Inside Out
Cómeme la cabeza y después… (I)
El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero.
Jean Baudrillard
Pensaba yo, sin saber muy bien por qué, cuánto tiempo hace que se estila lo de los mensajes y las flores como reanimadores de la pasión y la autoestima. Acabé cruzándome, en ensoñaciones varias, con Carmen, Don Juan y Cecilia
-¿La de Un ramito de violetas?
-Sí, la misma.
Había mensajes. Y todos/as sabemos lo que esto significa: la posibilidad de fantasear cómo y qué está haciendo quien los escribe, de manera anónima o esperando una respuesta. Cualquiera de las modalidades se presta a la incertidumbre y otorga la posibilidad de convertirse en héroes o heroínas de amor y lujuria solapados con la normalidad cotidiana.
-¡Ay! Los vericuetos de la seducción que nos vuelven imaginativos.
¿Tiene ventajas?
Relájate, desentumece los dedos y pule las neuronas. No hemos inventado nada nuevo, no es un problema, lo suplirás con diversión y creatividad. Te crees un tecnológico experto y maestro de la seducción. Pues a lo mejor no. También eres un poco inconsciente, pero… Hay mucho que hacer, aprender, perfeccionar y, ahora viene la parte más cálida, experimentar.
El sexting como aliado en el juego del coqueteo y la tentación. Cuando haces deporte calientas antes para evitar lesiones, ¿no? Aquí igual, templando el cuerpo y la mente en busca de la combinación perfecta: incéndiame la cabeza y después tal vez nos comamos el cuerpo. ¿Qué tal llevas lo de los preliminares?
Pongámonos serios un momento. Cambiamos de tercio después.
Cuando envías contenido erótico o directamente pornográfico por el móvil practicas sexting. Comenzó como una moda adolescente, peligrosa, extendida rápidamente también al ámbito adulto, ¿por qué nos da vergüenza hablar de ciertos asuntos? Fuera el pudor (ya hablaremos). Arriba la insinuación, sentido común, imaginación, confianza y como ingrediente adicional, nivel casi pro, el sentido del humor (todos ellos juntos, si alguno falla puede haber error).
Y es peligrosa porque un adolescente puede no entender o minimizar el alcance y dimensiones de que cuando un contenido sale del móvil se pierda el control sobre él. Porque es un acto de confianza que, lamentablemente, podría acabar siendo utilizado como acto de venganza o desacreditación y, a veces, es muy complicado lidiar con las consecuencias. Puede serlo para un adulto, más aún para el adolescente (¿nos suenan los términos ciberbullying y acoso?). No es necesario compartir públicamente todas las actividades, aunque (parezca que) todos los demás lo hagan. En última instancia, el hecho de juzgar, quitar valor, ningunear o vengarse de alguien sacando a la luz acciones que han tenido lugar en un contexto privado y un momento concreto debiera dejar en mal lugar al difamador, evidenciando lo poco fiable que es la persona, no a la víctima (al menos no más allá del enrojecimiento ocasional); por otro lado, ¿qué tiene de escandaloso el sexo consentido?
Una vez establecidas estas consideraciones básicas prosigamos en busca del mensaje caliente y ¿perfecto? No, no lo hay porque eso es subjetivo. Con que sea divertido, incitante y personal es suficiente. ¿Cómo convertirnos en irresistibles mensajeadores? La clave está en la creatividad.
Resumen: material que no te gustaría que se viese, peligro, acoso.
La primera consideración preliminar es que exista un mínimo conocimiento previo del destinatario: qué le gusta, qué aborrece o cómo piensa. También el humor, la escucha y aparcar la pátina de narcisismo son parte de los ingredientes para el éxito. El siguiente paso lógico es hilarlo. Por muy ansiosos que estén ambos contendientes, una entrada de tercer grado directo no será un buen pronóstico (al cabo de algunas preguntas podría empezar a resultar tan aburrido como rellenar un cuestionario). Pero la sutileza y los juegos de palabras pueden ser también erróneos si no hay un nivel equiparable de entendimiento. El tanteo es la táctica adecuada por el momento.
