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Virginie Despentes, adiós a las rubias
A Virginie Despentes (Nancy, 1969) puede endilgársele el tópico aquel de que “no deja indiferente a nadie” y no por tópico impedirá que le encaje como un guante. Es posible que en el mundo ideal de la directora y escritora francesa sus libros y sus películas no levantaran la más mínima polvareda, pero no es menos cierto que en ese mundo no harían falta agitadores de la realidad, espejos que, como el de Despentes, nos pusieran frente a frente con las miserias y contradicciones de nuestro ser, nuestro existir. Para Virginie el objetivo se alza diáfano ante ella: destruir cualquier concepción, cualquier conducta aprendida sobre el género; la masculinidad, la feminidad, los roles que la sociedad imprime en el ADN de unos y otras han de saltar por los aires para dar paso a un nuevo orden. Uno nuevo y mejor, a ser posible. Con su última película, Bye Bye Blondie, pendiente de estreno en nuestro país, Despentes anda ya encerrada a cal y canto dando forma a su próximo lanzamiento editorial. Antes de que corriera hasta el abismo del folio en blanco quisimos dar rienda suelta a un intercambio de cavilaciones con la ideóloga de Teoría King Kong.
Once años entre ‘Fóllame’ y ‘Bye bye Blondie’. En esta última has trabajado con Beatrice Dalle, Emmanuelle Béart… De entrada parece un proyecto mucho menos marginal. ¿Está el mundo exterior más preparado para afrontar una película de Virginie Despentes ahora que entonces?
Fóllame era una película barata si la comparamos con el cine comercial, pero en realidad la productora era más importante que la de Bye Bye Blondie, más grande. Son proyectos diferentes pero que tienen algo en común: se trata de hacer películas que no estén sometidas a la propaganda de género. Los personajes femeninos no hablan ni actúan como si tuvieran que demostrar su feminidad y los masculinos son tratados como normalmente se las trata a ellas; son secundarios. La industria del cine se basa sobre todo en contarnos qué es lo que está bien y qué es lo que está mal respecto al tema del género; las películas nos enseñan cómo ser mujer o cómo ser hombre. Por eso la mayoría de directores, productores, distribuidores, críticos, etcétera, etcétera, son hombres. Lo que me interesa como directora, pues, es salirme de ese corsé. Mujeres airadas, zorras, viejas, mujeres altas, mujeres solteras… Esos son los personajes que me interesan. Y me interesa tratarlos de forma distinta a como se hace habitualmente.
‘Bye Bye Blondie’ narra una relación lésbica, que es lo que ha hecho de ‘La vida de Adèle’ el boom de la temporada. ¿Ser mujer y homosexual es un doble handicap? ¿Doble tabú?
En Bye Bye Blondie el tabú más importante que trato de romper no es necesariamente esa historia de amor lésbico, sino trabajar con actrices sin necesidad de que se desnuden, porque en una película como ésta es lo que se espera. Se espera de mi cine, pero también de ciertas actrices jóvenes que se supone que deben andar siempre enseñando su cuerpo. Es como el peaje que tienen que pagar para estar en el cine: tienen que enseñarlo todo. Pues aquí tienes una comedia lésbica que no se la pondrá dura a los hombres. Porque está claro cuál suele ser el leit motiv de hacer películas sobre lesbianas: ponérsela dura a los tíos hetero. En ese aspecto la película de Kechiche es propaganda comercial pura y dura. El mensaje está claro: sí, las lesbianas son mujeres normales, ¡que se abran de piernas y nos pongan cachondos! Pero hay análisis más positivos que se pueden hacer de La vida de Adèle, como que es siempre una buena noticia poder ver a dos mujeres besándose. No se hacen muchas películas sobre tíos homosexuales. Debe ser el miedo al deseo homosexual; los tíos hetero no quieren que se les tiente.
