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Javier Gallego: “Soy muy escéptico, pero me obligo a ser optimista”

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A buen seguro no serán pocos los sorprendidos por la salida a la luz del poemario de Javier Gallego, Abolición de la pena de muerte (publicado por Arrebato). El presentador de Carne Cruda, espacio ahora radicado en la Cadena Ser tras su cancelación en Radio 3, deja por un momento de ser el mordaz Crudo, que exhorta en sus monólogos a adoptar un pensamiento crítico y mantener una actitud proactiva ante lo que considera una crisis cuyo peso se ha descargado en los hombros de la ciudadanía, para hablarnos de situaciones difíciles y al límite en lo personal, que producen desgarros sentimentales y existenciales. Temas intimistas y, sin embargo –o más bien precisamente por ello– expresados de forma visceral y en ocasiones violenta.

En uno de los monólogos recogidos en el libro Lo llevamos crudo decía que eran buenos tiempos para la élite y la matemática pero malos para la lírica. La pregunta es obligada entonces, ¿por qué un libro de poemas con tanta carga lírica?

Por varias razones. En primer lugar porque fue parido antes de estos tiempos tan malos para la lírica. La verdad es que estos momentos oscuros son peores para los líricos y los creadores que para la propia lírica. Esos poemas proceden de una etapa complicada en mi vida y los necesitaba como tabla de salvación. Aprovechando que tenía ahí el manuscrito en un cajón y que había sido rechazado anteriormente para publicar, lo volví a retomar y contacté con varias editoriales. Es un libro de poemas escrito en distintas etapas, hay cambios, lógicamente, como ocurre cuando algo va a ver la luz. Hubo una edición muy grande. Además luego pude verlos transcurrido el tiempo sin los anteojos con los que miraba en el momento de parirlos.

¿Cómo fue el lapso de tiempo entre la decisión de publicar estos poemas y su salida a la luz?

Sufrieron diversas metamorfosis. Llegué a tener hasta seis o siete versiones del poemario, más largas o más cortas. Debido al trajín del día a día, también por mi trabajo, lo dejé abandonado. Hace unos meses quise recuperar una parte esencial de mí –que no pertenece a la vertiente política, social y periodística– como es la literatura y la escritura tratando, al menos, de publicar un libro. Lo saqué del cajón, lo empecé a mover y entonces, ahí sí, comencé a recibir las primeras respuestas. Y me enfrenté a la edición, reescribiendo algunos de los poemas y recuperando otros que habían ido cayendo por el camino. Estoy contento con el resultado final porque se parece mucho a lo que yo quería publicar y a lo que soy capaz de escribir. El libro tiene una dramaturgia, un principio, un desarrollo y un fin.

¿Pensó en algún momento en la autoedición?

La verdad es que no, aunque en poesía es habitual. No estoy en contra de la autoedición y yo, de hecho, he autoeditado discos de música cuando estuve en algunos grupos.

¿También ha recurrido a la autoedición en su grupo actual, Forastero?

No, con Forastero todavía no hemos editado nada pero, el disco que saqué junto a Dead Capo cuando yo era batería sí fue autoeditado. A mí me gusta el editor, como figura que confía en ti, que sirve de filtro. [El trabajo de] la editorial es una forma de decir al lector: “hemos decidido sacar esto porque pensamos que merece la pena ser publicado”. El editor es alguien con criterio que confía y arriesga su dinero porque cree que algo merece la pena. Está bien que los escritores tengamos en el otro extremo alguien que refrende o rechace lo que hacemos o nos obligue a cambiarlo.

Mientras escribía cada poema, ¿pensó que algún día los publicaría?

Yo he escrito poesía desde la adolescencia. Me lo tomaba en serio, con cierta vocación, me decía “yo quiero publicar un libro de poemas algún día” y tenía almacenados un  montón de borradores como tanta gente tiene en su casa. En el caso de este libro en concreto sí que me senté pensando “voy a escribir un libro que se va a llamar de esta manera”. No son poemas sueltos, quería que tuviera [el libro] una forma y una estructura, quería acabar algo aprovechando que me estaba pasando aquello y que necesitaba escribir como si fuera una medicina. Siempre fantaseé con la idea de sacar a la luz una novela, una obra de teatro o un libro de poemas y ahora tengo la sensación de haber logrado algo concreto. La satisfacción personal es poder decir: “tengo un libro, se llama de esta manera, tiene un principio y un fin” ya sea mejor o peor. Ahora ya solo me falta tener un hijo y plantar un árbol.

