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Rickie Lee Jones: “Soy la chica más bohemia de Griffith Park Boulevard”

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Pocas presentaciones necesita Rickie Lee Jones tras 35 años de carrera. Una carrera tan amplia estilísticamente como escueta y guadianesca en lo tocante a su discografía. Bien por los caprichos de la industria, bien por crisis personales, Rickie ha desgranado esas exquisiteces suyas, siempre bañadas de jazz y soul, siempre con un espíritu avant-garde, a cuentagotas. Quizá el éxito del que disfrutó a principios de los 80s jugase un papel fundamental a la hora de entregarla en manos del desengaño cuando las cifras de ventas comenzaron a decaer. Su discurso, a menudo, respira por la herida del escaso éxito comercial, algo que, creemos, tampoco debiera quitarle demasiado el sueño a quien ya tiene carácter de leyenda.

En cualquier caso, con o sin discos en el Billboard, Jones nunca ha dejado de acumular puntos de vuelo en un ‘nerverending tour’ propio del mismísimo Zimmerman. Su legión de seguidores no es tan vasta como la de Lady Gaga, pero sí más fiel. Y nadie puede poner un solo pero a las tablas de esta mujer, como podrán comprobar los que se presenten a la cita con ella los próximos 17 y 18 de julio en Madrid y Santander respectivamente.

En 2002 volviste al ruedo discográfico tras un largo retiro. ¿Necesitabas derribar algún tipo de ‘muro creativo’? ¿Tal vez querías algo de tiempo para ti, lejos de la música?

Tal vez di con una compañía discográfica con buenas relaciones públicas y un presupuesto decente.

¿Fue raro para ti ese ‘retorno’?

He estado girando durante 25 años, cada año, por todo el mundo. Así que no sé si ese ‘fue’ se refiere a hace diez años o si me preguntas si es raro estar de gira. Y no, no es nada raro. Un concierto es como una especie de reunión espiritual. Para mí es complicado todo el tema de la promoción, sin grandes campañas de publicidad ni nada de eso, pero tengo suerte de contar con seguidores muy fieles que siguen acudiendo a mis conciertos, y también gente más joven. Eso me hace seguir trabajando. España, por ejemplo, ha sido un caso interesante; en los últimos diez años he actuado aquí muchas veces. Muchas más de lo que lo había hecho durante los veinte años anteriores.

¿Qué opinas de la industria discográfica hoy en día? Tú viviste los días de gloria, cuando era relativamente fácil vender un par de millones de discos, y sigues aquí ahora, cuando un vídeo tuyo lo pueden ver 500 millones de personas por Youtube sin que eso signifique ingresos considerables…

Bueno, la gente puede ver mis vídeos, pero es improbable que vaya a tener 500 millones de visitas. Ahora es como un juego de niños. Hasta que no atraque un banco o me cargue a algún dictador no creo que #RickieLeeJones vaya a ser el topic de la semana en Twitter. (Risas) 

Ben Harper ha producido tu último disco. Un disco de versiones…

Ben es un encanto de hombre. En cuanto al disco de versiones, es que me cuesta un poco sentarme a componer temas propios.

Creo que todo el mundo estará de acuerdo en que Rick Rubin y Johnny Cash llevaron el concepto de ‘disco de versiones’ a un nivel superior. ¿Teníais Ben y tú en mente aquellos American Recordings cuando grabásteis ‘The Devil You Know’?

No, en absoluto. En aquellos discos John se estaba muriendo, y ya no cantaba tan bien. Pero, de alguna manera, John era una especie de cantante country ‘hipster’, y los hippies le aceptaron porque Dylan se introdujo en el country y le dio muchísima publicidad a Cash. Muchos de los chavales que seguían a Dylan se hicieron fans de Johnny. Rubin le puso a cantar las cosas que le gustaban, góspel sobre todo. Además, hicieron aquel biopic, ‘Down the Line’. Y ese ‘nivel superior’ no es otra cosa que vender muchos discos. Yo, y diez millones como yo, llevamos 40 o 50 años escuchando discos de versiones de Sinatra, así que ese nivel igual es nuevo para vosotros, pero para mí no significa gran cosa.

En tus comienzos se te tachaba de bohemia. ¿Te sigues identificando con eso?

Me llamaban bohemia porque un escritor, Robert Hilburn, dijo eso de mí una vez, y me quedé con esa etiqueta. Dicho esto, soy la chica más bohemia de Griffith Park Boulevard (Los Ángeles)… Al menos esta mañana. (Risas) 

¿Te molestó que un tema como ‘Woody & Dutch’ se volviera tan ‘mainstream’?

La verdad es que sí. Todos aquellos anuncios, las imitaciones que vinieron detrás…

En un momento dado te mudas a Francia. ¿Conectas mejor con el estilo de vida europeo?