Entonces, tanto en el cine como en la literatura, cada vez que vemos o leemos una historia sobre lesbianas es en realidad la fantasía lésbica de un hombre…
El cine y la literatura son terrenos diferentes. Una directora de cine tiene el derecho a rodar lo que le dé la gana, pero más le vale cruzar los dedos si pretende encontrar financiación y salas que proyecten sus películas si no se ciñe a la propaganda que te comentaba. Esto quizá explique por qué hay tantas directoras no heterosexuales que sin embargo siguen contando historias sobre gente hetero. O por qué es tan difícil dar con películas sobre mujeres que sean verdaderamente radicales. Con las escritoras es distinto. Desde Violette Leduc, en la posguerra, que no podía publicar nada, hasta nuestros días con Jelinek, Kathy Ackers, Annie Erneaux y tantas otras, las cosas han cambiado, eso hay que reconocerlo. Pero no podemos decir que exista igualdad, ni remotamente. Siempre es más difícil que las escritoras aparezcan en los tratados de literatura; es más fácil dejar de lado a determinada autora. Así que el trabajo que hacen no recibe el mismo trato que el de los hombres. Volviendo a tu pregunta, sí, la mayoría de los personajes femeninos son representaciones de fantasías creadas por y para hombres. Eso sirve tanto para una lesbiana, como para una jovencita, una radical, una madura, una gorda…
Algo que se suele decir de ti: eres muy extrema, muy ‘hardcore’…
Yo no considero que mi trabajo sea extremo. No concebimos Fóllame, por ejemplo, como una película extrema; estábamos haciendo una película punk, no esperábamos una reacción tan bestial. Fóllame no es ni más ni menos extrema que muchas otras películas underground, a excepción hecha de que se trata de dos mujeres que llevan armas y nunca se someten a la autoridad o al control de los hombres. Cuando co-dirigía Fóllame nunca pensé en cómo la encajaría un tipo de mediana edad que ama la ópera y sólo lee literatura rusa del siglo XIX; pensaba que su público sería gente a la que le gustan Dead Kennedys, Crass, las primeras películas de Abel Ferrara. Nuestra intención era seducir a ese tipo de público, no sacar de sus casillas al amante de la ópera. Bye Bye Blondie es más de lo mismo desde ese punto de vista: no pensé en cómo reaccionaría la comunidad heterosexual, pensaba en las lesbianas y en qué pocas películas divertidas y positivas se hacen cuyas protagonistas sean lesbianas, con su final feliz y sin hacer juicios de valor sobre la sexualidad. De todas formas, no me da miedo el escándalo. Aprendes mucho sobre la profesión cuando te ves enredada en un escándalo, pero no conviene repetir la ‘operación’ demasiado a menudo porque entonces puede que todo se venga abajo y acabes resentida y frustrada. A largo plazo ese tipo de energía te desgasta. Una tiene que dirigirse a su público, a su gente, y quizá luego llegues a otras personas, pero ante todo creo que lo mejor es trabajar para los tuyos.
¿Hay artistas que utilizan el escándalo por el escándalo? Que buscan ante todo el shock, no tanto el mensaje. Artistas con una visión, si quieres, hedonista o superficial de los extremismos. Podríamos hablar de John Waters, G.G. Allin, Rei Kawakubo…
Yo no calificaría a Waters de hedonista o superficial. También puedes interpretar sus películas como manifiestos de supervivencia. Si no encajas en ninguno de los estereotipos que están bien vistos en Estados Unidos, si eres gordo, o fea, si eres ‘basura blanca’, o una ninfómana, puede que necesites películas como las de John Waters en las que prima la incorrección. Diría que a John no le importa el gran público, la gente ‘normal’; él hace películas para los inadaptados, y les muestra todos sus respetos.
¿Y a ti que es lo que te deja en estado de shock como espectadora, o como lectora?
