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Javier Botet: “Mientras haya mucha gente que no persiga sus sueños yo podré perseguir los míos”
Aunque quizá no lo sepas, Javier Botet se ha colado más de una vez en tus pesadillas. Si no soñaste que la Niña Medeiros de la saga [Rec] venía a por ti, si el espectro de Mamá no te obligó a tirar de dormidina, enhorabuena, ya no te asusta nada. Pero es poco probable que las creaciones de este ciudadrealeño, granadino de adopción, no te hayan afectado. Tampoco te vas a olvidar fácilmente de su Luismi de Las Brujas de Zugarramurdi, el último artefacto de diversión masiva de Álex de La Iglesia, ni de sus futuros trabajos con Guillermo del Toro, que ya le tiene más que fichado. Sin embargo, no sólo de maquillaje y físico peculiar vive Botet; él respira cine, sea por tierra, mar o aire. Delante y detrás de las cámaras o sobre el folio en blanco. Da igual. Lo fundamental es que las ideas y el proceso creativo no paren nunca.
Muchos años viviendo en Granada, pero al final acabas en Madrid. ¿La capital sigue siendo parada inevitable para quien quiere hacer cine?
Sí. Definitivamente hay que irse a Madrid o incluso a Los Ángeles… Es decir, actor puede ser cualquiera; si lo llevas dentro puedes generar tu propio mundo, montar un grupo de teatro. Porque hay gente con ganas en cualquier sitio. Yo, por ejemplo, antes vivía en Granada, y el hecho de que no hubiera allí un ambiente cinematográfico en condiciones sino más bien pequeños focos hacía que ni siquiera te plantearas la posibilidad de quedarte allí y hacer cine. Las cosas son como son, la tele se hace en algún sitio y tú la ves aquí a través de un tubo, y punto, pero hacer tele en Granada, o en otro sitio que no sea Madrid, es casi impensable.
Y eso que Granada, dentro de lo que cabe, tiene una de las escenas culturales más boyantes de España…
Sí. La verdad es que en Granada he tenido precisamente más ‘feedback’ a nivel musical. Tuve un grupo con unos amiguetes. Pero el cine… La única relación que tenía con alguien que hiciera cine era conmigo mismo. (Risas) Ahí con mis cortos y con mi amigo David, que nos pasábamos el día con la cámara haciendo nuestros cortos y todo tipo de chorradas. Pero no, no conocía a nadie realmente que estuviera metido en esto.
¿Los Ángeles sería el siguiente objetivo?
Sin duda. Allí debería haberme ido hace siglos. Igual que cuando me vine a vivir a Madrid pensé que si hubiera nacido aquí habría hecho cine desde muy crío. Así que irme a Los Ángeles sería lo ideal. Aquí ya he trabajado con De La Iglesia, que era uno de esos directores que consideraba que podían explotarme mejor, por esa mezcla de comedia y ciencia-ficción, he trabajado con Balagueró… Y siempre tuve en la cabeza que en cuanto ganara un poco de dinero me largaría a Los Ángeles, porque no me gusta irme a pedir a la calle. (Risas) Pero, ¿qué pasa? Pues que soy un desastre. Me lo he gastado todo en cachondeo, como decía aquel futbolista que acabó en la ruina: me lo he gastado todo en drogas, en putas y alcohol, y el resto lo he malgastado. (Risas). Cuando terminados ‘Mamá’ Guillermo del Toro me dijo: niño, vente para Los Ángeles en unos días y te presento gente. Pero hay una mezcla de torpeza y estupidez por mi parte. Además siempre he vivido muy tranquilo. Siempre tuve la sensación de que era fácil, que iba a abrirme paso a nivel internacional sin mucho esfuerzo.
Bueno, ya en ‘Mamá’ tuviste un cierto contacto con lo anglo, ¿no?
