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Tim Lane: “Hay muchas Américas diferentes dentro de América”
Dentro de unos cuántos años, “Coches Abandonados” será recordado como la pieza de toque de Tim Lane, un cómic-mundo que explora, e incide, en esos Estados Unidos fantasmales de carreteras secundarias y vidas ahogadas en su propio vómito existencial. Desde “Las uvas de la ira” hasta “Nebraska”. Bienvenidos al otro lado del paraíso.
Estados Unidos, maná para los desheredados del mundo, tierra prometida de vagabundos que se mueven entre biblias y pistolas. Sueño que deviene en pesadilla. Extraño país que nos ha dejado ciegos frente al televisor, escondiéndonos en las andanzas de cualquier perdedor de cine negro. Sonidos eternos en la narcótica noche americana… “Coches abandonados”refleja ese inconexo espíritu de una nación llena de cunetas, decadencia, aislamiento; desesperada en su confrontación de realidad y deseo. Personajes con alucinaciones de Elvis, el mito de Stagger Lee, la caída en desgracia del hombre anónimo, y Marlon Brandocomo ejemplificación de todo en la metamorfosis de sus facciones.
Un cómic como “Coches abandonados” requiere de experiencia, o una precisa imaginación. Teniendo en cuenta la juventud de Tim Lane, se le augura un brillante futuro en el negocio.
No hace mucho que se ha editado en España “Coches abandonados”, y no es un cómic usual, no sigue una estructura fija, sino que son diferentes historias, pero a la vez, todas son parte de la misma esencia, Estados Unidos y su oscuridad. ¿Cómo fue su proceso de creación?
Quería crear algo que transmitiera ciertas ideas sobre algo que había tenido en la cabeza durante mucho tiempo, una especie de drama mitológico americano a partir del estudio de unos cuantos personajes. No es fácil resumir con exactitud el drama del que te hablo sin darte ejemplos a través de las diferentes historias. Comencé esta especie de exploración mucho antes de los relatos cortos de ‘Coches abandonados’, con una historia más larga llamada ‘El piano beligerante’ en la que quise incidir en esa mitología que es inherente a América a través del viaje del protagonista. Pero me dí cuenta de que había un problema con la extensión, que había limitaciones a la hora de explorar ese drama en una sola historia, no importaba lo épica que fuese. Así que empecé a escribir historias más cortas con muchos más personajes, lo que no me limitaría a un solo tiempo y un solo lugar. Contado así, puede parecer que todo queda muy definido, pero no… En realidad siento que más que explicar el drama, lo estoy explorando, como si me abriera paso en una habitación a oscuras. ‘Coches abandonados’ y ‘El piano beligerante’ son intentos de darle un sentido a ese drama que no llego a capturar del todo en mi cabeza.
En el cómic hay una serie de interludios, textos que parecen como pequeños ensayos. ¿Qué importancia tienen esos textos dentro del cómic en sí?
Escribí un breve ensayo sobre ‘El gran drama mitológico americano’ en la contraportada de ‘Coches Abandonados’, y tengo que decirte que lo pomposo del título era algo premeditado: tienes que imaginarte a un charlatán de feria invitándote a su espectáculo, algo como “¡Damas y caballeros! ¡Acérquense!”… algo así. Los relatos implican una interacción entre el lector y el autor, que es algo que me gusta, algo que necesito y que incentivo. Básicamente depende del lector decidir si hay algún mito de por medio o si sólo se trata de un producto de mi imaginación. En realidad es una invitación a que vengan a explorar conmigo. Las viñetas en las que aparece un cuadro acompañado de una sola imagen, están influenciadas por las viñetas que separaban las historias cortas de ‘In our time’, de Hemingway. Quise intentar algo así para “Coches abandonados” y en los siguiente libros de historias cortas. Los otros ‘separadores’, las viñetas de cómic más cortas, tienen siempre al mismo personaje y forman parte de una narración más larga. El personaje, de hecho, se supone que es ‘El maniaco depresivo de otro planeta’, y tan sólo a través de esas “fotos” se pueden conocer sus reflexiones internas. Esas viñetas se basan un poco en “Apuntes del subsuelo” de Dostoievsky. Creo que el antihéroe sin nombre de ‘Apuntes del subsuelo’ podría encontrar su doble sin problemas en la América de hoy en día. Por eso escribí esas pequeñas piezas y pienso continuar su soliloquio en futuros libros. Su historia, contada a través de viñetas, tiene un final, pero no llegará hasta el tercer libro de la trilogía que ha comenzado con ‘Coches abandonados’.