La verdad es que no soy una especialista en ese tipo de material. Soy demasiado mayor como para pasarme noches enteras viendo películas de terror o cosas muy extremas, sin embargo me gusta cuando me cuesta encajar un libro o una película, cuando me siento amenazada por mi propia reacción. Cuando Kechiche llegó a Cannes con La vida de Adèle muchos periodistas franceses dijeron (antes de ver la película): “Este será el típico escándalo del año en Cannes”. ¿Escándalo? Sólo porque dos chicas tienen una historia de amor. Nadie diría que La vida de Adèle es escandalosa si fuera una película sobre heterosexuales. A Bye Bye Blondie le pusieron el cartelito de “prohibida a menores de 12 años”, lo que quiere decir que no pueden pasarla por televisión antes de medianoche. En la película no hay violencia, no hay crudeza de ningún tipo… Lo que censuran es que dos mujeres se besen. Entonces, ¿dónde está el escándalo? ¿acaso las lesbianas se besan en Bye Bye Blondie o en La vida de Adèle porque quieren que el público católico se rasgue las vestiduras? Desde luego que no. Tú escribes una historia y después es la gente a la que esa historia ni les va ni les viene la que se escandaliza. ¿Es Saw extrema? Quizá lo sea si nunca has visto una película de terror en tu vida. Por lo demás, es sólo eso, una película de terror para la gente a la que le gusta ese tipo de cine. Están preparados para lo que se les viene encima. Es una cuestión de códigos. Así que me da igual si en una película o en un libro hay material extremo. Si una película hace que te replantees tus sentimientos, o si un libro te hace pensar… De eso se trata, ¿no? Lo que más me cabrea es que ya nadie quiere financiar proyectos que sean radicales. Hoy en día ni John Waters ni Almodóvar podrían hacer películas como las que hacían al principio. Se nos ha impuesto el cine familiar, y a muchos no nos interesa ver películas que podrías ver con niños, queremos ver películas adultas. Pero ya no se pueden hacer.
El día que hablaron de autocensura en el colegio, tú no estabas en clase. ¿Cómo se sobrepone uno a la certeza de que eso que estás escribiendo va a cabrear a mucha gente? Que va a afectar a tu reputación…
Es que quien tenga ese tipo de dudas lo que debería hacer es no dedicarse a escribir. Puede que cuando acabas un libro pienses en esos a los que puedes hacer daño, a los que estás atacando, pero mientras lo estás escribiendo se supone que debes estar concentrada y tener las ideas claras. Qué quieres expresar, qué es eso que te avergüenza y qué quieres poner en palabras, qué es lo que te provoca rabia… No puedes pensar en el impacto que va a tener lo que escribes mientras lo estás escribiendo. Ya es una tarea bastante dura escribir, porque nunca llegas a plasmarlo todo como querrías, como para encima llevar todo ese ‘equipaje’ extra. Y tu reputación no debería preocuparte mientras escribes o diriges una película. Si tu reputación te preocupa, mejor que trabajes en otra cosa.
Virgine Despentes cabrea a esa gente que hace que Virgine Despentes escriba las cosas que escribe. ¿Esto es una paradoja? ¿Un círculo vicioso?
No creo que debas escribir ‘contra’ nadie. Eso es hacer propaganda; significa que estás antes al servicio de un poder concreto que tratando de conectar con la complejidad del mundo. Yo me dirijo a la gente que creo capaz de entender lo que digo, gente con la que comparto sentimientos. Existe el lector perfecto: el que tienes dentro de tu cabeza y de tu corazón mientras escribes. Pero cabrear a otra gente… Eso es distinto. Todo el mundo cabrea a alguien. No creo que ni Britney Spears, ni Rihanna o Miley Cyrus traten de cabrear a nadie, y aun así lo hacen. Es parte de su trabajo. Incluso Matt Damon o J.K. Rowling tienen enemigos. Para no provocar reacción alguna en nadie lo mejor que puedes hacer es quedarte en tu casa, no decir nada (ni siquiera en internet) ni tratar de expresar nada. A la gente le encanta odiar a tal cantante, a tal escritor, a esa actriz, a ese director. Mostramos nuestra hostilidad y no tiene ninguna consecuencia. Es una forma sencilla de definir tu personalidad. Es cuando tratas temas importantes o controvertidos cuando llegan las consecuencias: el aborto en España, las políticas económicas en Francia, los bancos, el medio ambiente. Los políticos, esos sí que son un escándalo; los que destruyen la vida de mucha gente a diario. Y preferimos centrarnos en Justin Bieber, y odiarle, o en David Lynch. Es más seguro odiarles a ellos. Odiar a quienes de verdad hay que odiar es más complicado que echar mierda sobre una estrella del pop.
