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Rafael Berrio: “No hay que confundir nunca al autor con el personaje”
Llegó 1971 (Warner, 2010) y el auge de un compositor reivindicado por los nombres ilustres del panorama. Pero Rafael Berrio no vino ayer al mundo. Nada de eso. Fue uno de los máximos exponentes del Donosti Sound durante los 80 cuando era componente de UHF. Luego llegarían Amor A Traición y Deriva, pero la sombra de Berrio se replegó detrás de la cara visible de la música para componer para otra gente y perderse, mostrando de cuando en cuando sus propios y escasos discos. Como ya se ha dicho, 1971 dio la sorpresa y el relanzamiento de una figura que ahora vuelve a la lista de los intocables con Diarios (Warner, 2013), un álbum que va en la misma línea que el anterior arrastrando la poesía por el fango.
“Diarios” es un trabajo que, estéticamente, es hermano de “1971”. Pero me pregunto sí hay algún tipo de hilo entre ambos discos. Hay arreglos orquestales como en ‘Las pequeñas cosas’, cosa que se sucedía en menor medida anteriormente…
Lógicamente, al ser el segundo trabajo que hago junto a Senperena nos hemos tomado mayores confianzas y las cosas han funcionado de manera más suelta y espontánea. Es verdad que en este nuevo disco hay más arreglos y mayor presencia de la orquesta. Por otro lado no hay ya guitarra española como en “1971”. Pero aparte de estas pequeñas diferencias la producción viene a ser la misma en ambos discos.
Sin olvidarme del piano, instrumento que sí mantiene el protagonismo férreo. Igual ‘Simulacro’ era una canción que lo necesitaba, pero en “Diarios” nos encontramos con algo más intencionado.
Precisamente es el piano que toca Senperena quien lleva la base de todos los temas. Es natural que las canciones empiecen así. Pero no sé tocar el piano. Yo compongo con la guitarra. Con la guitarra española normalmente o a veces con eléctrica.
Letras nocturnas (‘Insomne’ o ‘Amanece’), aunque realmente fraguas una música nocturna en sí.
Yo no diría que son letras especialmente nocturnas, aparte de ‘Insomne’, naturalmente. Pero ‘Insomne’ habla del veneno de la literatura, de los libros y de la mesilla de noche repleta de volúmenes.
Y el nihilismo. Da la sensación de que las canciones narran hechos y situaciones “dejadas”. ¿Un minúsculo detalle puede hacer una gran canción?
Sí, una canción nace de una anécdota mínima y a partir de ahí se tira del hilo. Normalmente lo que viene a la cabeza es un primer verso y desde ese enunciado uno se pone a intentar ver qué podría haber más allá. Ese es el trabajo de escribir.
Por otro lado indago en la pasión, esa que arde con ‘Sé libre, sé mía’.
’Sé libre, sé mía’ habla de representar una ficción. Una vez más se ejemplifica una inadaptación a la realidad, al mundo real.
¿‘Santos mártires yonquis’ y ‘María Inmaculada’ son canciones que van de la mano de la tragedia y la grandiosidad?
No lo sé. La opinión del autor siempre es la más superficial, la más irrelevante. Son otros quienes tienen que adjetivar las obras. En relación con ‘Santos mártires yonquis’ se habla de la generación diezmada por la heroína a principios de los años 80. En cuanto a ‘María Inmaculada’ se trata el tema de la pérdida y la muerte con cierta ironía, con unas gotas de humorismo y algo de ternura ya inútil.
‘La virtud de la desgana’ refleja en cierto modo una especie de tormento. ¿Es necesario escribir sobre un malestar que te sucede en primera persona o se puede describir la angustia ajena?
En ‘La virtud de la desgana’ hay un tema recurrente que aparece en todos mis discos; que es el ostracismo, la hipocondría, el deseo de ser invisible. De una cierta “nonchalance” de carácter aristocrático, digamos. De todos modos, no hay que confundir nunca al autor con el personaje. Pecaríamos de ingenuos si confundiéramos al artista con su obra.
¿Lo que realmente construye al poeta es el romanticismo clásico, ese de ‘La alegría de vivir’?
No creo que el romanticismo tenga mucho que ver con la canción ‘La alegría de vivir’. Esta canción habla muy a las claras sobre el desencanto y el paso de los años. Está escrita en tercera persona, en ese “tú” que dialoga con la conciencia, por eso es acaso la más autobiográfica.
¿Y España? ¿España es un país que sufre de sordera?
No sabría yo decir de qué sufre España ni soy quién para hacer diagnósticos sociológicos. En cualquier caso, España es un sentimiento contradictorio, una mezcla de “país de todos los demonios” (como dice Gil de Biedma) y “Camisa blanca de la esperanza” (como la canta Blas de Otero).
El mundo no se arreglará en unas pocas líneas, pero… ¿y en unos párrafos? ¿Ciertas canciones pueden cambiar un momento de la historia?
Las canciones son poca cosa pero a veces pueden ayudar a comprendernos mejor, a experimentar el goce estético, a poner la mirada en el corazón de las cosas. Desde luego esto pasa en muy raras ocasiones. Por cada canción curativa existen millones de canciones inocuas o mejor dicho, alienantes o enajenantes que debemos evitar a toda costa y no es fácil dado su número y su fuerza. Saber discernir entre unas y otras es lo que importa. Sin olvidarnos tampoco del silencio.
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