Hay algunos aspectos de “Coches abandonados” que parecen autobiográficos, pero suponemos que con el filtro del cómic, se habrán distorsionado en alguna medida.
Bueno, ‘Spirit’, la historia en tres partes sobre ir saltando de tren en tren, es totalmente autobiográfica. Lo de los trenes en América es como una tradición que continúa hasta nuestros días. Quise experimentar esa parte del “americanismo” en carne propia, y no sólo con un propósito investigador, sino también por la emoción de hacerlo. Desde entonces me he colado en trenes muchas veces, aunque nunca he atravesado todo el país haciéndolo. Aparte de esa, sin embargo, ninguna de las historias es autobiográfica, aunque todas son, de algún modo, reflejo de mí mismo. Casi todas implican a personajes que he conocido, o al menos hibridaciones de mí mismo y personajes que he conocido. Me es más fácil comunicarme a través de las voces de otros, incluso aunque sus historias estén pasadas por el tamiz de mi propia personalidad.
¿Y cómo trasladaste tus recuerdos de viajero de trenes a “Spirit”?
Fue muy complicado, porque se trataba de mí, una historia real. Era muy consciente de ello y quise que cada detalle fuera lo más fiel posible a la historia, aunque al final me di cuenta del error que cometía haciéndolo de esa manera y decidí que cualquier vida es susceptible de ser interpretada de forma subjetiva, así que… ¿por qué preocuparse tanto por cómo fueron las cosas en realidad y no por cómo las había experimentado yo? Hay una película fantástica, dirigida por Todd Haynes, que se llama ‘I’m not there’, una suerte de semblanza de Bob Dylan a través de las diferentes personalidades que ha ido adoptando en su carrera. Creo que el director fue muy perspicaz desde un punto de vista al usar esa técnica, y puedo verme a mí mismo a través de un objetivo similar. En la época en la que me colaba en los trenes era más como un personaje de Kerouac, o de London. Esa fue la identidad que adopté. Otras veces me ponía en la piel de un socialista, de un publicista, de un profesor, un marido… y así una y otra vez. Ninguna de esas cosas fueron impostadas o artificiales, sino extensiones de mí mismo. Y a través del ojo subjetivo para mí todos esos personajes eran diferentes. Como te decía, ¿por qué preocuparse por la verdad específica que algo encierra cuando puede ser más verdadero representarlo en la manera en que yo lo percibía subjetivamente? En el futuro me gustaría seguir en esa línea, con esa técnica autobiográfica. Eso siempre que pudiera traspasar la propia consciencia de mí mismo y mi disconformidad para con algo tan ególatra como una autobiografía.
A lo largo de la historia de Estados Unidos ha sido habitual destruir a leyendas como Marilyn Monroe, y al mismo crear una cierta mitología romántica de asesinos en serie, o gente del estilo a Charles Manson. ¿Encuentras alguna explicación a ese fenómeno?
Generalizar tanto sobre América y los americanos es complicado, porque hay muchas Américas diferentes dentro de América. En lo esencial, sin embargo, tenéis razón, aunque no sé si podemos catalogar a Manson de héroe romántico…Lo cierto es que en América se le da ese aura de romanticismo a algunos criminales, a asesinos en serie y sociópatas varios. Si me pidieras que lo simplificase, diferenciaría entre dos categorías: aquellos a los que veneramos y esos otros cuyos crímenes son tan espantosos que nos aterran y nos dejan sin habla, los que engendran en nosotros una especie de morbo, como cuando no puedes evitar mirar a las víctimas de un accidente. En la primera categoría, es la que puede coincidir con la de los románticos, podemos incluir a John Dillinger, Al Capone, Blonnie y Clyde, Billy el Niño, Jesse James… En algunos casos, como los de Dillinger o Bonnie y Clyde, criminales de los años