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Miguel Ángel Hernández: “El escritor es un pringado precario en el ranking del artisteo”
Miguel Ángel Hernández Navarro (Murcia, 1977) es escritor y profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia. Ha sido director y co-fundador del CENDEAC (Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo) de Murcia y Research Fellow del Clark Art Institute (Williamstown, Massachusetts). Como crítico de arte, ha colaborado en revistas como Exitbook, Manifesta Journal, Aut-Aut, Estudios visuales, Debats o Revista de Occidente. Su primera novela, Intento de escapada (Barcelona, Anagrama, 2013), enmarcada en el mundo del arte contemporáneo, ha sido finalista del XXX Premio Herralde de Novela. ¿Le perdonarán los modernos y los eruditos de capital que su origen y su lugar de residencia sea Murcia, esa isla desértica rebosante de garrulos y analfabetos sin domesticar? De momento se la ha metido doblada a Jorge Herralde, el fundador de la mítica editorial Anagrama.
¿Cómo te sientes al ser finalista de un premio tan prestigioso entre los culturetas como el Herralde y de publicar en una editorial tan “literaria” como Anagrama?
Muy contento. Rebosante de felicidad. Ni en mis mejores sueños me podía imaginar yo algo así. Anagrama es la editorial en la que cualquier escritor quisiera publicar. En mi casa, los libros amarillos, los grises y los de colorines pueblan las estanterías. Y ver mi novela ahí, en ese equipo en el que han estado Bolaño, Vila-Matas, Pombo y en el que siguen estando muchos grandes escritores… pues qué quieres que te diga, me emociona mucho. Y lo del Herralde todavía no lo tengo asumido del todo.
El 99% de las novelas finalistas de los premios literarios son mucho mejores que las ganadoras. ¿Estás de acuerdo con esta percepción?
Es cierto, a veces pasa, pero en otra serie de premios más comerciales. En este caso, no creo. La novela ganadora, Karnaval, es una de ésas para quitarse el sombrero. Ferré es un grande. Y la finalista, Cuatro por cuatro, también es mucho mejor que la mía. No había leído nada de Sara Mesa, pero a partir de ese momento tiene en mí un seguidor. Yo estoy muy feliz con mi medalla de bronce. No puedo pedir más para una primera novela.
¿Por qué no has intentado ser presentador del telediario antes de publicar un libro? ¿No crees que para tener éxito en la literatura es más importante saber hablar bien en público que escribir?
Es que no doy en cámara. Me salgo por los dos lados y tienen que ponerle un gran angular. Además, me atranco mucho hablando, me entrecorto y me equivoco –más aún que Hilario Pino–. Yo soy más de la palabra escrita que de la oral. Cada cual tiene su ámbito. De todos modos, creo que para ser escritor hay que escribir. Otra cosa diferente es que si, además, uno habla bien, es atractivo y le queda bien el negro –el del traje, digo–, pueda vender mejor su obra. Pero esto es igual en todas las profesiones. A todos nos la ha metido doblada un fontanero porque nos ha convencido con el cartel de su negocio, pero luego no sabía arreglar una tubería. Marketing, se llama.
¿Tú quieres ser escritor y mandar a tomar por culo el arte moderno o este libro ha sido un escarceo sin mucha trascendencia? ¿Te gustaría dedicarte plenamente a ello?
Yo quiero ser escritor y mandar a tomar por culo muchas cosas. Sí, es verdad. Pero intuyo que eso no es tan fácil. Es lo que más me gusta en esta vida. Escribir. Y aun más, leer. Pero tampoco me disgusta mucho dar clase, escribir crítica, ensayo… No quiero que sea un escarceo, ni mucho menos. Es un proyecto que ya viene de atrás –nace casi al mismo tiempo que mi trabajo académico; con libros de cuentos y otras cosas (aunque publicados en Murcia y perdidos para siempre)–, y pretendo continuarlo, por supuesto. Pero seguiré con lo demás. Aunque también es cierto que durante los próximos años creo que decantaré la balanza a la literatura. Y dejaré de lado muchas cosas para centrarme en escribir la siguiente novela.
¿Por qué crees que todo el mundo quiere ser escritor?
Es la pregunta del millón. La gente quiere escribir, quiere pintar, quiere actuar, cantar… Ya lo decía Concha Velasco, “mamá, quiero ser artista”. Creo que tiene que ver con un elemento creativo y la necesidad de compartirlo, una necesidad interior, pero también –y cada vez más– con un imaginario construido culturalmente, un prestigio, un estatus, una consideración, una distinción… un “postureo”, como se dice ahora. Mola mucho decir que eres escritor, sí. Pero –por decirlo mal y pronto– se folla lo mismo. O bastante menos, de hecho. Yo recomiendo a los que buscan eso que se metan a un grupo de rock. El escritor es un pringado precario en el ranking del artisteo. Así que mejor que te guste escribir y lo disfrutes, porque eso sí que puede ser maravilloso.
