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María Velasco: “Artaud decía que cada uno pone los medios que conoce a la desesperación”
Cine y drogas. Una relación larga y fructífera, con sus pros y sus contras, sus excesos y sus defectos, sobre la que la dramaturga y escritora burgalesa María Velasco reflexiona a modo de ensayo en su libro “Cine drogado” (Ed. Amargord), obra de lectura obligada y altamente disfrutable para cinéfilos amigos del lado oscuro de la claqueta. La propia María se encarga en la entrevista que leeréis continuación de introducirnos con (el) mayor conocimiento de causa en los recovecos de su propia obra.
¿Dónde nace esa idea de fundir celuloide y drogas en un libro?
Ediciones Amargord sacó una colección dedicada enteramente a las drogas, la Colección Soma. En ella no se abordaba el tema de manera científica ni mucho menos moral. Era una colección personal que valoraba la experiencia de los autores. Algunos abordaron el asunto desde la literatura, otros desde una época histórica. Yo lo hice desde el cine, porque es lo que he estudiado y porque las películas me han ayudado a pensar.
¿Por qué el cine, como tantas veces ocurre en la literatura o en el rock, insiste en rodear de un halo de glamour al consumo de estupefacientes?
Nuestra sociedad reescribe todo lo que tenga que ver con el universo de la juventud: sexo, drogas, rock. El motivo es que vivimos en una sociedad de mercado y que los “adultos juveniles” son potenciales consumidores. El tratamiento que el “cine publicitario” hace de las drogas es empobrecedor. Por otra parte, seguimos soñando con la “épica de las substancias”, las drogas como bastión de la contracultura. La mafia, las cajas de dolor, la ociosidad no ofrecen concesiones a la grandilocuencia.
¿Sientes predilección por aquellas películas que muestran el tema de las drogas de una manera más o menos realista? Es decir, más vómitos y desmayos que noches de orgías y cocaína…
Sí, por supuesto. Tengo predilección por una cita de Godard que dice que el cine son veinticuatro verdades por segundo. Más que de realismo (término que suele aplicarse al estilo), prefiero hablar de verdad. En una película que pretenda verdad sobre las drogas, debe haber piel, escalofrío, transformación. El ejemplo perfecto es “Pánico en Needle Park”, de Jerry Schatzberg.
¿Influye en el resultado final de una película que gire de alguna manera en torno al consumo de estupefacientes el hecho de que el director de turno sea buen conocedor del tema? Eloy de la Iglesia, por ejemplo, hizo radiografías muy precisas del submundo de la heroína, y él mismo ha sido heroinómano…
Para hacer una película plausible de Jack el Destripador no necesitas ser asesino. Dicho de otro modo, la experiencia que tengas de las drogas no determina el éxito de tu película. Sin embargo, como señalas, hay casos muy interesantes en los que ficción y realidad, vida y obra, están intrincados. Observamos este tipo de correspondencias en Eloy de la Iglesia, Iván Zulueta(energía centrípeta destructora). Uno de mis cineastas favoritos, Philippe Garrel, es otro ejemplo. Su materia prima es su experiencia vital, y parte de esta experiencia son las drogas.
Y si entramos en eso de la paridad, que está tan en boga, ¿se trata o se ha tratado de la misma manera a los drogadictos en la gran pantalla en relación al sexo del protagonista?
El género no me parece determinante. Si en el cine drogado abundan los protagonistas masculinos es, seguramente, porque durante muchos años el celuloide, igual que literatura o la pintura, era de dominio patriarcal. No obstante, hay muchos títulos dedicados a la experiencia femenina de la droga. Uno de los más potentes es, sin duda, “Yo Cristina F.”.
En “Cine drogado” no te limitas a realizar un dossier de las películas que has tenido a bien tratar, sino que deslizas tus críticas hacia sus valores cinematográficos, tus reproches si los hubiere. ¿Se trata más bien, entonces, de una obra de opinión que de algo enciclopédico?
Claro. “Cine drogado” no es un manual, ni siquiera atiende a una clasificación seria. No tiene nada de enciclopédico. Es subjetivo, profundamente asistemático; si se quiere, literario. Se trataba de pensar las drogas a partir de una selección más o menos arbitraria de películas y autores (como Artaud), que yo conocía y admiraba bien.
En tu opinión, ¿se ha hecho ya la película definitiva que de veras bucee con criterio en el tema de las drogas? Ésa que haya capturado sin cortapisas lo que supone estar inmerso en la adicción a la coca, a la heroína…
No puedo nombrar una película definitiva. Sí puedo, como en el libro, enfatizar la “verdad” de algunas películas. Me gusta mucho “Trash”, de Paul Morrissey (una visión amoral y dogmática de la heroína); “Pánico en Needle Park”; la ingenuidad de “El pico”; la fantasía de “Arrebato”. No sé por qué, me atraen más las cintas que hablan sobre el “caballo”. El “caballo” requiere un compromiso vital. No pasa igual con las drogas de hoy día.
Dejemos los sets de rodaje por un momento y giremos la vista hacia la vida privada de los actores, los directores, etc. Es complicado dar con una estrella de Hollywood que no haya tenido sus escarceos con las drogas o el alcohol. ¿Es algo que va con la profesión? ¿Es la “medicina” que usan para sobrellevar el descoloque de la fama o es una mera equiparación estadística al consumo habitual en el resto de la sociedad?
Artaud decía que cada uno pone los medios que conoce a la desesperación. Para un ama de casa, un fontanero o un estudiante de la clase media existen el Lexatin o la Fluoxetina (el prozac de toda la vida). La farándula millonaria se baña en coca y usa tabique de plata. Creo que las estrellas toleran peor la realidad, tienen más tentaciones y más dinero. Eso es todo: la vida pública relega a un segundo plano a la vida privada, el personaje a la persona.
Hay películas que, sin tener un hilo argumental relacionado de ninguna manera con los narcóticos, consiguen en nosotros efectos muy similares a los de algunas drogas. Las hay que son lisérgicas, otras sedantes, las hay enervantes… ¿Cuáles te llevan a ti a cada uno de esos estados de consciencia?
“Persona” de Bergman es una marihuana de la mejor calidad; un film alucinógeno es, en mi opinión, “Carretera perdida”, deDavid Lynch, pero también “El Mago de Oz”. Las películas de Michael Haneke son asimismo somáticas, asimilables a un mal viaje. Cualquier película de Billy Wilder siempre es como una raya, euforia corta e irresistible, así son las comedias americanas clásicas. ¿Sedante? En el mejor sentido de la palabra, una película muda, acompañada al piano.
Después de esta sobredosis de cine narcótico, ¿has sentido la necesidad de alejarte de ese tipo de temática? ¿Te has sometido a alguna terapia de choque? Cambiar “Yo, Cristina F.” y “El pico” por “Sonrisas y lágrimas”, tal vez…
¡Siempre hay oportunidad de ver “Sonrisas y lágrimas” en Navidad! En realidad, lo que he hecho ha sido un desplazamiento del cine al teatro. El cine es demasiado exigente. En el teatro, con una vela y un actor puedes hacer verdaderas maravillas. Permite, hoy por hoy, mayores licencias estilísticas.
¿Cuál va a ser el siguiente paso editorial de María Velasco?
Ahora mismo, estoy trabajando en un posible libro sobre Federico Fellini. Me maravilla el imaginario de este cineasta: el mundo de las varietés, la mujer curvada y voluptuosa, los tipos de la fauna provinciana, la Italia profunda y recóndita, el héroe desastre e insolvente, la dispersión. Un cóctel imposible.
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