En una entrevista con diario.es decía que, en tu poemario, la muerte es una metáfora de las cosas que se rompen y desaparecen. Concretando más, ¿qué significa la pena de muerte?

El título hace referencia a la pena de muerte pero en realidad se refiere a las penas de muerte. Unas veces a la muerte real, física, de alguien cercano que conoces pero también se refiere a las penas radicales, estas que te abaten con tanta fuerza que llegas a sentirlas como una muerte, como si te desgarran por dentro. Sientes que hay cosas que se hunden como cuando se muere un ser querido o algo muy querido para ti, por ejemplo, amas a una persona y ese sentimiento, que creías eterno, ves que es finito. Cuando todo en tu vida estaba en perfecto orden y de repente todo se va al garete y te sientes solo y abandonado o, incluso, notas que eres tú el que abandona a tus amigos o a ti mismo.

¿Por qué el poema Homicidio frustrado está impreso en mayúsculas, con una tipografía distinta al resto del libro?

Eso también me lo preguntó el editor. Ese poema estaba escrito en mayúsculas desde el origen porque trataba de ser una especie de puñetazo al lector, le impreca, parece que lo quiere coger por las solapas y decírselo gritando. Quería decir que la poesía tiene que ser violenta y esa violencia se refleja mejor con las mayúsculas. Era un poema que tenía a medias y cuando iba a publicarlo lo terminé; por eso, si te has fijado, los dos últimos versos no están en mayúsculas, precisamente porque lo acabé hace pocos meses. Pepe, mi editor, fue muy amable y tuvo mucha paciencia conmigo, lo leímos, lo releímos y ambos estamos de acuerdo en que la versión posterior es mucho mejor que la original.

Pese a la visceralidad del contenido y a no seguir una métrica, podríamos decir, canónica (poemas de un solo verso que parecen aforismos, últimos versos que caen en forma de cascada o que poseen una medida dispar), ¿se guió en algún momento por un sistema determinado y de su propia cosecha para componerlos?

Cada poema tiene una música propia, no se trataba de hacer un libro de sonetos, por ejemplo. Al ser lector de poesía y batería, el ritmo y la percusión son algo muy inherente a mis poemas y los tengo presentes en mi vida. Cuando no estás sujeto a una métrica predeterminada, cuando hablamos de versos libres, hay que trabajar mucho el corte de estrofas para que la musicalidad sea la adecuada. Sin embargo yo me dejo llevar por la intuición, no me planteo “ahora voy a hacer un poema más largo o más corto”. Acumulas poemas en torno a una sensación o a un tema que salen unas veces como un borbotón, otras veces como una sentencia, los hay que te piden ser pequeños y otros que te arrastran y  no te sueltan hasta que llegas al final. El libro aparte de una trama –el transcurso por ese dolor que es la pena de muerte hasta una especie de purgatorio del que uno resurge de las cenizas y se levanta– está concebido para que no sea monótono y haya una variedad en la forma; tiene picos y valles, momentos de intensidad y tensión que te mantienen arriba y los siguientes están pensados para que el lector descanse porque la poesía es un género que exige mucho a éste.

La decisión de publicar los poemas, independientemente de que respondan a un estado mental determinado en un momento puntual, ¿tiene algo que ver también con la situación socioeconómica actual?

La decisión de publicar el libro también se debió a que últimamente he estado muy focalizado y muy metido en la vida política de este país, una actualidad espantosa y profundamente lamentable. Pero siempre tuve una voz que me decía “oye, eres periodista, tienes un compromiso social pero, también tienes una vida personal”. Y lo más personal que tengo es este libro. Fue más bien una llamada de atención para mí. Somos una balanza y unas veces estamos más implicados en unas cosas y otras veces en otras. Cuando escribí estos poemas, por ejemplo, mi actividad social y periodística estaba empezando y estaba construyendo mi carrera poco a poco. De hecho existió cierto recelo a la hora de publicar porque yo pensaba que la gente esperaba de mí poesía social y política.