‘Mamá’ se hizo en Canadá. No tuve contacto directo con Hollywood, pero ahora mismo hay muchísimas productoras americanas rodando en Canadá, sean series o películas. Allí tienen buenos estudios, hay mucha tranquilidad, más facilidad para importar profesionales internacionales por el tema del visado. Todo se abarata un poco en Canadá. Igual que ahora se están haciendo cosas en Canarias. Siempre hay unos cuantos focos por ahí… Pero, vamos, en cuanto a lo de Los Ángeles, creo que pronto me iré para allá, si Dios quiere. Ahora ya tengo representantes allí.
Eres como el Andy Serkis español. Millones de personas han visto tus películas, pero es difícil que te reconozcan por la calle. ¿Te frustra eso?
No, la verdad… Es bonito que de vez en cuando alguien te reconozca o incluso se sepan mi nombre. Y creo que en casos como el mío se crea una especie de filtro: la gente que me reconoce se ha molestado en ‘googlear’, en mirar a ver quién es ese actor que hace de la Niña Medeiros. No es ese lado de la fama en el que te encuentras con gente que te reconoce pero que tampoco saben muy bien dónde te han visto antes.
¿Preferirías una fama, digamos, moderada?
Es que no lo sé. No lo he vivido. Pero sí tengo amigos en el mundo del cine, muy fácilmente reconocibles, y hay un factor de la fama que es incómodo. No lo sé, ya te digo. Yo soy una persona egocéntrica y hasta ahora todas las demostraciones de afecto o de reconocimiento por parte de quienes han disfrutado mi trabajo siempre me han sentado muy bien, y me agrada. La fama más masiva es algo que quizá llegue; no es algo que tenga prisa por experimentar. Por ahora, me encanta poder pasear por la calle tranquilamente, y no sé si me resultaría incómodo si la cosa se saliera de madre.
De todas formas, es difícil controlar algo tan voluble como la fama, ¿no crees? Tú pones tus productos en el mercado, en este caso tus películas, y a partir de ahí no sabes si te verán quinientas personas o quinientos millones…
Bueno, yo todo lo que venga lo tendré que ir afrontando. Yo creo que estoy en una situación ideal, porque ya he tenido un par de éxitos de taquilla y aun así me mantengo un poco en el anonimato. A mí lo que me apetece es hacer un millón de películas. Si eso conlleva esa otra parte, pues bienvenida sea. Me produce, en último caso, hasta curiosidad eso de la fama…
Te he mencionado a Serkis, pero hay una diferencia capital entre vosotros. En Serkis todo es 3D y efectos digitales. Tú eres más ‘old school’, más de maquillaje y prótesis…
Sí. Por ejemplo, en ‘Mamá’ todo era maquillaje excepto una porción de la cabeza que dejaron libre para aplicarle unos efectos porque el pelo sí era totalmente digital. Todo lo demás es maquillaje, vestuario. Un trabajo estupendo de DDT, que son catalanes y ya ganaron un Oscar por ‘El Laberinto del Fauno’…
¿De cuántas horas de maquillaje estamos hablando?
Pues alguna sesión ha sido de ocho horas. En la primera ‘[Rec]’ eran ocho horas antes de ponerte a rodar. Luego, en ‘Mamá’ estaba todo más controlado, se ajustaban mejor los horarios, y eran cinco horas. Todos los días. Es una paliza. Durante todas esas horas al cuerpo lo vas cargando de sustancias, hay partes que se te van quedando medio paralizadas. Hay que tener mucha tranquilidad para no estropear el maquillaje antes de rodar. Sobre todo tienes que aprender a controlar tu efusividad, o los momentos de ansiedad en los que querrías arrancarte el disfraz a tiras para poder respirar bien de una vez. La verdad es que no todo el mundo es capaz de pasar por eso. Hay muchos que prueban el maquillaje y acaban histéricos. Cuando te quitan el maquillaje es como un renacer; como cuando a Goku le quitan las bolas de acero de los tobillos y de repente salta el triple de alto y todo le resulta mucho más fácil.
¿No sería casi mejor que te quedaras con todo eso puesto varios días?