Odio, esa es otra palabra que te encasquetan a menudo cuando tratan de definir lo que haces. Y el odio es una energía muy poderosa. Ahora bien, ¿se puede colmar el odio? ¿Mediante la venganza, quizá?
Te preocupas demasiado por lo que dicen de mí. (Risas) A mí me da igual. Aunque eso no quiere decir que desprecie a esa gente. No es obligatorio leer mis libros ni ver mis películas. Aquí estriba la diferencia entre lo que yo hago y lo que hacen los políticos. Si comparas mi trabajo con los grandes éxitos de Hollywood de los últimos años… A su lado soy la emperatriz Sissy brincando por un campo de amapolas. Y desde luego lo que yo hago es ‘paz y amor’ comparado con las políticas del FMI. Mi trabajo es puro amor comparado con la forma de gobernar de Rajoy. En mis primeros libros y mis primeras películas lo que hay no es odio, es ira. La ira y la violencia no es algo que yo buscara, es algo que se me impuso, y me llevó mucho tiempo cambiar mi forma de pensar. No me siento culpable por estar llena de ira cuando era joven. Sigo pensando que era la respuesta adecuada a este sistema en que vivimos, por la poca libertad y dignidad que me dejaba. Las mujeres somos tan agresivas y sentimos tanta ira como cualquiera, porque estamos sometidas a las mismas humillaciones y frustraciones. Esa imagen de la mujer como alguien amable y cariñosa, como buena esposa y madre atenta… Eso es basura. Claro que nos cabreamos. No nos faltan motivos. Lo que pasa es que a nosotras se nos castiga más por cabrearnos.
¿La violencia o la agresividad no tienen nada que ver con el género?
Desde luego que no. En absoluto.
No te gusta que juzguen tu obra como la obra de una mujer. Pero, ¿puede un hombre reflejar la complejidad femenina? O a la mujer, sin más… Sin la ‘complejidad’.
No creo en eso de la complejidad femenina. ¿Eso sería lo contrario de la masculinidad? Yo pienso en la gente, sin más. En personas. Unas son más listas, otros son más pacientes, hay quien anda muy confundido por la vida… No veo que eso tenga relación con los genitales. No veo a las embarazadas como criaturas misteriosas que vagan por el mundo sin que la gente sepa lo que sienten. Se expresan en los mismos términos que todo el mundo, y son capaces de compartir sus experiencias. Y la propia experiencia del embarazo cambia radicalmente de una mujer a otra. Todo esto de que se geste una vida en la barriga es fascinante, pero no hay ningún misterio. Eso sí, si las mujeres escribieran sobre el embarazo los críticos no se tomarían esos libros en serio. Hay que ser condescendiente con cualquier temática femenina, ya sabes…
Les dices a las mujeres que se vean a sí mismas como individuos, porque eso que llamamos ‘feminidad’ hace que, en última instancia, se sometan a la voluntad masculina.
Bueno, yo a las mujeres no les digo nada, no les pido nada. Yo soy tratada como mujer, y no hay alternativa. De ahí es de donde nació King Kong Theory. Preferiría no estar en el equipo femenino pero, ¿tengo alternativa? Una actitud crítica puede ser de mucha ayuda cuando te definen y te tratan como a un ciudadano de segunda clase. El Feminismo es un movimiento muy joven. Dejemos que pase tiempo y que podamos definirnos como mujeres, imaginarnos como mujeres, como nos plazca; sin sentirnos amenazadas, juzgadas y despreciadas.
