Cuadernos
Placeres compartidos: Juan Pardo
Saber escuchar el mensaje del silencio, descubrir caminos secretos en las redes del sonido. Juan se mueve entre las sílabas como Merlín prodigioso dando voz a los mapas del sentimiento. Maestro mistérico de lo invisible, en su ciudad-tablero la canción es memoria ambulante que sabe encontrar casa en el universo rítmico. Si te pierdes por Durango-América te acompañará El hombre del Norte, si paseas la noche de Hamburgo bailarás el estribillo hipnótico de No me hables. Cuando cruces la madrugada de Caracas algún improvisado dueto trinará Por qué me habrás besado y en toda celebración emocional argentina el coro familiar elevará al cielo Te quise te quiero te querré. Todo con la firma de Juan Pardo, pionero y auriga del pop español desde los fundacionales Pekenikes o Brincos al homenaje continuo a su repertorio por Amaral, Arizona Babys, Coronas, Lori Meyers, Burgas Beat, Dani Martín, Cooper, Machina, Esclarecidos, Iguana Tango. El álbum de las canciones de los últimos cincuenta años en la imaginación creadora del maestro Pardo. Cuando Picasso esparcía su sonrisa angelical por la Europa racionalista y las anduriñas volaban a la búsqueda de un alar ido, de la locura desprendida de los tejados, Juan Pardo y Junior crecían en el balcón festivo y el enorme Pablo sentaba en sus rodillas al pop naciente para subvertir jerarquías. Pardo -con su sentido de la variación- despertaba su nana Mi lady para alegrar los ojos-universo del creador de Gernika. Explosión de júbilo, sonrisa encadenada. Alberti, Serrat, Lucía Bosé, Ginés Liébana, José María de Juana, Jesús del Pozo, Juan Diego, Víctor Manuel y Ana Belén… Las páginas de Mundo Joven alegraban en tono pop con su latido del color. Cómics de Eguillor, Jaime de Armiñán, las hermanas Santonja. Y Juan se convertía en el Phil Spector español, bañado por el Londres cosmopolita. Escribir-componer-interpretar-producir y, lo más destacable, alentar con sabiduría y sigilo todo asomo de arte plástico, literario o musical que se le cruzara en el camino. Ginés Liébana vistió la melancolía de Pardo con elegancia mística desde las portadas de sus discos, culminando en la obra-bandera de My guitar. Fuerza de la naturaleza que lucha por amanecer entre los mares de la diversidad. Sencillez que bordea el mundo natural y acústico, perfume a naturaleza mensajera. Porque cuando el corazón del mundo se desconecta del idioma del cariño aparece una nueva Hiroshima. Cuando escribí mi nombre en la playa de Rianxo en mis rutas de guionista televisivo tras las huellas de Rosalía y Castelao, recordé el Miña nai dos dous mares del maestro. Galicia eterna, hermandad vinculante con mi origen por vía materna. Paisaje infinito tras la pérgola del Hotel de la Toja, sonido envolvente de Rías Baixas. Alma galega y xirarei otoñal. Volando en el viento, montañas adentro ya llega el agua al río. Juan, de las puertas a lo desconocido, abriéndome su universo creativo en Aravaca-Boadilla del Monte o en los Campos de Remesar, donde Pontevedra vela el rincón-talismán de A Estrada. Regresa el origen y los diablos son truhanes arrepentidos en las rutas iniciáticas del Pazo de Oca.!Fú, Belcebú! !Quién dijo mala suerte! A la mágica fuente vuelve el niño Juan cuando las ilusiones tienen corazón de trapo rojo. Paciencia si la playa te devuelve hasta las olas. También de noche en House of Ming. Castellana dulcemente exploradora, de la mano de los añorados Costus, pintores del templo de la movida madrileña, primero en calle Palma-Malasaña y luego en Don Pedro-La Latina. Ahí queda la portada y el cuaderno interior de Caballo de batalla, como obra emblemática de aquellos selenitas del color. Juan, siempre generoso anfitrión, conduciéndonos por la noche de Madrid entre estribillos de Tino Casal y acuarelas de Paco Andrés Valdivia. Con Ginés Liébana, en Apolonio Morales, cuando mi nerviosismo consumía espera previa cita con el clásico televisivo Por la mañana de Jesús Hermida. Lucía Bosé y Juan Pardo bendiciéndome con su intuición alentadora-hemos venido a verte, brujo-hombre nube. Fotos de Perez Minguez para Bravo por la música, en el punto de partida con Rocío Jurado y Mónica Naranjo recitando los poemas del alma. Y el ángel se convierte en canción escribiendo su palabra iniciática en la blanca página. Otero Besteiro mimará nuestra estrellas desde las geografías del cielo. Cuando Juan, en sus últimas giras de Trigeneración, se acerca a mi barrio para la fiesta gallega de Hospitalet el pulpo y el ribeiro iluminan nuestras viejas complicidades. Ahora el mago de la saudosa y activa melancolía se vuelca en la paleta de colores, interpretando estados de ánimo con sus cuadros-retratos en clave pop, tan devotos de sus maestros y amigos Costus y Ginés Liébana. Pero la música sigue ahí dando alas a los versos del zahorí de las palabras, Antonio Gala en la voz de Clara Montes o vistiendo de neopop a su hija Lys con las luminosas guitarras de Fernando Calderón. Sabe que en la noche de los mundos tiene el hotel de mi admiración siempre abierto a la conversación creativa que el teléfono revive de cuando en cuando. Pendiente está su disco en clave Natural casi hablado. como en su trilogía en lengua inglesa completada con My guitar y Conversation with myself. Mientras tanto, en el crucero de los sonidos seguiremos acompañados pro sus creaciones desde Bruselas o Amsterdam por Willy Sommers, por Puerto Rico con Willy Chirino, en Francia por Quarte de Lyon o France Gall, en Perú por Los Trece Baladas, bailando en los patios de colegio mejicanos al son del twist desenfrenado o subiéndonos al tren del rock sinfónico de Mago de Oz con Quijote y Sancho. Paso de seda por el pentagrama y habla la noche inspiradora cuando el Merlín del pop español saca a pasear los cuadernos del navegante por la red de los sonidos. Sintiendo la vida, sin miedo… en alerta para dibujar lo que nos cuenta lo invisible. Con la fuerza de voluntad del alma creativa.
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