treinta, creo que tocaron la conciencia colectiva en aquella época de la Gran Depresión, y su eco aún resuena. Hacían cosas para conseguir lo que querían, y no había poca valentía en sus actos, casi heroísmo a veces. También ayudó a crear ese aura el resentimiento reinante contra los bancos y las clases pudientes. Podríamos decir que la gente vivía indirectamente esas aventuras a través de ellos. Al mismo tiempo eran personajes amorales que representaban hasta qué punto la ley se había convertido en una broma. Eran demonizados y temidos. Hay que recordar que un héroe de otra clase, J. Edgar Hoover, se estaba haciendo un nombre en el FBI durante esa misma época, en parte por la incapacidad de las leyes locales para ir más allá de sus jurisdicciones. Es complicado, y no creo que haya una respuesta fácil. Otra razón por la que creo que esos personajes tienen el aura romántica del que hablamos es porque representan parte del espíritu aventurero que ha impregnado a América desde el principio. Aventura, anarquía, ausencia de dictados y reglas… todo eso. Dentro del corazón de América, creo, hay un gran sentido de desconfianza y falta de respeto hacia normas y leyes. Por otro lado esperamos mucho de nuestro gobierno y de las autoridades. Hay grandes contradicciones en la cultura americana, y a muchos niveles. Eso es, en parte, lo que la hace tan interesante. Personajes como Dillinger se hacen grandes gracias a los mitos y los rumores. Se hace difícil discernir la verdad de la ficción. Creo que hay, asimismo, razones étnicas y socio-económicas para convertir a criminales en iconos. Stagger Lee fue un asesino, no hay duda, pero para la comunidad afroamericana de finales del siglo XIX se merecía un cierto respeto por haber vivido y haber medrado en una ciudad donde el racismo y la segregación estaban a la orden del día. Una de las maneras en que un afroamericano podía salir adelante en un clima así era convirtiéndose en un criminal. Con el tiempo, la leyenda de Stagger Lee ha llegado a representar una actitud de independencia, de desafío a la sociedad, de vivir por encima de la ley colocándose al margen de ella. Su leyenda, o su mito, continúa en la sociedad americana del siglo XX a través de Malcolm X, Bobby Neale y los Panteras Negras, Shaft, etc., etc… Y así hasta el presente.
¿Y en cuanto a los asesinos en serie?
Entrando en Manson, Bundy y demás…creo que nos horrorizan hasta tal punto que acaban fascinándonos. Debe haber una especie de respeto inherente ahí, algo que nace de la intimidación que sentimos ante los que viven sin ningún tipo de código moral. Puede que también se deba a que representan lo peor de la conducta humana, y eso despierta algún tipo de alarma en nuestro interior. Siempre hay algo de fascinante, de asombroso en el asesinato sin motivo, o en hacer cualquier cosa sin motivo. Nos gusta pensar que hay una razón para todo y, cuando no la hay, pues todo nuestra percepción de una sociedad estable y predecible se va al carajo. Se van al carajo nuestros paradigmas. Hay una canción maravillosa en ‘Nebraska’, de Springsteen, la canción titular, de hecho, que trata sobre un asesino en serie y que está basada en una historia real. Al final del tema el asesino, que es también el narrador, pregunta: “¿Queréis saber por qué hice lo que hice?”. Y su respuesta es: “Bueno, creo que, simplemente, hay maldad en el mundo”. Esa ‘maldad’ siempre nos coge desprevenidos y, de alguna manera, nos cautiva.
Estados Unidos es la ‘tierra de las oportunidades’, o eso dicen. También es la tierra de la redención. Sin embargo, las cosas no son como parecen, porque te puedes topar con ese otro país bizarro y aislado, algo muy patente en tus cómics. ¿Por qué hay esa contradicción entre lo que América le vende al mundo y lo que es en realidad?