Bueno, aquí en España, que es el Oeste del cine, por no destrozar el planning –ya destrozado de por sí- ha habido veces que me ido a mi casa y he dormido seis horas siendo un extraterrestre, o un porfírico. Aunque en esos casos más que dormir se desmaya uno del cansancio que llevas. Y mi portero ya hasta se reía cuando me veía por las mañanas…
Se reiría después de reponerse del patatús…
(Risas) Sí, bueno… La primera vez que me vio fue un poco “¡qué coño es esto!”, pero después nada: ya está Javier con sus mierdas y tal… (Risas)
¿Eres como Lon Chaney? Que tenía sus propios trucos de maquillaje, se involucraba a fondo en la creación de todos esos personajes que interpretó…
Hombre, soy diseñador y me encanta diseñar en base a mis ideas. He diseñado bichos sabiendo cuáles son mis posibilidades. Me gustaría que me tuvieran más en cuenta en ese sentido pero uno se centra en la interpretación. Si en determinado papel alguien me pide consejo o ayuda, pues ahí estoy. Además hice un curso de maquillaje antes de empezar con esto de la interpretación y, quieras que no, pues voy entendiendo de materiales y todo eso. Ha habido alguna sesión de maquillaje en la que he estado con una mano maquillándome la otra mano mientras la otra persona me hacía la cabeza. La gente que trabaja conmigo ahora sabe que tengo buen criterio y que sé lo que me hago.
Hasta ahora has hecho mucho cine fantástico, de terror… ¿Es tu hábitat natural o eso da igual mientras sigan llegando proyectos?
No es que me dé igual, todo lo contrario. Me gustaría hacer de todo. Donde me siento muy cómodo es en la comedia; cuando hago cosas con mis amigos, cortos, etc., suelen ser casi siempre comedias. Ese sería mi hábitat natural. Lo que pasa es que a la hora de hacer cine he aprovechado mucho mi físico y eso hace que donde más se me solicita sea en esos géneros que dices. Por otro lado, como espectador, lo que más me gusta es la ciencia-ficción. Me encantaría aparecer en producciones de ciencia-ficción. ¡Me encantaría estar en ‘Star Wars’!
Bueno, parece que la tercera trilogía está en marcha. Todavía estás más que a tiempo. Como espectador, ¿te ilusiona que hagan tres películas más? ¿Eres de los que le enviaron cartas con Anthrax a George Lucas por lo que hizo en la segunda trilogía?
Yo soy fan de la original, pero, respecto a la segunda, pues entiendo que los tiempos han cambiado, que la gente envejece y pierde un poco el norte. Es muy difícil, además, mantener el nivel de algo tan grande. Sin embargo, a pesar de estas últimas películas que a los fans nos han contrariado bastante, tengo fe en las siguientes. Creo que van a estar mejor. De todas formas, quiero que se hagan porque desde crío llevo esperando ver a Mark Hamill ya viejo. (Risas)
Vamos con temas menos ‘fantásticos’. Por ejemplo, las subvenciones. Tú has trabajado o bien con grandes presupuestos privados, o bien en proyectos que han costado cuatro duros, como ‘Diamond Flash’, de Carlos Vermut. Es decir, cero subvenciones. ¿Qué opinas del ‘arte subvencionado’? ¿No hace más mal que bien?
Desde que tengo uso de razón he visto mal las subvenciones en general. Yo de crío he conocido a gente que recibía pensiones de la huerta, sin trabajar en nada parecido. En España somos muy pícaros, muy pillos. Mucha gente podría estar moviéndose, gastando un poco más de energía en buscar la manera de generar algo, pero encuentran mucho más sencillo tener una serie de ventajas y una serie de ayudas. Lo de las subvenciones es un sistema que se instauró para que ciertas personas estuvieran contentas haciendo sus cosas, y todo el mundo sacaba ahí un pequeño partido económico. Pero luego, desde ese punto de vista económico, no es rentable llevarlas a las salas. Es una forma cutre de ganar todos un poquito, en vez de hacer algo bien. Si te dan todo hecho, dejas de utilizar los músculos y se te atrofian. Ahora, con la que está cayendo, esas subvenciones se van a acabar, y la gente está perdiendo tanto tiempo en las quejas que se les olvida que se puede hacer cine sin necesidad de depender de nadie. Y en Carlos Vermut tienes el ejemplo perfecto. Carlos es amigo mío desde hace mucho tiempo. Entre los dos nos montamos un estudio donde nos reuníamos para dibujar o para hacer nuestros primeros cortos, escribir nuestros guiones… Sabíamos que existía la posibilidad de las subvenciones, pero nunca lo tuvimos en cuenta porque, realmente, el cine no necesita tanto dinero, lo que necesita es ideas buenas y esas no tienen porqué ser caras. Carlos tenía una idea para hacer una peli (‘Diamond Flash’), consiguió 20.000 euros por su cuenta, trabajando, y se la curró. Ahora ya hay una productora que es con la que está rodando ‘Magical Girl’. Yo he hecho lo mismo con una película que se llama ‘Al final todos mueren’, con unos colegas, y nos costó 9.000 euros, más o menos. Y se va a estrenar en cines en octubre. Son películas concebidas para hacerse de acuerdo a los recursos con los que contamos.
