Factory VIPs

Sebastián Silva: “Nadie puede nacer para servir”

Por  | 

Músico, ilustrador, cineasta… Este chileno de 30 años no para quieto, no vaya a ser que en una de esas, las musas lleguen y le pillen holgazaneando. Para Picasso era el modus operandi ideal, así que Silva no se anda con tonterías. Aunque no tenemos muchos datos de su faceta musical ni de sus dotes con lapicero, si demuestra con ellos el mismo criterio y savoir faire que ha demostrado con “La nana”, su segundo largometraje, radiografía perfecta e incisiva de las cuitas de una ‘chacha’, tarde o temprano, también nos llegarán noticias de los logros de Sebastián Silva en esas otras disciplinas.

Apenas 30 años y ya has completado dos largometrajes. No sé quién decía que para escribir (y, por extensión, para hacer cine) era necesario haber vivido mucho… Obviamente tú no eres de esa opinión, ¿no?

¡Puede que esta sea mi última reencarnación! Y ya haya vivido mucho antes. No sé. De todos modos, mi primera película (“La vida me mata”) trata sobre la muerte… Imagínate si fui osado. La hice con 27 años, así que empecé al revés…

Al final de “La Nana” dedicas la película a dos asistentas, como la protagonista. Eso terminó de convencerme de que conocías muy bien y hasta de primera mano la historia que estabas contando… pero, ¿cómo surge eso de dedicarle una película a esta empleada de hogar?

Esa foto es de Raquel y Luci, le dedico la peli a ellas. Dos nanas que trabajaron realmente en mi casa cuando era niño.

Se nota que conoces el tema de cerca… La película destila “verdad”.

Sí, yo me crié en una familia bastante similar a la que aparece en la película. Y rescaté el tema de mi memoria, aunque siempre lo he tenido muy presente, porque me parecía un tema muy humano.

El personaje de Raquel (la ‘nana’) resulta arisco, incluso antipático, durante buena parte de la proyección. ¿No te preocupaba eso? Que el público no ‘empatizase’ con tu personaje principal, que les provocara rechazo o que no entendieran algunas de sus actitudes…

Esta antipatía es consciente y premeditada. Yo quería o pensaba que la gente se diera cuenta de que Raquel es víctima de sus propias circunstancias.

¿Hasta qué punto (si es que lo es hasta algún punto) es “La nana” una obra sobre la alienación? Una persona que lleva una vida sufrida, gris, que vive para servir; pero es su vida, lo que conoce y va a luchar con uñas y dientes por conservarla tal y cómo es…

Se podría decir que es una peli sobre la alienación… Pero también sobre la falta de amor verdadero. La familia le brinda cariño pero es un amor condicionado por la clase social, empleado-empleadores.

La manera en que has retratado las interacciones entre Raquel y sus ‘patrones’ es soberbia. Hay cierta cercanía, la que dan 20 años de convivencia, pero se guardan las distancias, comen separados, ella lleva uniforme…  Sin embargo no entras a hacer juicios de valor sobre ese matrimonio que, en cierta manera y como tantos otros, tienen establecido dentro de su casa un sistema de castas. ¿No era ese el objetivo de la película o quizá es el trato que vez como natural entre sirviente y patrón?

Me interesaba dejar ir los viejos paradigmas. Huir de la herencia del colonialismo. Hacer un cine denuncia serio y social. Me indigna que en pleno siglo XXI aún exista una figura similar al esclavo. “La Nana” sería mi respuesta particular a este asunto.

¿Cuánto te llevó dar con Catalina Saavedra? Tengo la sensación de que “La nana” es uno de esos proyectos que uno no puede visualizar mentalmente hasta que no le has puesto cara al personaje principal…   

Era ella o no era nadie. Es única, súper natural. Participó en mi primer largo y cuando le expliqué el papel no te creas que le encantó. Había actuado en ese mismo rol en un montón de teleseries. Al final, la convencí.

El estilo deslavazado, cámara en mano, zooms… Esa decisión formal, ¿de donde nace? ¿Cuáles fueron tus referentes? 

Quería darle a la película un estilo o tono documental.Cinema verité. Mis referencias irían de Cassavetes a Dogma…

Tu cinta se suma a una larga tradición de excelentes películas que radiografían de una forma u otra la relación patrón/criados: podríamos citar “The Remains of the Day”, “The Servant”, “Los santos inocentes”, o alguna más cercana en el tiempo, como “The Kite Runner”, cada una con las idiosincrasias propias de sus países, la época en que se sitúan… Eso sí, en todas se da una constante: el criado puede sojuzgar, criticar, o reprobar las conductas de sus amos en su fuero interno, pero jamás ponen en duda su lugar en el mundo. Entonces, ¿qué crees? ¿el sirviente nace o se hace?