Estaba harta de Los Ángeles, y mi vida estaba muy vacía. Me sentía triste. Quería ser algo más que alguien popular que lucha por seguir siendo popular. Quería tener los pies en el suelo. Pero fue difícil acostumbrarme a la vida en Francia; los franceses eran bastante maleducados, fumaban como chimeneas… Ahora son más educados, menos provincianos. Para los turistas es mejor así, está claro. Que el estilo de vida fuese distinto, eso me gustaba. Me recuerda quién soy y de dónde vengo, porque me doy cuenta de que mucho de los que soy tiene que ver con una cuestión cultural, algo que todos compartimos. Puede ser desconcertante vivir en un país que no es el tuyo; cada detalle, desde el color del papel higiénico hasta los estilismos. Lo que en un sitio es lo más de lo más en otro es una horterada. Hasta cómo guarda cola la gente –o cómo no la guarda, como en Francia o en Italia-, la cortesía, las tradiciones… Es como: “¿En serio? Pensaba que allí las mujeres no salían por la noche.”, y mientras tanto en la calle 42 o en Miami, o en Rodeo Drive, tienes a las chicas montadas en sus tacones de 15 centímetros, con sus vestidos de 2.000 dólares. ¿Qué es lo correcto y qué no? Ni idea. Quién sabe. Sea como sea, las mujeres son siempre más proclives a general escándalo. 

Aunque no crees en la religión como algo institucionalizado, sí que crees en Jesús. ¿Quizá sea ese el problema de las religiones? Ninguna actúa de acuerdo a lo que sus profetas proclamaban…

Desde luego que no creo en lo que la iglesia ha vendido como la figura de Jesús. Yo amo a Jesús, no a los dogmas que se crearon en su nombre. El Dios que muchos buscan está aquí mismo, entre nosotros; no hace falta ir a buscarlo a ninguna iglesia. Eso es algo que incluso el propio Jesús dijo: “donde vosotros estéis, ahí estaré yo”. Para mí, por ejemplo, alcanzamos un plano espiritual cuando vamos a un concierto. Cuando la gente se reúne para oír música. Llamas a la música y bajan los ángeles. Llamas a Dios y los demonios también vendrán. Lo mejor es adorar cada momento álgido del día a día. SER el cielo. Y esto no es ninguna chorrada zen. No hay que decidir de antemano cómo será ese Dios o de quién será el nombre que susurre. Hay que buscar los sonidos de la alegría. 

Hablemos de feminismo. ¿No crees que en esta sociedad tan moderna en realidad estamos yendo hacia atrás en lo que al papel de la mujer se refiere? Cosas como ‘Sexo en Nueva York’ o las revistas femeninas parecen no haberse enterado de la misa la mitad…

Estoy de acuerdo. Pero eso tiene que ver sobre todo con el materialismo. Con tentar a las chicas jóvenes y meterles en la cabeza que su femineidad valdrá más a través de lo material. El del capitalismo de lo que hay que abominar. 

¿Y el papel de la mujer en la música? Hoy por hoy tenéis un papel preponderante; el material más fresco y original suele venir por parte de ellas, sin embargo alguien como Rihanna es infinitamente más popular que Ani DiFranco o PJ Harvey. La ‘chica sexy’ se sigue llevando el pato al agua…

Lowell George dijo una vez que todo es relativo. No podemos decir que un determinado tipo de cantante o una determinada imagen es la que vale. Si yo fuera una de esas reinas de la música odiaría mi imagen… Mmmm, de hecho creo que eso fue lo que me pasó. (Risas) Hay que estar abiertos a cualquier tipo de estilo, o de imagen, sabiendo que muy posiblemente la menos sofisticada será la más popular. Y está bien así. Hay mercado para todos. Para los más jóvenes todo gira alrededor del sexo. Quieren echar un polvo, quieren ser deseables. Todo lo que les gusta es reflejo de ese deseo. Algunos fingen ser más sofisticados, fingen que están interesados en otras cosas pero, en realidad, todo es parte de lo mismo: buscan sexo. ¿O no? 

Cualquiera puede gustar a cualquiera, entonces…

Todo el mundo puede tener su atractivo. Captain Beefheart, por ejemplo, gusta a gente que se siente fea, o que está lo suficientemente segura de sí misma que no les importa escuchar algo extravagante. Y ahí va implícita la identidad sexual también. ¡Soy tan ‘cool’ que puedo ser feo! (Risas) Así que, a fin de cuentas, todo tiene que ver con algún tipo de impulso sexual. Incluso las artes visuales. Da igual lo bueno que sea un cuadro; lo que de verdad le da publicidad es la historia personal del artista. Todo tiene que ver con la imagen.

¿Y qué hay de tu imagen ahora? ¿Cómo te ves?

¿Yo? Creo que necesito reformular mi imagen, pero me parece que mi líbido es tan marciana que mejor dejaré que sea algún publicista tan marciano como yo quien diga cómo soy y por qué.

Traductor, periodista a regañadientes, copywriter. Quizás nos encontremos en Esquire, Vice, JotDown o en Miradas de Cine. Como me sobra el tiempo, edito Factory.

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