Resumen: humor, algo de risa, escucha (sirve para averiguar qué le pone al otro/a) y cuestionario: mal.
El sentido común (a veces se pierde, sí) podría indicarnos si debemos, en función del nivel de confianza de quien lo recibe o la incertidumbre de lo que pueda hacer con el material, practicarlo. En ocasiones, presa de un ardor incontenible, te dejas llevar por la pasión y lo haces sin pensar. En ese caso las opciones van desde restar importancia hasta tomárselo con humor. ¿De verdad es taaan relevante que hayas manifestado la intención, real o fantástica, de practicar un acrobático salto del tigre desde lo alto del armario o que hagas no sé qué con los dedos?
Pues estupendo, felices aquellos que imaginen estas habilidades. ¿Por qué no las incluyen en su repertorio a ver qué resultado les da? Te has convertido de repente en deidad lúbrica. Tú que te tenías por corriente mortal. Qué bien, ¿por qué no hacer que la autoestima suba algún puntito gracias a eso en vez de fustigarte por el imperdonable error? Una celebración como se merece, con una amplia sonrisa. ¿Quién tendrá el honor de disfrutar de ese candente verbo? ¿Será equiparable, de llevarse a cabo, el despliegue imaginativo con la acción? Una de las virtudes de estas fantasías textuales es que pueden repetirse y modificarse tantas veces como plazca. El afortunado/a podría estar encantado/a de la vida, claro que sí. Que despellejen, critiquen y se lleven las manos a la cabeza, son sólo palabras. ¿Es para tanto?
El pudor es también poco amigo de estas prácticas. Y una señal de que hay que parar por ambas partes. El convencer, por medio de artimañas, de que no hay nada que temer implica poca transparencia. En caso de haber problemas, el coaccionado podría sufrir conflictos importantes. Nunca hay que hacer algo de lo que se duda o que no se quiere.
Finalmente, el requisito que engloba a los otros es la madurez mental: no molestar, no ofender, no dañar y tener consciencia del contexto. Algo que, por lo infrecuente, roza el superpoder pero no lo es. Tú también puedes tenerla.
Resumen: confianza, artimañas, pudor, madurez mental. Importantes todas ellas.
(…) Lo que me gusta de tu boca es la lengua, lo que me gusta de tu lengua es la palabra.
Julio Cortázar
Comes cuando tienes hambre, bebes cuando tienes sed, te calientas cuando imaginas. La exaltación de los sentidos lleva a la inspiración y ésta a la narración. ¿A dónde conduce tal despliegue?
Cualquier momento (y, lo mejor, cualquier lugar) pueden ser válidos. Sin prisa por la respuesta en cuanto a intensidad o escondite. Solo hay que plantar la semilla y esperar que vaya foreciendo. Mientras, la autosugestión y el pensamiento son excitantes.
Resumen: cualquier momento y lugar.
Telefoneas cuando tienes algo que decir. Mensajeas sucio para divertirte, escandalizar, llamar la atención, precalentar el momento traviesa e inocentemente o proseguir un juego tácito en el tiempo. En cualquier caso la idea es experimentar una sensación, una exaltación de los sentidos más o menos vívida, más o menos rápida o intensa (¿materializable en solitario mientras?) en relación al potencial de asociación de ideas. Estimulante para cualquiera de las partes, generadora de pensamiento creativo y elevadora de autoestima (qué polvazo tengo): saberse deseado de mente resulta brutalmente halagador, tanto o más que solo por la imagen física, la fantasía bulle. Una idea escondida entre letras puede conducir al infinito. Hay palabras vinculantes.
Resumen: precalentamiento, palabras, ganas.
¿Y si la tarta de Alicia tuviera ahora un significado distinto?
¿A dónde te llevará la pericia con las letras? Practica y al final lo sabrás.
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