Creo que aún hay algo de verdad acerca de lo de la tierra de las oportunidades y de la redención, aunque últimamente sea menos poético y más relativo. Sólo me hizo falta toparme con un inmigrante para aprender el significado del ‘sueño americano’. Cuando tenía poco más de veinte años trabajé en un parking en Minneapolis. Era una época en la que me asqueaba especialmente todo aquel rollo del ‘sueño americano’. Muchos de mis compañeros eran rusos o africanos. Uno de los africanos era muy amable, muy trabajador; un tipo muy optimista de unos cuarenta años. Una noche empezamos a hablar de su vida y descubrí que era licenciado en Ingeniería en su país, pero su título no valía nada en América. Tenía dos trabajos y asistía a clases nocturnas en la Universidad de Minnesota, básicamente para volver a sacarse la carrera que ya tenía. Le iba a llevar mucho tiempo conseguirlo yendo sólo a clases nocturnas, pero eso no le desanimaba. Me impresionó mucho y me dio una lección de humildad. Me sentía avergonzado. Todo aquello me hizo pensar en el hecho de que la mayoría de los americanos somos inmigrantes, que en algún punto de nuestro árbol genealógico se podía encontrar gente como este africano que dio el gran salto continental para, con toda seguridad, nunca volver a su hogar. Gente con agallas. Por eso mi postura con respecto al sueño americano es complicada y confusa. Siento que hay muchas ramificaciones desafortunadas en el condicionante social que lleva al sueño americano. Habéis mencionado que hay una contradicción aparente entre lo que América le vende al mundo y cómo es en realidad. Existe esa contradicción, pero tiene por qué ser algo intencionado. Promocionarse es a menudo un acto superficial. Bueno, en realidad, es siempre superficial. Y hay mucha promoción en América. Lo que eso haya provocado en la gente es otra historia. Sin embargo, aunque soy optimista con respecto a que América sigue siendo la tierra de las oportunidades, estoy más pendiente, y empatizo más con esas personas, que somos la mayoría, cuya idea del sueño americano no terminó de materializarse. De lo que no habla nadie nunca es de cómo lidiar con los sueños que se fueron al garete. Parece como si pudieran escucharse voces en el aire susurrando: “Puedes ser lo que quieras ser… el cielo es el límite”. Te hace sentir que, si no tienes éxito en lo que sea que te propongas, entonces eres un fracasado. También separa a la gente de la comunidad, convirtiéndoles en pancartas bidimensionales para ellos mismos y en fanfarrones, el cincuenta por ciento de todo lo cual no es más que pura ilusión. Mucha gente nunca lo alcanza, y para el sueño americano son una decepción. Se endeudan, se hipotecan, conducen coches que no se pueden permitir. ¿Dónde va uno entonces? ¿De quién es la culpa si lo apostaste todo a una idea que no funcionó? Es una cuestión compleja que yo trato de entender a través de mis historias, y quizá algún día alcance la sabiduría, pero aún no lo he hecho.
Springsteen dijo una vez que aprendió más del cine sobre Estados Unidos que estando en clase. ¿El cine negro, o las novelas de detectives, reflejan realmente la personalidad de los Estados Unidos?
Creo que reflejan diferentes aspectos de la personalidad americana, aunque siempre depende de qué películas estemos hablando. Muchos de los grandes clásicos del cine negro de los años cuarenta, que es la época que los vio nacer, estaban basados en novelas de detectives, lo cierto es que el cine negro, como género, iba mucho más allá. Llega hasta la naturaleza oscura de la sociedad, representada por individuos, y en casos como ‘Perdición’ se mostraba lo fácil que podía ser para un ciudadano normal, temeroso de las leyes y de Dios, convertirse en un delincuente por culpa de la avaricia o de decisiones equivocadas. Es interesante el hecho de que muchos de esos clásicos fueron rodados a finales de aquella década y a principios de los cincuenta, una época muy conflictiva en América. La representación ‘oficial’ de la América de aquel entonces fue la de un país floreciente y próspero. Por un lado, América había jugado un papel decisivo en la victoria sobre la segunda guerra mundial, comenzando así una era de bonanza económica y de relevancia del país a nivel mundial. Al mismo tiempo fue una época en la que todo era muy inestable, con muchos problemas sociales debidos a los cambios que América atravesaba. Las cosas no se habían definido del todo aún. Al contrario de lo que la gente cree, los soldados que volvieron de la guerra no siempre fueron recibidos como héroes; muchos de ellos estaban mentalmente trastornados por lo que habían sufrido, pero no había medicamentos ni clínicas especializadas para tratar el síndrome de estrés post-traumático. Creo que entonces lo llamaban neurosis de guerra. Muchos de ellos estaban totalmente incapacitados, y aun así se esperaba de ellos que se reintegrasen en la sociedad, sin más. Todo el país tenía que acostumbrarse a un nuevo estilo de vida. Si hablas con alguien que viviese aquella época te darás cuenta de que había una carga importante de incertidumbre en el ambiente. Nadie sabía cómo terminaría todo. Y creo que el cine negro refleja esa incertidumbre, esa ansiedad. Si es cierto que las películas y la industria del entretenimiento son el reflejo de cada época; si es verdad que América era tan optimista y había tanta autoconfianza, entonces, ¿cómo es que se rodaron películas tan oscuras, con tanto suspense y tan inquietantes? hay otras películas de entonces que retratan el conflicto de la posguerra y que no son cine negro: ‘Los mejores años de nuestra vida’, por ejemplo. En el neo-film noir, en cintas como en ‘Chinatown’, se utilizó el género para fines diferentes. En la cinta de John Huston se representó de una manera alegórica la etapa post-Nixon, post-Watergate, de la América que desconfiaba de la corrupción del gobierno. Y las películas desde entonces han usado técnicas del cine negro para, creo, representar aspectos de la cultura moderna que encuentran su reflejo en la ansiedad o la oscuridad de finales de los 40. ‘Taxi driver’ o ‘Malas calles’ son buenos ejemplos.