Pero en ese intervalo de tiempo llega la estrella adolescente de turno y adopta el viejo rol de objeto sexual delante de 500 millones de espectadores, la mayoría más jóvenes que ella, casi niños…
La cultura pop lleva más de 15 años haciendo referencias constantes a la prostitución o al porno. Se visten como putas, bailan como strippers, tienen la actitud de estrellas porno… Supongo que fue Madonna la que lo inició todo, y después Britney Spears, Christina Aguilera, Beyoncé, Paris Hilton… La inmensa mayoría de las estrellas pop van por ese camino. ¿Vuelven a ganar los hombres? Bueno, Miley Cyrus no sólo pone cachondos a los hombres, también pone cachondas a las niñas. Si tienes diez años, pues sí, es posible que quieras ser esa puta sexy que hace temblar el planeta con sus caderas. Es más emocionante que ser la típica mamá preparando bizcochos en la cocina. Pero las cosas con las que sueñas cuando eres una niña no tienen mucho que ver con lo que luego vas a ser de adulta. Todos cambiamos. El problema que yo le veo a esto es que se sigue enseñando a las chicas que lo más importante del mundo es complacer a los hombres. No es lo peor a lo que las niñas están expuestas. Lo peor es que se les inculca la idea de que a muchas se nos mata simplemente por ser mujeres. Se nos mata en la calle, en la casa, cuando salimos a correr, en el bosque… Vayas donde vayas, hagas lo que hagas, eres una víctima en potencia. Te pueden atacar sólo porque eres mujer. Esto es lo peor que se le puede inculcar a una niña, en mi opinión.
¿Has podido confrontar ideas como las que expones en ‘King Kong Theory’ con mujeres que no comulguen necesariamente con tu forma de ver las cosas? Antagonistas, incluso…
‘King Kong Theory’ pertenece a la cultura feminista; es sólo un puntito en el enorme mapa del feminismo occidental. Supongo que con quienes más ha conectado ha sido con mujeres que han sufrido una violación. A cualquiera le pueden violar. Muchas hemos pasado por eso. No tiene nada que ver ni con tus ideas, tu estilo de vida o tu personalidad. Lo mismo te digo respecto a la prostitución, que es algo que afecta a cualquier mujer que no haya nacido en una familia rica. Quizá un día necesite dinero, y en la prostitución se puede ganar dinero. Más mujeres de las que nos imaginamos se han metido en la prostitución cuando eran jóvenes. Lo bueno es que si no quieres no tienes por qué hablar de ello ni contárselo a nadie; pero es bastante más habitual de lo que creemos. Así que no sé cómo reacciona la gente ante el libro, ni cuál es la reacción ‘típica’. Eso sí, me sorprendió la cantidad de mujeres que se interesaron por el libro y que, en principio, parecían vivir cómodas dentro del sistema patriarcal.
¿Qué hay de los hombres? ¿Qué opina el hombre medio de ‘KKT’?
No conozco al hombre medio pero, por experiencia, diría que los hombres son infinitamente más radicales que las mujeres cuando piensan en el feminismo. Muchos hombres creen que si las mujeres aceptan el patriarcado eso es porque de alguna manera (ellas) sacan ventaja de ese statu quo. ¡No se sorprenden en absoluto cuando nos cabreamos! Es lo mismo que piensan los ricos y los empresarios de los proletarios: deben sentirse bien viviendo en ese sistema, si no reaccionarían. Normalmente los opresores piensan que hay un cierto grado de sumisión y aceptación dentro de esos a los que oprimen.