Se hace, nadie puede nacer para servir… En Chile hay más de 500.000 empleadas del hogar. No tienen escapatoria. Es la realidad del país. Yo diría que es una condena, sin que esto suene demasiado pedante. Un grupo de gente que va a servir a otro grupo de gente. Es un condicionamiento social. En Europa, por suerte, esta figura ha ido desapareciendo con los años. Quería denunciar eso de alguna manera…

Dejemos “La Nana” a un lado… Dijiste hace tiempo que “lo más punk que puede hacer un artista es provocar vergüenza ajena”. Yo te niego la mayor. Creo que en unos tiempos en los que todos buscan el escándalo fácil, cuando todos quieren epatar, lo más punk que puede hacerse es escribir obras serias, sin exabruptos ni salidas de tono, como “La Nana”… 

En “La Nana”, es cierto, no se aplica esa frase. Se aplica en situaciones incómodas. Imagínate que me invitas a cenar a tu casa y llego disfrazado de bebé. Delante de tus invitados me comporto como un niño de un año… Eso resumiría un poco el espíritu de la frase. Pues en cine se puede hacer exactamente lo mismo…

No sé si estás ahora mismo en Chile o en Estados Unidos. En todo caso, ¿en qué andas ahora? ¿Un nuevo largo en ciernes? 

“Gatos viejos” es mi nuevo proyecto co-escrito con mi guionista habitual Pedro Peraino. Catalina Saavedra repite y también dos de los actores de mi primer largo. La rodamos en Santiago y trata sobre una pareja de lesbianas cocainómanas. Es un drama patético pero muy humano. Me interesa el realismo y el naturalismo. Utilizo, como en “La Nana”, esa técnica de que nada se resuelva mucho. Y ahora mismo estoy trabajando para la HBO en el guión de una serie para Internet. Preparo también otro largo: “Second child”, el drama homosexual de un niño que se enamora de su tío.

Porque, ¿cómo ves el panorama cinematográfico en Chile? Aquí nos llegan muy pocas películas, aunque no sé si es por la política de las distribuidoras o porque, realmente, se hacen pocos filmes en tu tierra… 

Sí que se hacen. Lo que pasa es que estamos ante una lacra mundial: que las carteleras las copen los estrenos de Hollywood. En Chile, la producción de estos años se ha incrementado en un 300%. Por lo accesible de las nuevas tecnologías. Y hay gran variedad de temas.

De todas formas hay algo que el cine chileno tiene en común con el español y, por ejemplo, con el argentino: la Guerra Civil, en el caso de España, las dictaduras en el caso de Chile y Argentina son temas muy recurrentes. Hay gente que parece ‘harta’ de eso y creen que debería hacerse más cine ‘de género’. ¿Qué opinas? ¿No sería un error marginar esas temáticas del imaginario colectivo? Más ahora, que la lectura parece cosa de otros tiempos y la única manera de llegar al cerebro de la gente es mediante el cine o la tele…

Para mí el cine de género no existe. O en el caso de que te ciñas a él, ya te estás poniendo condicionantes. Respecto al cine político, complace o desagrada siempre. Es muy delimitado. Muy infantil, diría, cuando el discurso se hace evidente. Y algo masturbatorio. Pocas veces logra cumplir su propósito.

“La Nana” se ha llevado 24 galardones, en diferentes festivales y por diferentes motivos. Después de algo así, como decimos por aquí, ¿no ‘acojona’ un poco volver a ponerse detrás de la cámara o ante un folio en blanco? ¿Has sentido la presión del que tiene que responder a ciertas expectativas creadas?

Para nada. Tenía ya dos proyectos escritos, así que no me ha condicionado mucho. Me he volcado en el trabajo que es la mejor manera de que estas cosas no te afecten.

con la colaboración de Enrique Campos.

Miguel Blasco Marqués (Valencia, 1988). Lector ácrata e impenitente, cineasta jubilado, perfeccionista en las paellas, eterno diletante, fanático de los tacos mexicanos y de las tertulias que no conducen a nada. Trabaja como editor en Ediciones Contrabando.

2 Comments

Tienes que registrarte para comentar Login