¿De qué sientes la necesidad de escapar? ¿Lo consigues o sólo te quedas en el intento?
Pues la verdad es que intento escapar de la maldad, del odio, de la pura apariencia, de la trascendencia impostada… de la cutrez que significa creerte algo especial. No sé si lo consigo. Pero lo intento. Sobre todo lo que intento es mantener vivo el idiota que llevo dentro. De vez en cuando es necesario caer a lo más bajo y lo más terreno. Uno no puede estar todo el día evocando.
¿Crees que todo es demasiado aleatorio y voluble en la literatura o crees que, antes o después, el talento es recompensado?
Estoy convencido de que, antes o después, las cosas buenas son apreciadas. El problema es que es posible que el después llegue demasiado después. Y sobre todo, ¿a qué llamamos recompensar? ¿que pongan tus libros en el colegio como lectura? ¿que le gustes a cuatro críticos con barba blanca? ¿que te den el Nobel? No sé. Uno no puede escribir para ser recompensado de ese modo. La mejor recompensa, sin duda, que te lean y te entiendan, que puedas dialogar, comunicar lo que tenías que decir. Porque sin duda la escritura es una manera de hacer público –exponer, exhibir, mostrar– lo que uno siente, sabe o percibe. Contar historias, comunicar emociones, reflexiones… a un lector. Eso es una recompensa.
Intento de escapada está enmarcada en el mundo del arte contemporáneo. ¿Existe el artista Jacobo Montes? Si te lo has inventado todo, ¿has conocido a muchos Jacobos Montes en el camino?
Montes no existe. Aunque es cierto que hay muchos artistas que podrían ser perfectamente Montes. Yo he conocido a varios, sí. En algunos casos, bien de cerca. Pero Montes no es nadie en particular. Muchas de sus obras las podría haber hecho, por ejemplo, Santiago Sierra, o Guillermo Vargas, o Teresa Margolles, o tantos otros. Pero su personalidad, el personaje, es totalmente ficción.
¿Qué le dirías a alguien sobre tu novela para seducirlo completamente y que corriera a la librería más próxima? Véndemela.
Pues que creo que se lo va a pasar bien y va a aprender algo acerca del arte contemporáneo y de algunas situaciones invisibles que todos conocemos. Y sobre todo, le va a hacer pensar bastante. En plan marketing brutal: si te gusta el arte contemporáneo, deberías leerla. Si lo detestas y lo odias, aun más. Y si te la suda absolutamente, aún mejor, porque entonces te concentrarás en lo importante: la historia de una frustración. Y cuando la acabes, no vas a poder parar de pensar.
Detesto profundamente el arte contemporáneo. Es algo todavía más elitista, aleatorio y voluble que la literatura. La mayor parte de obras me parecen una tomadura de pelo, un fraude. ¿Por qué tú no lo odias? Es más, a ti te encanta ese mundo. Según leo en tu biografía de la solapa, eres profesor de Historia del Arte en la universidad y has escrito numerosos libros sobre arte contemporáneo. Sin embargo, pareces buena gente. Y no se te caen los anillos por hablar de fútbol o videojuegos. ¿Por qué eres tan ecléctico? ¿En cuántas familias de adopción te has criado?
Con el mundo del arte hay una gran confusión, y es que muchos piensan que todo se puede entender sólo con la mirada. No es así. Todo ese universo aparentemente abstruso e impenetrable se puede descifrar fácilmente leyendo. Las obras hay que leerlas, igual que los libros. El problema es que nunca miramos más allá de la apariencia. Nos quedamos con lo visible, y entonces no entendemos nada. Es como si alguien entra a una biblioteca y ve los libros por el lomo o, si acaso, los hojea sin leerlos. Evidentemente, no entiende nada y podría llegar a decir: “No sé qué veis en los libros. Yo los miro y no me dicen nada”. Pues algo así pasa en el arte. Si la gente se parara un momento a leer las obras –de dónde vienen, quién las hace, con qué fin, en qué contexto…– la cosa cambiaría. Pero sólo miramos. Y así no entendemos nada. Para entender hay que leer. Otra cosa muy diferente es la fauna que rodea al mundo del arte. Un esnobismo que está en todos los lugares, aunque en el arte parece que se ve más. Pero hay mucha gente normal, que entiende que el mundo está compuesto de mil realidades, y que puede ser tan importante la experiencia que proporciona un partido de fútbol como la que proporciona un cuadro de Mondrian. Como dicen en mi pueblo, “cada cosa tiene su cosa”. Hay que aprender a valorarlo todo.