¿Hay una guerra entre hombres y mujeres? ¿Qué opinas de las feministas que adoptan una postura a lo Malcolm X? Malcolm no aceptaba fácilmente la colaboración de ningún blanco, por muy buenas que fueran sus intenciones…
La verdad es que la forma en que murió Malcolm X fue bastante paradójica a ese respecto. Pero bueno… No tengo ni idea de qué tipo de negra habría sido. Quizá hubiera sido muy beligerante con los blancos. Bajo ciertas circunstancias una actitud desafiante es comprensible. Hay conexión entre el feminismo y los movimientos negros; el feminismo se inspiró en la lucha por los Derechos Civiles. Y quizá los movimientos negros, los movimientos homosexuales y los feministas, al menos hasta los años 90, fueron los que más hicieron por cambiar la mentalidad de la gente. Fueron batallas políticas en las que se logró muchísimo. No creo que haya una guerra entre mujeres y hombres pero, obviamente, cuando tú ganas algo tu opresor lo pierde. En Occidente la masculinidad se ha construido sobre la sumisión de la mujer. Y de los animales. Tenemos mucho en común las mujeres y los animales; se nos usaba para lo mismo, hacer que los hombres se sintieran más machos. Pero creo que es beneficioso para un hombre dejar de lado su masculinidad, que muchos no se identifican con ese arquetipo de tío insensible, violento, fuerte, y puede que conquisten algunos campos importantes si se cuestionan su masculinidad. Tienen tanto que perder y que ganar como nosotras. La pregunta es, ¿estamos felices con la situación actual? Muchos de nosotros no lo estamos. Y el feminismo, como el movimiento Queer o las cuestiones post-colonialistas, no se puede separar de este sistema ultra liberal en el que vivimos. Quien quiera cuestionar el sistema liberal tal y como lo conocemos tendrá que cuestionarse también los derechos de la mujer, el tema racial, la heterosexualidad, el modelo de familia, etcétera, etcétera…
Ese movimiento Queer que acabas de mencionar, corrígeme si me equivoco, sostiene que no hay diferencia entre con uno u otro sexo. Es la sociedad, los padres, el entorno, lo que en realidad nos define como niños o niñas. ¿Hay base científica para eso? ¿La única diferencia entre un hombre y una mujer es puramente fisiológica?
Supongo que la Teoría Queer tiene en cuenta que hay hombres con penes tan pequeños que casi no se les puede llamar pene, o que algunos niños al nacer no tienen su sexo definido del todo, que algunas mujeres tienen úteros que jamás podrán engendrar vida, que otras tienen más testosterona que cualquier hombre (o viceversa)… La Teoría Queer aplica esa complejidad, esa diversidad, a la identidad sexual. Igual alguien se siente muy seductora y femenina de adolescente, luego se vuelve agresiva y dura, y diez años después cambia a otra cosa. Todo depende. Yo no me siento femenina en absoluto. ¿Por qué debería insistir en ser así? ¿Para ser como los personajes que salen en la televisión? A las niñas se les empuja a crecer de acuerdo a determinados modelos; la típica chica que se viste de rosa, algo putilla, arribista y no demasiado brillante. Pasa lo mismo con los niños; tienen que saber pelear, les tienen que gustar las armas y, si pueden, tienen que ligarse a sus amigas. No hay evidencias científicas para la teoría Queer, pero si ves un cuerpo humano no te dice mucho de la persona en sí. Si ser una mujer es ser fértil, ¿qué hacemos con las mujeres estériles? ¿Cómo les llamamos? ¿Qué hacemos con las mujeres de más de 50, o con las que se acuestan con otras mujeres y no quieren tener hijos? ¿Y qué hacemos con las mujeres que tienen relaciones con hombres estériles? ¿Siguen siendo mujeres o hay que llamarlas de otra forma? ¿A los hombres estériles o a los ancianos que ya no son útiles para la reproducción debemos llamarlos de otra manera?
¿Cómo explica la teoría Queer la transexualidad? Si el quid de la cuestión está en el entorno, la educación… ¿por qué un hombre iba a sentirse mujer o viceversa? Sobre todo teniendo en cuenta que el principal argumento de transexuales y homosexuales para defender su orientación sexual es que nacieron así…
La pregunta adecuada sería: ¿y por qué no? ¿Por qué se le da tanta importancia a si un chico quiere vestir de rosa? O que un adulto quiera dejarse el pelo largo y maquillarse. ¿Qué más da si una chica prefiere que le llamen Bob en vez de Alice? Nuestro certificado de nacimiento no es sagrado. ¿Por qué se le piden explicaciones a los transexuales? Ellos saben lo que sienten y lo que quieren, no hay nada que explicar. Tu cuerpo no le pertenece al gobierno, ni a la guerra, ni a la reproducción. Tu cuerpo te pertenece a ti; eres tú el que va a morir dentro de ese cuerpo. Si uno puede cambiarse de sexo y quiere hacerlo, pues perfecto. Yo me crié en el este de Francia, en una familia obrera. Dejé mi ciudad y ahora no pertenezco a la clase obrera, escribir y dirigir películas no era el tipo de trabajo que se hacía en mi familia. No tengo ningún problema con eso. No siento que tenga que justificarme por no haberme conformado con un modelo de vida como el de mi familia. Con la identidad sexual es lo mismo; cambia de sexo si te da la gana, si puedes. A lo mejor el cambio te viene bien.
