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Ensayo por la juventud (II)

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Capítulo 2: La juventud social

Según el desarrollo de la sociedad mercantil o del rendimiento, la juventud es el largo período de la vida que antecede a la producción y a la vinculación económica. Cuanto más desarrollada es una sociedad, más rápidamente se produce el fenómeno que vincula a lxs jóvnes a una determinada función en la que empeñarán el resto de sus vidas. Por ejemplo, a los quince se ha de saber ya si se quiere ser médico porque hay distintos bachilleres pero sólo el de ciencias puras accede a la carrera de medicina, aunque no se llegue a ser médico hasta los treinta. Contrariamente, cuanto menos desarrollada es una sociedad, más tempranamente se ingresa al trabajo genérico, al desempleo, o directamente no se espera ninguna vinculación institucional al trabajo, dado el estancamiento de la clase obrera industrial con respecto a la multiplicación de la población universitaria. Por ejemplo, en Bangladesh se puede trabajar por temporadas según la subordinación a las potencias extranjeras, a los ocho años cosiendo en una subcontrata para Inditex hasta que se caigan los cimientos de la fábrica textil, a los doce como peón de obra en la construcción de hoteles de lujo y a los quince años como temporero recogiendo frutas de exportación hasta que la oferta de empleo vuelva a cambiar y continúe haciéndolo con el paso de los años. La situación actual no puede ser simplemente reducida a la evolución económica capitalista sino que ha de asociarse en términos generales a la crisis de la civilización, como apuntaría el antropólogo francés George Balandier, que niega que este fenómeno no sea más que un efecto reflejo de la crisis económica y que propone otra vez que el problema del que se trata es una crisis de identidad.

Balandier cree que el problema se encuentra en la manera que tienen de relacionarse los grupos considerados naturales. Los “grupos naturales” son considerados y llamados así bajo la creencia de que su diferencia es querida por la naturaleza, según el orden deseado de las cosas. Por tanto, los “grupos naturales” son aquellos a los que la sociedad diferencia asignándoles una función simbólica y un conjunto de funciones económicas distintas entre sí. Por ejemplo, en la Revolución francesa se horizontalizaron los iconos y aparecieron abstracciones universalizadoras como sujeto, individuo y ciudadano, aplicables a todo el mundo incluidas las mujeres. Aquí, en la Ilustración, surgió el concepto de vindicación, de igualdad. Antes de la Revolución, las mujeres no estaban en la jurisprudencia sino en un estamento diferente al de los varones, y por ello no había parámetros conmensurables que revisasen los privilegios del varón ni la falta de derechos de la mujer. La distinción entre el varón y la mujer formaba parte de los todavía hoy llamados “grupos naturales”, a pesar de que dicha distinción no es natural sino el producto social de una educación artificial. El antropólogo francés aseveró que, ya fuese en las sociedades primitivas o en las más industrializadas, hay siempre un conjunto de problemas que son comunes, en lugar de históricos o propiamente sociales. Pero, por el contrario, en el Neolítico el varón era igual a la mujer, y no sería hasta después de este período histórico cuando el varón pretendió transcender la inmanencia o repetición de la vida -crianza, cuidados y apego- buscando el señorío a través de la guerra entre iguales y la conquista y expolio de otras tierras.

En 1985, el filósofo colombiano Estanislao Zuleta nos avisó de que lxs niñxs saben perfectamente que quienes les traen los regalos de Navidad son sus padres y no los Reyes Magos o equivalentes, aunque le sigan el juego a la ficción. Esta ficción consiste, pues, en marcar la diferencia entre lxs iniciadxs y lxs no iniciadxs, es decir, entre lxs adultxs y lxs niñxs. En su obra Ensayo sobre el don, el etnólogo francés Marcel Mauss utilizaba la denominación Potlach, «consumir», para referirse a una forma típica de intercambio en las tribus del noroeste de Norte América. Hacía referencia a un tipo de intercambio de riquezas cuya finalidad era la de ser consumidas o destruidas con una motivación cuya explicación escapa de las causas económicas y que Mauss definía como «sistema de prestaciones totales». Más adelante, el antropólogo estructuralista francés Claude Levi-Strauss llevó a cabo la comparación entre el Potlach y los regalos navideños en Norteamérica en las estructuras elementales del parentesco.