¿Y cómo te ha afectado en tu obra ese tipo de cine?
Utilizo influencias del cine negro en mis cómics porque la ansiedad y la incertidumbre que crea gráficamente es muy representativa de la cultura americana de hoy en día, pero también de la de ayer. El cine negro, como estilo, es igualmente algo totalmente americano. La sociedad americana actual está llena de ansiedad, nadie está seguro de lo que va a pasar. Por ponerlo en términos de cine negro, parece como si todo estuviera parcialmente cubierto de sombras, y no se sabe muy bien qué ocultan esas sombras. Vivimos en una época confusa. Es un período de nuestra historia que da bastante miedo. Al mismo tiempo existe ese enorme mito sobre un pasado glorioso, un pasado no tan distante en el que, por lo que parece, seguimos anclados a pesar de vivir entre ruinas. Es como un enorme rastrillo. Es particularmente interesante ahora, con los cambios que se están produciendo en la industria del automóvil y esa moda, o necesidad, según se mire, de lo ecológico y los coches que ahorran combustible. Ya a nadie le interesa que un coche sea llamativo y, en América, ese solía ser el principal atractivo de los coches. Ha habido un revival del Ford Mustang GT, el Thunderbird, el Chevrolet Camaro o del Dodge Challenger. Es algo así como decir: “¿recuerdas cuando éramos así?”. Son coches llamativos y me hacen sonreír cada vez que veo uno, pero es una experiencia agridulce, porque no puedo evitar sentir que es como la última explosión al final de un espectáculo fabuloso de fuegos artificiales. No quiero que parezca que estoy en contra del ecologismo o algo así; desde luego no abogo por seguir fastidiando el medio ambiente para que podamos conservar nuestros cochazos. Yo reciclo. Pero no niego que me encantan esos viejos coches, su diseño y lo que una vez representaron, y los echaré mucho de menos cuando desaparezcan del todo. Todo tiene su momento. Si hablamos de literatura de detectives, me fijo en el detective: si piensas en él como un personaje entre muchos dentro de un vastísimo drama mitológico que es reflejo de América, es lo más parecido a un filósofo. Siempre es el que vas detrás de la verdad, al que todos tratan de engañar, y cuando, al final, descubre la verdad, normalmente es algo terrible que todos, él incluido, desearían que no hubiera salido a la luz. Suele ser algo que destroza el statu quo que todo el mundo había aceptado como real.
Imaginemos que las historias de “Coches abandonados” van a adaptarse al cine por distintos directores. ¿A quiénes elegirías? ¿Cuáles serían los ideales para ese proyecto?
Esa es una pregunta difícil. Me parece incluso algo presuntuoso plantearme algo así. Pero bueno, vamos a fantasear (Risas)… Depende de qué historia elijas, supongo. O mejor mezclemos las virtudes de mis directores favoritos en uno solo. Estudio muy de cerca el estilo de diferentes directores cuando proyecto un panel de secuencias. Probablemente en el que más me fijo sea Orson Welles, pero también en Fritz Lang. Creo que esos serían mis dos directores favoritos dentro del terreno del cine negro; me encanta cómo desarrollan la tensión y la ansiedad. Y soy un gran fan de John Huston, claro. La manera en que captura el entorno y los paisajes, que son como un personaje más dentro de la historia. Para las historias sin título, esas que en el índice aparecen como “En mis sueños”, querría a Federico Fellini, cuyo ‘8 y medio’ es uno de mis filmes favoritos de todos los tiempos. Si me preguntas por directores más actuales, el estilo de los primeros trabajos de Gus Van Sant sería perfecto, o un joven David Lynch. Igualmente, me gustan muchísimo ‘Réquiem por un sueño’ y ‘El luchador’, de Aranofsky; le puedo imaginar sin problemas dirigiendo las dos historias sobre John. Aunque si pudiera escoger a Woody Allen para que adaptase ‘Coches abandonados’ al completo en la línea de ‘What’s up, Tiger Lily?’, eso sería estupendo”. (Woody se limitó a inventarse subtítulos para una popular película japonesa de detectives y así la reestrenó en EEUU).