¿No hay un cierto conflicto de intereses, o una contradicción, entre el feminismo y teorías como esta? O bien defiendes el feminismo (y a las mujeres), o bien defiendes una teoría que echa por tierra todo lo aprendido acerca del género…
No, no hay contradicción; pero hay muchos movimientos feministas, algunos incluso opuestos entre sí. Hay feministas que creen firmemente que debería prohibirse la prostitución y otras que opinan que primero hay que saber qué opinan las prostitutas. No hay un solo feminismo, una sola voz. Hay muchas voces. Y me parece bien, así deben ser las cosas. Tampoco hay una visión única del sistema capitalista. Hablamos de intentar entender las estructuras de la opresión. Se puede analizar desde muchos puntos de vista.
Bueno, supongo que si hay algún conservador en la sala lleva un rato perdido. Hablemos de algo que los conservadores conocen mejor y disfrutan más: la pornografía. Ahora se ha puesto de moda lo que algunos llaman ‘porno para mujeres’. ¿Qué te parece? ¿Qué diferencias ves entre ese tipo de porno y el porno de toda la vida? ¿El porno para mujeres se parece más a la realidad, a lo que de verdad sucede entre un hombre y una mujer en la cama?
El porno es un género, exactamente igual que el terror o la ciencia ficción. No tiene por qué basarse en algo real. De hecho nunca se ha basado en la realidad. Esa no es la misión del cine, en todo caso de los documentales. El problema del porno es que, esté hecho por hombres o por mujeres, es un producto que nace en un sistema económico muy concreto con leyes e impuestos que hacen imposible que nadie pueda crear buen porno. Si se le diera al porno el mismo estatus que se le da a una película de terror se haría muy buen porno. Muy bueno, sí señor. Y unas películas serían totalmente diferentes de las otras. Pero incluso así nos encontraríamos con los mismos problemas que existen en el cine comercial; mujeres retratadas por hombres, siempre incidiendo en ese sentido de la sumisión. Lo cual no convertiría al porno en algo peor que las películas de acción o las de terror.
¿No había en los 70, en los albores de la industria, una concepción más artística del porno? En contraposición a lo que tenemos ahora: películas hechas en habitaciones de hotel con los medios indispensables y por supuesto sin ningún tipo de trama.
Te digo lo mismo: dinero, leyes, impuestos, internet, censura… El porno que vemos pertenece a una industria acorralada, es algo prohibido. No puedes hacer buenas películas sin dinero. El sexo es bonito en pantalla grande. Es fantástico excitarse con las imágenes y los sonidos del sexo. No hay nada de morboso. La masturbación es una buena actividad. ¡Cambiemos las leyes y disfrutemos de buenas películas porno!
Fóllame no era una película porno, pero había sexo explícito. ¿Por qué es tan raro ver sexo real en películas no pornográficas? Podemos ver a Mel Gibson zumbándole a alguien con un bate de béisbol, pero no le veremos ‘zumbándose’ a nadie, no sé si me explico. ¿El viejo doble rasero de Hollywood?