Como fuese, todas las sociedades tienen e imponen su manera de organizar y modular simbólica y económicamente esta diferencia que creen natural, a pesar de sus profundas implicaciones psicológicas. Volviendo al ejemplo anterior, se cree que entre el varón y la mujer existe una manera distinta de vivir el tiempo, el cuerpo y las relaciones humanas fundamentales, como lo son el embarazo, la ovulación y desovulación y el tiempo de relación con lxs recién nacidxs, que se considera todavía no asimilable por el varón. Se habla también de diferencias biológicas naturales, como las de ser niñx, ser joven, ser adultx o ser ancianx, ya que se presupone que no se puede vivir igual el porvenir si se tiene quince años que si se tiene ochenta, puesto que no hay el mismo pasado y existe además una inscripción distinta en el tiempo, en la historia y en el mundo. En las sociedades modernas, los rituales arcaicos y las formas de marcar las diferencias no han caído en desuso sino que se han trasladado al cine y a las retransmisiones audiovisuales como las de los youtubers. Lo que hoy en día podrían ser rituales residuales con los que todavía se marcasen simbólicamente los pasaje de unos estadios de edad a otros, se han convertido en un conjunto de eventos audiovisuales de suscripción obligatoria. Se trata de un dogma o cierre categorial cuyo candando tiende a ser cerrado cada vez más a menudo no tanto por lxs adultxs ni su función de marcar la diferencia de edad entre lxs iniciadxs y lxs no iniciadxs sino más bien por lxs propixs jóvenes en su urgente necesidad sustitutoria de etiquetarse según un modelo de conducta a seguir.

Podríamos decir que no hay ya fisura viable por la que lxs jóvenes puedan huir de los procesos de identificación. La dimensión de la idealización continúa siendo totalmente simbólica, y su función es la de guía, un punto de referencia que regula las relaciones con los demás y enmarca la realidad. La idealización se acomoda en el conjunto de exigencias ritualísticas, vinculadas a la estética tribal del colectivo al que se pertenece o al que se aspira a pertenecer. Lo que así se fabrica, además del imaginario enmarcado en los procesos de identificación, es la moral colectiva con la que controlar y poner límite tanto a los deseos como a las impetuosidades. El sujeto se ajusta en relación al punto de referencia y hace aparecer como espejismo los efectos de la idealización. Sin embargo, los efectos de la idealización no son sino modificaciones y manipulaciones con el objeto de continuar esbozando la identidad. Según Freud, el sujeto puede dirigir su energía psíquica o pulsional hacia un objeto o una representación e impregnarlo de parte de ella. A estas descargas se las llama catexias y tienen como consecuencia la no indiferencia del reconocimiento, provocando así una atracción figurativa en el sujeto.

En este sentido, cabría la posibilidad de que la identidad de género se construyese desde la niñez como resultado de esta atracción figurativa, como si en algún momento la criatura descargarse su energía libidinosa sobre una representación significante de alguien de su entorno o incluso de fuera de éste, proyectándola así durante el tiempo de esbozo de su estilo corporal o de identidad de género. Luego, en los ambientes transgénero, también se mantiene la práctica que distingue entre los iniciados y los no iniciados, con base en la contradicción entre la identidad vivida y la identidad jurídico-política. En principio, la identidad jurídica es una imposición social, con un nombre asignado según el binarismo sexual del protocolo técnico-médico, mientras que la identidad vivida tiende a ser el fruto de la experiencia y de la construcción colectiva. En las «educaciones industriadas», las informaciones acerca de dicha contracción se divulgan cada vez más, y desde la niñez se puede tener acceso a enciclopedias ilustradas que tratan temas sobre la sexualidad. Los ritos de pasaje organizados anteriormente por lxs adultxs son así sustituidos por las construcciones colectivas de los grupos juveniles, según sus diferencias lingüísticas con las que producen sus propias jergas para acentuar sus propios valores. Por ejemplo, lxs iniciadxs serían quienes no sólo sienten coincidir su sexo al nacer con su identidad de género sino que además pueden presentarse públicamente como cisgénero porque disponen ya de esta formación lingüística; o genderqueer quienes no se conforman con la dualidad de géneros porque sienten fluir su identidad entre lo masculino y lo femenino; o pansexual quienes pueden proyectar su energía libidinosa sobre las gentes indiferentemente del género y del sexo. En síntesis, la formación resultante del hecho de estar informadxs y de posicionarse en la escena social sería lo que marcaría la diferencia entre lxs inicadxs y lxs no iniciadxs.

Cineasta con siete largometrajes, casi una veintena de cortos e incontables participaciones en proyectos ajenos o/y colectivos a mis espaldas. Pintor que gusta en darse baños de color. Y escritor que preferiría ser ágrafo. Estoy preparándome para huir al margen del Estado, fuera del sistema. Me explico en "Dulce Leviatán": https://vimeo.com/user38204696/videos

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