Tus cómics pueden conectar con el universo de Jim Thompson, o con el de autores más recientes, como Barry Gifford. También, como hemos hablado antes, hay mucho de film-noir… ¿Alguna otra conexión que se nos escape, con otros cómics, por ejemplo?
La verdad es que no veo esa conexión con Thompson y Gifford, al menos no al nivel que dice la gente. Creo que las historias se pueden identificar más con Raymond Carver…. Leí a Jim Thompson cuando tenía veinte años, pero nunca a Barry Gifford. Si esas influencias existen, diría que me llegan a través de otros… algún otro escritor o algún director de cine, tal vez otros dibujantes de cómics que sí que fueron influenciados por Gifford, e indirectamente, esas influencias llegaron hasta mí. Hay algunos malentendidos con ‘Coches abandonados’. Incluso me he encontrado con quienes piensan que sólo leo a Kerouac, Henry Miller, Hemingway y Jack London, aunque ya he dicho que fueron muy influyentes para mí en mis años de universidad, pero no después. En cuanto a las conexiones con otros cómics, creo que los cómics de crímenes de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta tienen una gran impronta en mi trabajo, sobre todo ‘The Spirit’, de Will Eisner, que es de finales de los 40, y los ‘Crime and Shock Suspenstories’ de EC. También me gusta lo que hico Jack Cole para ‘True Crime’. Vuelvo una y otra vez a ese material en busca de inspiración. Eisner fue un tío tremendamente innovador a finales de los 40 y siempre me inspira la forma en que cambió la maquetación de los cómics.
Ha quedado claro que Springsteen es una de tus grandes influencias, discos como “Nebraska” o “Darkness on the edge of town” son perfectos para leerte. Son discos que de veras conectan con el espíritu de tu obra. ¿Qué es lo que más te atrae de su música?
Lo primero, su sinceridad. Además, Springsteen es increíblemente bueno reconociendo y retratando ciertos aspectos y dimensiones de la cultura americana. Sabe manejar de maravilla nuestra mitología. Como yo, él también explora el lado más oscuro del sueño americano… o más bien debería decir que soy yo el que trata de hacerlo como él. No empecé a bucear en el drama mitológico americano a través de la música de Springsteen de forma consciente, pero desde luego que debe haber una conexión. Mientras más asimilaba la mitología americana, más la reconocía en su música. Es muy difícil para mí analizarle, porque he sido fan suyo durante mucho tiempo; desde que era un niño. También podrías argumentar que su manera de ver el mundo moldeó la mía, porque he formado parte de su público desde casi siempre… Por encima de todo, hay algo inexplicable en su música y en su persona que resuena dentro de mí. En su música puedes encontrar un gran sentido de la empatía. Empatiza con todos sus personajes y rara vez se muestra cínico, condescendiente o despegado. Sus canciones, muchas de las cuales están narradas en primera persona, son muy comprensivas con sus personajes y no les falta al respeto. A veces incluso envuelve a personajes cotidianos en un aura de honor y dignidad. La ironía y el cinismo son, y han sido durante mucho tiempo, algo muy extendido, y también la indiferencia; pero en Springsteen no encontrarás nada de eso. Se expresa en un lenguaje muy sencillo, algo que yo aprecio y admiro. Es un contador de historias extraordinario. Dos canciones que ahora me vienen a la cabeza a ese respecto son ‘Highway Patrolman’, de ‘Nebraska’, y ‘Galveston Bay’, de ‘The Ghost of Tom Joad’. Son historias sólidas que se sostienen por sí mismas, pero que en el contexto de sus respectivos discos te dan una sensación de comunidad, de ser una verdadera sociedad. Springsteen canta sobre la gente de a pie… gente con la que te cruzas cada día y a la que no le prestas ninguna atención. Les da contenido a sus vidas, las enriquece; les da textura y volumen. Puede cantarle tanto a la alegría como a la desesperación o el desengaño. Sus personajes tienen su momento de fiesta y regocijo incluso aunque a menudo se cierna sobre ellos la tragedia. En ‘The River’, por ejemplo, tienes canciones como la que titula el disco, como ‘Fade away’ o ‘Stolen Car’, que son muy duras, muy crudas; pero luego hay otras como ‘Sherry Darling’, ‘Cadillac Ranch’ y ‘Out in the street’ que son más festivas y parecen decir que hay que divertirse un poco (Risas). También tenemos canciones de amor grandiosas: ‘Drive all night’, ‘I wanna marry you’ o ‘Wreck on the Highway’. Son canciones preciosas. Y luego temas algo contradictorios, como ‘Hungry Heart’, con una letra muy trágica y una melodía absolutamente alegre. Habéis mencionado ‘Darkness on the edge of town’, que, por supuesto, es un disco fenomenal. Es difícil que Springsteen llegue a ser más crudo de lo que lo es ahí, y la manera en que fuerza su voz para sonar más desgarrado resulta tan importante como las propias letras a la hora de transmitir la decepción y la desesperación de sus personajes… Podría seguir hablando y hablando sobre Springsteen. Creo que ‘Darkness…’ es su disco más sombrío.