Supongo que si no hubiéramos metido esas escenas no habrían censurado la película. Pero el sexo no era el único problema, también suponía un problema que Karen (Lancaume) y Raffaëla (Anderson) fueran trabajadoras sexuales, y que Coralie, la co-directora, también lo fuera. Uno de los mayores tabúes que quisimos romper fue ese muro que separa a las actrices porno de los actores convencionales. A mucha gente le da miedo que las trabajadoras sexuales hablen, porque saben una o dos cosas sobre el mundo en el que vivimos. Y Karen y Raf no sólo hablaban, también mataban, lo que significa que adoptaban el típico rol masculino. El equivalente, en pantalla, a la desnudez femenina es la violencia masculina. Es muy difícil que una actriz con una carrera larga no se haya desnudado nunca en pantalla o que un actor no mate nunca a nadie en una película. Nosotras rompimos esa barrera, pero el cine no es el lugar apropiado para cuestionar los roles sexuales. Todo lo contrario: el cine es el que crea esos roles y nos los mete en la cabeza como si fueran lo más natural del mundo.
¿No es lo mismo rodar esas escenas de sexo sin mostrarlo todo? La vieja teoría de que es mejor sugerir que enseñar…
Nosotras estábamos adaptando un libro. En el libro había sexo, así que, ¿por qué no rodarla así? ¿Por qué hay que esconder los genitales? ¿Qué tienen de malo una polla o un coño? O una polla penetrando en un coño. Todavía sigo esperando que alguien me lo explique. Matanzas, torturas… Eso está perfecto, y además la gente lo recibe de buena gana, sobre todo el público más joven. Pero, ¿una polla? ¡Que llamen a la policía! … De verdad, no lo entiendo. Mucho menos hoy en día, con todo ese porno en internet y todos esos críos viendo las cosas más extremas sin entender de la misa la mitad. Sin embargo seguimos sin poder ver una polla en la pantalla grande. No tiene sentido.
En tu última novela hasta la fecha, Apocalypse Bebé, haces una suerte de retrato de la sociedad francesa actual a través de las vidas de diferentes mujeres. ¿Es hora de volver a tomar la Bastilla?
Hace ya más de doscientos años de la Revolución Francesa. Yo no me iría tan lejos en la historia…
Pero, ¿crees que la violencia es a veces necesaria para cambiar las cosas? Tal vez Luis XVI y María Antonieta no habrían dejado Versalles si las masas se lo hubieran pedido ‘por favor’…
El problema no es matar o rechazar la violencia, el problema es: ¿tienes un mundo mejor en mente? ¿Cómo sería ese mundo? ¿Qué tipo de vida es esa por la que vas a pelear? Lo peor que está pasando ahora mismo, para mí, es que han atacado y destruido nuestros sueños y nuestras utopías. Es momento de reinventar esos sueños, de desear otras alternativas, abrir nuestras mentes. El viejo mundo está tocado de muerte, se está apagando ante nuestros ojos. De hecho, ya está más que acabado. Confieso que a mí la violencia me atrae, pero ojalá no fuera así. La violencia es el lenguaje de los dominantes. Adaptarse a eso no es la mejor estrategia. Una vez que adoptas ese lenguaje de la dominación, ¿qué es lo siguiente? Sólo un cambio de cara. Nuevos jefes, nuevas leyes, nuevos polis, un nuevo tipo de control… Eso no sirve para nada. Si la violencia sigue siendo el argumento principal, ¿qué más da quién la ejerza?
¿Cómo se lucha contra un sistema que, en última instancia, utilizará sus fuerzas de seguridad, sus armas, contra la ciudadanía?
No confío en las armas. Las armas son como la cocaína. Coges una y ya te sientes poderoso. No hace falta mucho aprendizaje. Da igual qué tipo de persona seas, funciona así. Como las drogas duras. Pero exactamente igual que las drogas, una vez que estás metido de lleno en ellas, ¿qué haces? Pierdes el entusiasmo, la alegría, renuncias a tus valores, te deprimes… Si tienes un arma te conviertes en un soldado. Es excitante, a todos nos gusta ver el miedo en los ojos de nuestros enemigos, todos queremos que corra la sangre de los que nos dominan, pero, repito, ¿qué hacemos después? Después seremos un nuevo ejército, sólo habremos cambiado las caras de los que ostenta el poder y esos usarán sus armas para perseguir a otra gente. Perfecto. Pero ya estamos en un mundo así. ¿No será mejor buscar un modelo distinto?
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