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