¿Te gustaría hacer un cómic basado en alguna de sus canciones, o en sus discos?
Lo he hecho. En ‘Coches abandonados’, la primera historia, ‘Ghost Road’, es como mis respuesta a ‘The Road’, una canción que, en teoría, es la segunda parte de ‘Thunder Road’. En muchos aspectos ‘Nebraska’ es la razón por la que empecé a hacer historias gráficas cortas que, leídas todas juntas, se convierten en una historia más larga. Ahora mismo estoy trabajando en una historia para el próximo libro en la que hay un policía, y estoy pensando en llamarle Joe Roberts, que es el narrador de ‘Highway Patrolman’. Sería el mismo personaje unos años después. Una historia diferente, pero el mismo Joe Roberts de “Highway Patrolman”. Sólo se darán cuenta de eso los fans de “Nebraska”. Es mi manera de quitarme el sombrero ante el jefe.
Hasta entrados los ochenta, todo lo que hizo es excepcional, y luego continuo creando grandes discos, pero ya no era lo mismo ¿Por qué crees que cambió su manera de hacer música y su actitud después de “Born in the USA”?
Su forma de escribir se volvió mucho más autobiográfica. Se casó y empezó a escribir canciones muy personales sobre lo que supone mantener a flote un matrimonio. Después se divorció y también escribió sobre eso. Se volvió a casar, tuvo hijos y estuvo escribiendo sobre ello durante una época… En su obra comenzó a darle menos énfasis a los personajes ficticios y se centró en sus propias experiencias. De todas formas, a pesar de todo, sigue sazonando sus canciones con personajes que está claro que no son él. Todos ellos tienen canciones con un espíritu parecido al del material antiguo, pero creo que desde que volvió a reunir a la banda y compuso ‘The Rising’, ha vuelto al punto en que lo dejó en ‘Born in the USA’. ‘Ghost of Tom Joad’, por otro lado, fue un retorno al estilo crudo de ‘Nebraska’ mucho antes de que la banda se reuniera. Igual que ‘Devil & Dust’. Por cierto, es interesante saber que muchas de las canciones de ‘Born in the USA’, incluido el tema del título, fueron compuestas para ‘Nebraska’, que se editó unos cuantos años antes. La versión original de ‘Born in the USA’ era increíblemente desnuda, sin la E-Street Band. Se empapa de la desesperación del personaje de una manera en la que no lo hace la versión que acabó convirtiéndose en un himno.
Otro artista que sueles mencionar con el espíritu de tus cómics es Tom Waits. La verdad es que muchos personajes tuyos podrían poblar sus temas.
Me gusta todo lo que ha hecho Tom. Ha sido siempre un escritor y un músico excepcional, y me ha influido mucho. Aunque supongo que me atraen más sus trabajos recientes, los que tienen ese componente feriante y teatrero. Me estoy refiriendo a cosas como ‘Black Rider’, pero me gusta su obra al completo. En algún momento pareció como si dejase atrás su faceta de músico para convertirse en una especie de showman, y a mí me gusta tanto el músico como el showman. Es muy bueno creando ese universo que suena a huesos tamborileando. Es algo fascinante, como si alguien hubiera liberado a todos los fantasmas del desván y se hubieran montado su propia danza macabra (Risas). El trabajo de Waits, como el de Springsteen, está revestido de mitología americana, aunque de forma diferente. Su mundo es el de los crápulas, los románticos y los alcohólicos. El lenguaje de Waits es muy poético y teatral, mientras que el de Springsteen es más sencillo, más sincero, al menos a partir de ‘Born To Run’. En general, los personajes de Tom no parece que se dediquen a nada; sin embargo, los de Bruce están siempre hartos de trabajar. Los de uno son bichos raros y marginados; los del otro son pobres diablos y gente de a pie. Hay mucho realismo en Springsteen, mientras que el universo de Waits es muy surrealista, como de pesadilla.