¿Te parecería una buena performance o happening secuestrar a varios banqueros, meterlos en una jaula y soltarlos en medio de una manifestación antidesahucios para darles una paliza y hacerles ver que el dinero no les protege de una buena hostia con la mano abierta? ¿Qué performance te gustaría llevar a cabo?
Pues, fíjate, no estoy a favor de la violencia. Sé que en ocasiones es necesaria. Pero incluso así, me causa muchos problemas éticos. Por ejemplo, vivimos ahora en tiempos del famoso “escrache”, y no me hace ninguna gracia. No porque alguien no se merezca ciertas cosas. Sino porque si pasamos ciertas barreras abrimos un grifo muy peligroso y la cosa se nos va de las manos. Si nos liamos a dar hostias, pocos se iban a librar, y entonces sí que se iba a liar parda. No, no creo que ésa sea la solución. Nos metemos en un jardín oscuro que solo tiene una salida. Y no es buena. Así que si tuviera que hacer alguna performance probablemente seguiría la senda del situacionismo y propondría alguna acción de no confrontación, dadaísta, sin sentido, que, por puro absurdo, desmontara una situación y dejara al otro sin posibilidad de respuesta. Sin duda, sería una performance humorística. Creo que el humor nos salva. A todos los niveles.
¿A quién meterías en la caja de la performance ‘Intento de escapada’? A mí se me ocurren muchos, muchísimos… ¿Cuántos crees que pueden caber dentro?
La verdad es que en la caja de Montes caben muy pocos, pero tres o cuatro bien apretados sí que entran. Habría que meterlos con calzador y lo mismo ya no salían de allí. El problema sería saber a quién metería. Hay tantos candidatos. No sé, metería a los que se han llevado el dinero y se han aprovechado de la gente. Pero no sólo a los que salen en los telediarios. También hay mucho hijo de puta suelto aquí abajo.
Al igual que el ganador del premio Herralde de este año, que fue finalista hace dos años, ¿te ves ganador del mismo en el 2015? No me seas humilde. Sólo se vive una vez. ¡Tira la casa por la ventana!
Puestos a pedir y a imaginar… 2015 sería un buen año. El problema es que para entonces no creo que me diera tiempo a acabar la obra maestra que, sin duda, algún día escribiré (Risas). Así que, mejor, ponle 2020. Aunque sólo sea para poder celebrarlo en Eurovegas. Y gastármelo todo en una noche en los casinos madrileños. Entonces sí que me convertiría en un escritor maldito. Y algo gilipollas, también es cierto. Pero todo sea por la leyenda.
Si te dieran a elegir entre ganar el premio Herralde y ser considerado el nuevo Vila-Matas o escribir un bestseller que vendiera 20 millones de ejemplares en todo el mundo, ¿qué preferirías?
Pues si tuviera que elegir, sin duda, me quedaría con la primera opción. ¿Qué iba a hacer yo con 20 millones de euros? Los malgastaría, seguro. Y sobre todo, si algo tengo claro es que no escribo para ganar dinero. Ya vivo de mis clases en la Universidad. Aunque, por supuesto, si la opción intermedia existiera… a nadie le amarga un dulce. Pero está claro que no es así. Uno escribe su libro, el que quiere, el que le interesa, el que se tiene que sacar de dentro. Ésa es una parte. Y luego, lo que ocurre después es otra cosa. Tanto a nivel comercial como a nivel “literario”. Si algo tengo claro es que uno no tiene que escribir buscando ningún tipo de éxito, sino buscando estar en comunión consigo mismo, es decir, haciendo lo que le pida el cuerpo. Y lo mismo a veces te pide escribir un thriller de ciencia ficción, o un cómic de superhéroes, o la gran novela de la crisis. Mientras estés convencido y disfrutes… No quiero imaginarme cómo debe ser escribir con ese tipo de presión: el de ganar dinero o el de buscar la fama literaria. Creo que ambas cosas pueden ser peligrosas y perniciosas. Yo prefiero escribir sin pretensiones muy altas. Ya es bastante pretencioso acabar un novela y aspirar a que alguien gaste horas o días de su tiempo leyéndola.
¿Tendremos pronto un nuevo libro de Miguel Ángel Hernández? ¿Estás en ello? ¿Por dónde irán los tiros esta vez?
Habrá que esperar un poco. Me quiero tomar las cosas con calma. Estoy en ello, sí. Desde hace algún tiempo. Planeando, esbozando, escribiendo algunas cosas, modulando la historia… pero se va a llevar su tiempo. No tengo prisa ninguna. Aunque tampoco quiero dormirme en los laureles. Los tiros seguirán yendo esta vez por el mundo del arte, aunque con lugares y planteamientos bastante diferentes a los de Intento de escapada. Creo que el arte es un universo lleno de problemas y situaciones muy novelables. Lo raro es que no haya muchos más escritores que lo transiten con asiduidad.
Gracias por todo y buena suerte.
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