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Miguel Poveda: “Soy paciente para el arte”
Son las cuatro de la tarde cuando Miguel Poveda (Barcelona, 1973) termina de comer en un hotel de la calle Alcalá. A pesar de haber sido a conocido por el público general con Coplas del querer (Universal, 2009) y ArteSano (Universal, 2012), Poveda lleva ya veinticinco años en la música, entregando algo más que discos: pasión. Esa pasión ha sido la que le ha traído hasta aquí, para mostrarse pletórico el próximo viernes 21 de Junio bajo las luces de la plaza de toros de Las Ventas y solitario ante su gente. Siente, Poveda, siente.
Lorca dijo que “esperando, el nudo se deshace y la fruta madura”. ¿A ti te gusta esperar?
Sí, claro. Pasarte toda la vida con prisas me parece que es un poco agobiante, estresante y además no te lleva a ningún lado. Con los años te vas dando más cuenta de eso. Al principio, con veinte años, quieres comerte el mundo y vas a otra velocidad hasta que finalmente el tiempo te hace entender que es mejor esperar.
Entonces no eres una persona impaciente.
Soy impaciente para muchas cosas, sí. Pero soy paciente para el arte, eso sí.
¿Cuánto has tenido que esperar para llegar a Las Ventas, por ejemplo?
Pues la verdad es que no estaba tampoco esperando. También hay veces que se dan las circunstancias.
Bueno, hay que propiciarlas para que se den.
Sí, bueno, pero se propician a través del tiempo y de los años. Quiero decir que no aparecí ayer con un disco y un bombazo, sino que este tiempo -aunque no haya sido consciente- ha sido de espera también para consumar estos veinticinco años en un lugar como Las Ventas.
Son veinticinco años, pero… ¿qué edad tienes ahora?
Cuarenta.
¿Cuarenta? Aparentas mucho menos.
¿Sí? Joder, me lo han dicho hoy un montón de veces (risas), me encanta. Gracias.
Realmente se te dio a conocer de manera masiva –digamos- hace poco. Como persona que lleva veinticinco años en la música, ¿cómo te tomas que hace unos cinco años o un poquito menos de repente aparecieras como un bombazo?
Bueno, la verdad es que con sorpresa, puesto que -una vez más- entré en un estudio para grabar lo que me apetecía. En otras ocasiones había hecho discos de flamenco, otras veces un disco de poemas de Rafael Alberti con música contemporánea, otra vez un disco en catalán (“Desglaç”)… discos que no son nada comerciales. Y en esta ocasión volví otra vez al estudio para recopilar coplas.
Las “Coplas del querer”.
Exactamente, un repertorio de coplas que llevaba escuchando desde niño. Tenía un género que estuve tiempo cantando pero que no había grabado en un disco entero, así que quise tener grabado parte de ese repertorio que a mí me gustaba. Con la sorpresa de que apareció Universal y una de las coplas se introdujo en una película de Pedro Almodóvar.
“Los abrazos rotos”, ¿verdad?
Correcto. Eso adquirió otra repercusión. Tanto es así, que en tiempos de crisis acabó vendiéndose para ser disco de platino y disco de oro. Pero no voy persiguiendo nada de eso. Ha sido una sorpresa. Luego, lo usé para contar a la gente que no me conocía, o a la gente que sólo me conocía a través de la copla, de dónde vengo y lo que soy, un cantaor de flamenco. Por eso hice “ArteSano”, que era un disco menos comercial, porque es un disco flamenco clásico tradicional y bastante duro. Pero ya la respuesta de la gente estuvo ahí también.
¿Cómo es pasar de la copla al flamenco? Porque en ambos son canciones y letras sufridas pero el sentimiento es distinto.
No, bueno, yo creo que el sentimiento es parecido. Hablan del amor, del desamor. Quizá con lenguajes musicales distintos pero que son parecidos y vienen del mismo lugar, que es Andalucía, y a los que además el mundo del flamenco ha cantado. Ha habido muchos cantaores que han cantado copla aunque haya sido por bulerías. Además, se dice copla por bulerías, que yo le puse luego “coplería” (risas). Pero casi todos los flamencos han estado vinculados al mundo de la copla, lo que pasa es que la copla es un género más joven. Pero nace ahí, del seno de Andalucía y con historias desgarradoras como tiene el flamenco también.
¿Qué hace grande a una canción, el público que la siente o su intérprete?
Hombre, el público que la siente le dará la grandeza que quiera, pero el intérprete tiene mucho que poner ahí para darle grandeza o estar a la altura de unos textos y unas músicas que han sido creadas. Y además, en algunos casos, muy versionadas. El intérprete tiene mucho que ponerle ahí para darle credibilidad.
¿Entonces, una forma de transmitir sería lo que hace grande al intérprete?
Creo que es un toma y daca. En el caso, por ejemplo, de Rafel de León, la letra ya es tan grande que ahora le corresponde al intérprete darle credibilidad a esas palabras una vez puestas en voz. No hay que esperar, como decía Miguel de Molina, que las canciones te hagan grande a ti. Tú tienes que estar a la altura de ciertas canciones, o incluso tú hacerlas grandes a ellas.
Me pregunto si es igual de creativa la soledad del despechado que la soledad del enamorado.
Claro. En definitiva es una soledad que te atormenta. El enamorado, si está enamorado pero está solo, está atormentado… y si está despechado, está atormentado.
