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Mein Kampf no se toca, nene, caca

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Noticia de alcance: Mein Kampf, el testamento vital de Adolf Hitler, ha dejado de estar sujeto a derechos de autor. Hasta ahora, los herederos del führer, que a falta de una buena camada compartida con Eva Braun eran los ciudadanos de Baviera por medio de su estado, ya no pueden oponerse a una posible reedición del libro. Ahora, tú, pequeño editor, tienes la oportunidad de darle lustre a tu catálogo con una pizca de propaganda nacional-socialista. De hecho, ya se te han adelantado; ya va camino de la imprenta una “edición crítica” del manuscrito.

Y algunos, mire usted, andan muy preocupados por todo esto. Probablemente se celebren cumbres internacionales donde grupos de sabios, tras medirse sus respectivos miembros y constatar que, en efecto, no son gran cosa, se sienten a debatir sobre la conveniencia de que el populacho, la chusma, lea Mein Kampf. Sabios poco espabilados que ignoran dos cuestiones capitales. Primero: que aquí no lee ni dios. No hay peligro de pandemia nazi salvo que Marca entregue el breviario de Hitler por capítulos, a ser posible tatuado en las tetas de sus “musas”. Si Mein Kampf se funde con la dermis del opio del pueblo, fútbol y macizas, podemos tener un problema. Pero antes de llegar a este punto habría que plantearse la segunda cuestión: hace unos 15 años que se coló en las casas de todo el planeta, al menos de la parte del planeta que importa a estos sabios, un invento mágico llamado internet. A través de internet los pederastas encuentran material de pederastas, las chicas anoréxicas aprenden a vomitar correctamente, Pablo Iglesias puede aprender a fabricar una bomba lapa y tu hijo de diez años descarga Rambo versus Zombies Nazis (sólo en XBOX) previa inhabilitación del control parental presionando CTRL+F5. Pero sí, quizá convenga prohibir la reedición de Mein Kampf y evitar avanalchas innecesarias en las librerías. La gente ya se lo baja tranquilamente al Kindle.

¿SI LEO MEIN KAMPF ME HARÉ NAZI?

Si los sabios andan tan cuitados por el acontecimiento literario del año es porque viven en la convicción de que leer a Hitler te convierte en Hitler, o en un mini Hitler. El ser humano es así, pueril, maleable. Vas a ver Karate Kid con ocho años y después te aplastas los huevos contra un taburete intentando ejecutar la grulla. Lees Mein Kampf y, como le pasaba a Woody Allen cuando escuchaba a Wagner, te entran ganas de invadir Polonia.

Es una relación perversa con la inteligencia media y el espíritu democrático en nombre del cual se pretende borrar de la historia todo lo que Hitler pudiera haber dicho o escrito. Es una nueva forma de despotismo ilustrado; todo por el pueblo pero, ahora que el pueblo (¡vaya putada!) ha aprendido el abecedario nosotros decidimos qué debe o no leer. Se prefiere lo que en Hitler, una película sobre Alemania, obra bastante más silenciada de facto que Mein Kampf, HJ Syberberg llamaba la “pornografía del holocausto”. Lo único que hay que conocer del Tercer Reich son los montones de judíos gaseados. De esto nadie tiene los derechos, sale gratis, y 70 años después sigue siendo una industria boyante. Nada vende más entradas de cine que un campo de concentración. Qué importa si hasta llegar a Auschwitz sucedieron un par de cosas, que no haya efecto sin causa y que fueran las masas que no habían leído Mein Kampf las que auparon al poder al Lucifer del siglo XXI. A los sabios, conscientes de esa naturaleza infantiloide, del pueblo les gusta lanzar mensajes simples, sencillos; como el papá que hace “brrrrmmmm” mientras hace planear la cucharada de potito hasta la boca del crío.

Mein Kampf = Holocausto. Porno = Sexualidad distorsionada. Marilyn Manson = Matanza de Columbine. Mezquita = Musulmán con un chaleco de explosivos. El efecto siempre antes que la causa, o directamente nos inventamos la causa. Total, qué más da. Que los nenes unan los puntos con el temloroso trazo de su escritura de bebé. Dos puntos, no más.

HITLER MURIÓ POR TUS PECADOS… Y NO QUIERES SABERLO.

Ahora viene el giro maestro del relato. Música dodecafónica, un ligero redoble de tambor, y… Los sabios tienen razón. Sí, así es. Somos esclavos de la simpleza, pero no por las razones que ellos creen. No por aniñados, sino por displicentes. El porno no maleduca, Marilyn Manson no engendra ideas sociopáticas y de la mezquita no se sale con un AK47, no al menos de cualquier mezquita construida fuera de la cabeza de Eduardo Inda. Al porno, a Marilyn Manson, a la mezquita y a Mein Kampf llega ya uno maleducado, sociópata, con la granada en el bolsillo. Antes de llegar a todos esos lugares, escritos, consignas pasa uno por un sitio que conoce mucho mejor y donde las ideas siempre quedan claras: tu puta casa. Ahí aprenderás a pensar o a ser un borrego. Otro sabio que tenía razón, pero tampoco por los motivos que él pensaba, José María Aznar. “Los asesinos no están en lejanas montañas”.

No, quizá no proceda deajar Mein Kampf en manos de cualquiera, pero tampoco procede permitir el acceso a vídeos de zoofilia y, sin embargo, es preferible el libre acceso a esos vídeos antes que someternos a la dictadura de lo que es o no correcto cuyos dogmas imparte no se sabe muy bien quiénes ni con qué potestad. A lo mejor son los mismos que, como lamentaba (y aceptaba) amargamente el propio Hitler, marioneta mediante en la película de Syberberg, le han convertido en el gran villano de la historia. En el único villano. Hitler hizo buenos a los que llegaron antes que él y mejores a los que vinieron después. Es un icono pop, una estrella del rock and roll caída en desgracia. Su discurso, el de verdad, no el de los memes, adecuadamente procesado por el pueblo, por un pueblo formado, por el pensamiento crítico, podría llevarnos a una conclusión que no nos iba a gustar. Con Hitler no terminó nada, con Hitler empezó todo. Pero shhhh… que no se enteren los niños. Duérmete, criatura, duérmete. Los sabios velan por tu seguridad.

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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