Pesimista como poeta y optimista como periodista, pues se supone que si practica ese tipo de activismo es porque cree que la sociedad puede cambiar y ser mejor, ¿con qué percepción se han de quedar sus oyentes y lectores?

Soy una persona en una contradicción constante: soy muy escéptico pero me obligo a ser optimista. No creo en grandes cambios sociales pero sí en cambios a secas y considero que no podemos dejar de intentarlo y traicionarnos a nosotros mismos, que al menos quede la dignidad de haber probado. Si todos pensamos que podemos hacer algo, al final, como ya se está demostrando, se logrará llevar a cabo pese al panorama que tenemos.

Su hermano, el pintor Juan Gallego, ilustró Abolición de la pena de muerte con motivos abstractos, ¿tomó como referencia sus poemas o más bien nociones y conceptos generales que le iba dando?

Él me dijo que quería ilustrar unos poemas en concreto pero, cuando vi la estructura de todo, teniendo en cuenta las sensaciones indescriptibles que genera la poesía, que apela a imágenes inefables muy difíciles de expresar pictóricamente, me pareció que ilustrar el libro solo con pinturas de tipo figurativo era acotar mucho el significado de los propios poemas. Entonces buscamos entre su obra experimentos más abstractos que tienen que ver con masas y formas. Él me los fue mostrando y me los ofreció. Elegimos aquellos que nos parecían que reflejaban mejor los poemas. Al final tuvimos un pequeño espacio común para los dos.

Un periodista comprometido que saca a la luz un poemario alejado de todo aquello que constituye su material de trabajo habitual, ¿cree en el arte por el arte, en alumbrar una obra cuya única finalidad sea el mero disfrute estético?

Se puede y se hace. Creo que debe haber libertad y apertura de miras para que haya todo tipo de expresiones artísticas. Lo del arte por el arte corresponde sobre todo a una antigua burguesía casi aristocrática de la literatura…

Oscar Wilde tenía en buena medida ese pensamiento y al final…

Y al final escribió una obra más cercana. Parece que el mazazo lo bajó a la tierra y en De profundis contó una experiencia personal que le hizo bajar de ese mundo de las musas en el que parece se encontraba. Yo soy un gran lector y seguidor de Wilde pero, creo en algo mucho más pegado a la tierra, creo que debe haber una ética detrás si bien no concibo el arte como un arma política o social. Probablemente los poemas y la literatura en general no sirva para nada práctico pero sirve para tantas cosas humanas y espirituales: para aumentar nuestras inquietudes, para hacernos más humanos aunque, por otro lado, según comentaba George Steiner, si no recuerdo mal, hay genocidas como Hitler que resultaron ser  amantes del arte y es que todos, desde Altamira, hemos tenido la necesidad de expresarnos [artísticamente]. No sé si algún día escribiré poesía política aunque ésta tiene una serie de ataduras…

¿Qué tipo de ataduras?

Corre el riesgo de convertirse en un panfleto y además está muy sujeta al presente, por lo que puede terminar convirtiéndose en intrascendente. También es cierto que hay poesía política que se mantiene muy vigente porque los problemas políticos de los seres humanos por desgracia se repiten.

Definió en más de una ocasión su programa Carne cruda, tanto en Radio 3 como en su versión 2.0 en la Cadena Ser, como “agitación cultural”. Como poeta, músico y periodista, ¿qué género de cada disciplina que cultiva serviría actualmente de manera más eficaz a ese propósito agitador?

En literatura, el ensayo, que es un género muy útil para clarificar la oscuridad del momento en el que nos encontramos. La gente lee a ensayistas y pensadores con una visión crítica que además tienen propuestas alternativas para superar esta crisis en la que nos han metido. Hace poco trajimos al programa a Antonio Orihuela, un autor anarquista que consigue un gran lirismo en sus poemas hablando de política. Por desgracia en este país hay más escritores de poesía que lectores. Este último es un género que por su densidad e intensidad puede servir también [a este propósito]. En el jazz se están haciendo cosas muy radicales y transgresoras desde el punto de vista sonoro. Desde una perspectiva política estaría el hip-hop y un tipo de punk-rock que vuelve a las raíces más primitivas del rock y del punk con letras reivindicativas. En cuanto al género periodístico, decía Pascual Serrano que a veces estamos tan enfrascados en la actualidad que somos incapaces de ver el contexto y profundizar en los temas. Por eso habría que defender el artículo, el reportaje o la crónica más elaborada que lleva mucho más tiempo de escribir y que  puede explicar mucho más que cien artículos de opinión o doscientas mil noticias. Necesitamos periodistas de largo recorrido, de maratón, que recuperen el artículo largo o la crónica documental para explicar dónde nos encontramos.