Y la música en sí, ¿de qué forma te influye?
La música tiene una importancia capital en mis cómics. Hemos hablado de Springsteen y Tom Waits, pero la influencia de la música en general va mucho más allá, tanto si es por las sensaciones que me transmite una melodía concreta, digamos algo de Doo wop, algo de la Motown o de Frank Sinatra, o por el componente teatral de alguien como Waits. Amo a Edith Piaf, y a Jacques Brel, y a Charles Trenet… por eso siempre hay música francesa de fondo en las historias del personaje. Me encantan las óperas de Puccini, y puedo ver claramente la naturaleza operística que subyace bajo la mediocridad en la vida diaria. Estoy permanentemente buscando formas más descriptivas de plasmar la música en mis cómics. La dificultad de ser demasiado específico con los sonidos y la música en los cómics creo que es su gran desventaja, y eso es algo en lo que las películas superan a los cómics. En los cómics puedes concretar, puedes hacer notar que está sonando de fondo, por ejemplo, ‘Sincerely’, de los The Moonglows; pero a menos que entiendas de doo wop o que conozcas la canción ‘Sincerely’ de The Moonglows, se perderá algo del contenido. En las películas, en las de Scorsese, por ejemplo, la música tiene mucha importancia. O los tangos en ‘El último tango en Paris’, de Bertolucci… si fuese un cómic podrías decir en algún momento que hay música de tango en el ambiente, pero hay algo sublime en la manera en que la música transmite el romanticismo decadente de ‘El último tango…’ y toda su tristeza. Si los cómics pudieran, al menos, ir acompañados de CDs… Pero incluso eso tendría sus limitaciones. Así que, si se os ocurre algo, ¡decídmelo! (Risas)
¿Cómo empezaste en el mundo del cómic?
Empecé con la historia que he mencionado antes, “El piano beligerante”. Continúo trabajando en ella, pero no soy muy constante. El resto está en mi weblog. Su última materialización ha llegado en forma de tiras como las de los viejos diarios, pero en el weblog. Trabajo en las viñetas y las cuelgo cuando tengo tiempo. Aparte de eso no he tenido una ‘carrera’ de verdad hasta la publicación de ‘Coches abandonados’, a no ser que contemos las cartas de rechazo de las editoriales. (Risas) Algunas historias de ‘Coches abandonados’ han aparecido en antologías de cómics, pero es mi primer libro en toda regla.
¿Hay otro tipo de historias que te gustaría desarrollar? Algo que fuese completamente diferente a lo que has hecho en “Coches abandonados”, que no tuviera ese cariz tan americano y de cine negro.
Sí. Tengo en mente una historia más personal y surrealista que juega con la idea de que, por cada decisión que se toma en la vida, hay un universo paralelo en la que se toma la opuesta y todo discurre de una manera completamente diferente. Para eso hace falta un punto de vista más romántico, más soñador, y todos los personajes acaban encontrándose al final en una especie de fiesta donde están todos sus amigos, sus demonios, sus enemigos y sus influencias… una especie de mascarada. Ahí estoy experimentando con una forma menos tradicional de contar historias a través de palabras e imágenes. Además, me gustaría que no fuese algo linear, así que… ¿quién sabe en qué acabará? Hace unos años empecé a trabajar en una historia similar llamada ‘October Burlesque’. Supongo que estoy volviendo sobre mis pasos y la estoy revisitando. Ya os he dicho que soy un gran fan de ‘8 y medio’, de Fellini; me encanta cómo mezcla realidad y fantasía. Querría hacer algo así. ‘October Burlesque’ es mi intento de aproximación a ese tipo de narrativa. Por supuesto, sigo trabajando en ¡El piano beligerante’. (Risas)
¿Y qué hay de tus planes a corto plazo?
Estoy tratando de terminar ‘Folktales’, el segundo libro de historias cortas de la trilogía que lidia con el drama mitológico americano y que ha comenzado con ‘Coches abandonados’. El tercer libro es ‘The Believers’. También trabajo en la historia que te he comentado. Todo eso debería mantenerme ocupado durante unos cuantos años.
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