Bueno el despechado siente que ha perdido algo.
Sí, pero si el enamorado sigue estando solo tampoco tiene nada.
Al menos le queda esperanza.
Eso sí, hay una luz ahí. Pero duele.
Es como ‘Rosa venenosa’: “Luna de pecado que deja señales, de penas mortales por donde ha pasado”.
¡Olé! Esa la cantaba Caracol, ¿no?
Exacto. Veo que esta es como de dolor y de despecho, pero que al fin y al cabo hay como un poquito de luz.
Porque además la persona que está enamorada, aunque pueda tener despecho en un momento de ira o de rabia, siempre tiene la putada de que le vienen los recuerdos bonitos, que son los que te hacen tambalearte y no pensar con la cabeza. El corazón manda mucho ahí.
¿La memoria es un proceso en la creatividad?
¡Qué profundidad! No sé si voy a saber responderte a eso.
Te lo explico de manera no tan poética. Es como alguien que recuerda una vivencia en verano y treinta años después se acuerda de esa vivencia y la hace canción.
Pues sí, porque… ¡joder, qué nivel! No estoy a la altura de tanta profundidad (risas). Quiero responderte con la misma profundidad. Si la memoria no duele tanto, puede ser creativa. Y si sigue doliendo al cabo de los años, también puede ser creativa por otro lado. O sea, que en definitiva… sí.
Las circunstancias pueden jugar a nuestro favor aunque sean malas.
Exactamente.
Ayer estaba leyendo la letra de ‘Cuesta abajo’ y veía que era una letra de pérdida. Cantar es un acto de dolor, como me dijo Raphael.
Sí, muchas veces. Y si no que le hubieran preguntado a Chavela Vargas… Es terrible tener que cantar desde ese dolor, pero luego la transmisión es tan fuerte, que se convierte en genialidad. Claro, pero para el que lo ha pasado… háblale tú de genialidad, con lo que duelen las cosas.
Cuán duro sería vivir una situación terrible, hacer una canción y que la gente se sienta identificada pero que no viva esa misma situación. Supongo que es complicado.
Es complicado, pero a ti en ese momento no te importa. Tú estás solo con tu dolor. Por ejemplo, en mi caso, lo puedo hacer música, me puedo desahogar y lo puedo hacer de la forma que más me limpia. Más que sentarme frente a un psicólogo. Para mí, romper de dolor en el escenario a través de la música, aunque el me esté viendo no entienda por qué tengo ese dolor en ese momento, tampoco me importa. Aunque yo creo que al final llega. Eso se transmite. Tiene tanta fuerza que llega.
Además eres una persona a la que no le gusta estar solo. Pero la soledad del escenario frente a la multitud que tienes en frente es un contraste.
Sí, pero es el hábitat en el que más cómodo te sientes porque no sabes por qué ahí se congrega una energía distinta. Es como gritar en un desierto. Al final, aunque no te oiga nadie, tú te quedas bien.
Tendríamos derecho a poder cantar el dolor, como un superviviente que cuenta su historia.
Totalmente, claro.
Es como la frase que dice que para mentir hacen falta dos, uno que mienta y otro que crea. Pero también es verdad que puede ser que amemos nuestras propias cadenas.
Pues es algo que me he preguntado muchas veces. Cuando uno es sufrido, es sensible, intenso, apasionado, y pasan los años y sigues en eso, dices: “¡Dios mío! Es que a lo mejor me gusta o es que no sé sentir de otra manera”. No sé, quizás haya algo ahí de masoquismo sí.
Quizás faltan románticos.
Cómo lo sabes…
Se presume poco de nuestras raíces. Del flamenco, de la copla. Creo que es debido a que dentro de un contexto tenemos miedo a mostrar los sentimientos, y por eso faltan románticos.
Miedo, prejuicios… y también porque falta autenticidad.
¿Crees que falta autenticidad?
Sí, en la vida así lo siento. En muchos ámbitos.
En el flamenco sabes que hay puristas, al igual que en la copla.
Sí, pero bueno, yo entiendo a un sector que quiera mantener la tradición intacta. Puedo llegar a entender eso. Lo que no entiendo es que se le coarte la libertad a un artista para hacer otras cosas y quitarle alas al crecimiento y a la evolución de la música y a las cosas. Aunque en esa evolución uno a veces tropiece o ande a veces perdido. Si el agua se queda estancada, se pone verde.
Es como decía Lorca sobre que la poesía no quiere adeptos, sino amantes. Yo creo que la copla lo mismo.
Exactamente. Eso es lo que quiero yo en mi música.
¿En tu música o en el flamenco en general?
No, en el flamenco en general por supuesto. Cuando digo “mi música” no me refiero a la que canto con mi voz, sino al flamenco.
“La libertad no la tienen los que no tienen su sed”, decía Alberti.
Vaya leña ¿eh?, cómo vienes hoy (risas). Totalmente. Me encanta esa frase, estoy aprendiendo tela, ¿eh? La pongo en Twitter. Esa frase me gusta. Pues yo tengo mucha sed.
De libertad.
De libertad, claro.
Por eso digo que muchas veces nos coartan, en el flamenco o en la copla en este caso.
Y nos cargan de miedo a tropezarte y a equivocarte, y yo creo que un artista tiene todo el derecho a equivocarse cuando lo que persigue es sano.
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