¿Es inevitable tomar partido incluso en el periodismo considerado meramente informativo?

Sí, desde luego, yo estoy con Pascual [Serrano]: Contra la neutralidad. Allí se habla de cinco periodistas entre los que se encuentran Walsh o Kapuscinski. No existe la objetividad en el periodismo porque tampoco existe en el ser humano. Hay cosas en las que un periodista, como persona, tiene que colaborar e implicarse; no puedes estar en contra de las víctimas o de la justicia social porque uno aparte de periodista también es un ciudadano. Si el periodista rompe esta dicotomía se produce el distanciamiento entre él y la ciudadanía, como está ocurriendo ahora. Uno no deja de ser ciudadano cuando entra en la redacción.

Más allá del ámbito de la poesía sus monólogos en Carne cruda están plagados de metáforas, a veces de una sola que se arrastra a lo largo de todo el texto y que permite múltiples comparaciones en torno a ella y, en otros casos, las metáforas quedan concatenadas entre sí, ¿quiénes fueron sus referentes para desarrollar este estilo?

Nunca podemos olvidar a Larra, es el literato que da grandeza al género, era un hombre implicado en las cuestiones de su tiempo y, sin embargo, tenía una buena pluma. Siempre he sido amante del periodismo literario, creo en el estilo, el de periodistas norteamericanos del nuevo periodismo: Wolfe o Capote y, por otra parte, Kapuscinski. En España también está Francisco Umbral , de gran soltura para el manejo de las palabras aunque algunas de sus ideas me horroricen. Kapuscinski tenía la habilidad de elaborar un contexto a raíz de los detalles más pequeños de la psicología humana y social, podía explicarte un conflicto o un país con una precisión minuciosa y a la vez sencilla. Era un gran observador. Tenía también un espíritu crítico y fino pero, en ocasiones, también visceral. Lo que une a todos ellos es lo literario, trascienden a un periodismo más romo. En cuanto a la poesía soy amante de la poesía metafísica, más que de la cotidiana. Los poetas que más me han llamado la atención son conceptuales como Eliot, Vallejo o Valente. También soy lector de poetas más crípticos como Paul Celan o Saint-John Perse. Uno de los escritores que más me han impactado en prosa ha sido Roberto Bolaño, en concreto Los detectives salvajes y no tanto 2666, a pesar de que es su obra más conocida. Luego también siento predilección por Rulfo o Faulkner porque tienen una escritura muy cargada, muy vibrante, con muy poco dicen mucho. No me gustan en general los escritores que elaboran redacciones sin tener un estilo y un lenguaje muy trabajados.

¿Planes para el corto y medio plazo?

A corto plazo preguntarle a mi jefe si nos van a renovar [risas]. Tengo contrato hasta el verano, somos un equipo corto así que para entonces descansaremos y espero que a la vuelta tengamos todavía trabajo. A medio plazo tenemos que seguir haciendo lo mismo, Carne cruda es un pequeño altavoz para voces pequeñas y voces críticas que no siempre tienen una salida [para ser escuchadas]. Seguir aportando nuestro pequeño grano de arena. Y sigo escribiendo poesía, pues la aparición de Abolición de la pena de muerte ha sido un impulso. Ahora trataré de dejarme arrastrar hacia otras formas de decir, intentaré introducir novedades y arriesgar.

Pasión por el periodismo, la comunicación y la edición. A mi faceta como redactor y a mi formación en community management se suma mi experiencia como corrector y lector editorial. Devoción por el mundo del libro en general y fascinación por la literatura rusa en particular, la cual estoy descubriendo desde hace poco tiempo.

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