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Albert Pla y el periodismo basura
Mucho se habla y se pontifica sobre la (llamada) telebasura. Unos le declaran la guerra sin cuartel, otros admiten con más o menos sonrojo su adicción a tales productos. Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez, los poligoneros de ‘Mujeres, hombres y viceversa’, GH… Nadie que base su vida en semejantes enseñanzas llegará a premio Nobel, eso no se discute, pero el caso es que la telebasura no deja de ser una opción, como las lentejas. Todos somos contingentes, que gritaba aquel cateto en Amanece que no es poco; todos somos responsables de nuestro propio embrutecimiento o del de nuestros vástagos. Cargar sobre los hombros de la caja tonta y sus programas de entretenimiento banal con el peso de la educación, la formación y los modus vivendi es una bonita forma de escurrir el bulto, ¿no les parece?
No se debate tanto, a juicio del abajo firmante, acerca del periodismo basura; el periodismo torticero y mentiroso que contraviene todos los códigos deontológicos habidos y por haber en la profesión, un concepto bastante más dañino que el “por mi hija mato”, más complicado de detectar para el cerebro en piloto automático del ciudadano medio y que afecta a la opinión general, a cuestiones que, al final del día, terminan por salpicarnos a todos. Como un médico que recetara aposta los remedios equivocados, el periodista que cercena la información, que la manipula o incluso la falsea, traiciona sin pudor a su parroquia. No hay tu tía, señores. Y es precisamente eso lo que buscaba (¡y vaya si consiguió!) quien decidió que el titular de la última entrevista concedida por el cantautor Albert Pla fuera “Me da asco ser español”.
Catalán, con fama de ‘follonero’ y echando pestes de esta España mía, esta España nuestra. Juzgado y condenado sin pasar por comisaría, algo que sí es muy español y que, también, da bastante asco. Pla se queda sin su concierto en Gijón, donde las instituciones le declaran poco menos que persona non grata, y el señor periodista cumple su objetivo de presentar ante el mundo un perfecto espécimen del catalanista separatista (y probablemente filo-etarra). Ahora bien, ¿qué dijo exactamente Pla en aquella entrevista? ¿Vomitó sapos y culebras sobre nuestro querido Reino para cantar las alabanzas de una Catalunya Lliure? Juzguen ustedes. Dijo, por ejemplo, que el día de la célebre cadena humana pro-independencia estaba dando un concierto -“en castellano”, recalca- en una fiesta charnega. Pero eso no es noticia, ni para los amigos de Mas ni para sus enemigos. Dijo que en Gijón deberían hablar todos catalán “por cojones, como nos pasa a nosotros”. Como “nos pasa” a nosotros… No, no suena al discurso de quien no pega ojo por aquello la enseñanza bilingüe. Pero algo así no es de recibo en los medios afines a ERC ni es lo que esperan de Albert los cofrades de la hermandad del toro que embiste. Como guinda, recordemos lo que decía/cantaba Albert en 1992, año olímpico, cuando CiU y Moncloa fornicaban en la intimidad y el Campechano no era el hazmerreír público número uno: “Sería mentirle si dijera que tengo respeto por la Monarquía. Siempre me he cagado en las patrias putas, en las dinastías, las banderas sucias, los reinos de mierda y la sangre azul, mi Majestad”. Ahí queda eso.
Amigos periodistas vendidos a cualesquiera que sean sus “patrias putas y sus banderas sucias”, búsquense un cabeza de turco más apropiado que el inconoclasta Pla. Él se caga en España, probablemente también en la Generalitat y, por encima de todo, se caga en todos sus tejemanejes e intrigas políticas. Por lo demás, continúen con su labor crispadora. Lo hacen tan bien.
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