El cine ‘low cost’, que dicen…
Sí, pero fíjate que a pesar de que ya no haya subvenciones, tampoco se han hecho este año demasiadas películas ‘low cost’. Se han hecho unas pocas. O sea, realmente no hay tantas ganas de hacer cine. Hay más ganas de quejarse. Lo que pasa es que si el gobierno te da el dinero para hacer una película, pues haces tus mierdas, haces algo que sólo te interesa a ti y que al público se la suda, y después estamos toda la vida diciendo: hay que ir a ver cine español. Mira, si no subvencionas se hace una criba preciosa: en el cine se queda el que tiene pasión, el que no puede vivir si no es creando. Es más, creo que es la gente que vive con pasión el cine la que generaría de verdad una industria; se abrirían camino por sí solos. Si haces algo que a la gente le apetece ver, se ve, si no… pues como tantos artistas. Como Van Gogh. Si persigues un sueño, luego asume que es algo tal vez exquisito, que unos apreciarán y otros no.
Perseguir un sueño es, al menos para algunas personas, más importante que comer…
Si es que necesitamos poco para sobrevivir, a nivel de alimentación. (Risas) Pero necesitamos bastante más a nivel emocional. Hay gente que come muy bien trabajando en cosas que no les aportan nada. A mí este mundo me da tantas satisfacciones, me siento tan cómodo, que ha habido momentos en que no tenía ni un duro y, aun así, me sentía como con el estómago lleno. Te digo una cosa; lo que más celebro en esta vida es que no me renovaran el contrato en la empresa de diseño para la que trabajaba en Granada, porque estaba en un momento crítico, tenía un verdadero dilema. Me estaba debatiendo entre las ganas de irme a Madrid a meterme de lleno en esto del cine y el sueldo fijo como diseñador. Lo que me dije a mí mismo fue: si me renuevan sin más, me largo; si me suben mucho el sueldo, me lo pienso. Y tenía miedo de estar cometiendo el error de mi vida. Así que cuando lo que pasó es que, por problemas internos de la empresa, el jefe me dijo que tenían que despedirme, le di las gracias. Se quedó de piedra, pero sin saberlo había solucionado mi dilema.
¿Iría mejor el mundo si todos hicieran eso? Si todos tuvieran sueños y se tiraran al vacío para alcanzarlos…
No estoy seguro. El equilibrio es el que es: mientras haya mucha gente que no persiga sus sueños yo podré perseguir los míos. Si todo el mundo lo hiciera, igual yo me sentiría menos satisfecho. (Risas)
Menos especial…
Sí, aunque peque de egoísta. Es como si me sintiera muy bien por ser un tío muy sincero. Si todo el mundo fuera igual de sincero la sinceridad se devaluaría. Eso sí, tienes que acostumbrarte a que los que han renunciado a sus sueños y se han acomodado te den una patadita de vez en cuando. Por envidia normalmente.
Dejando a un lado cine, subvenciones y sueños, ¿qué te interesa más en tu faceta como dibujante? ¿Cómics? ¿Ilustraciones?
Prefiero las ilustraciones, porque requieren menos compromiso. Me gusta mucho cambiar de tercio. Por ejemplo, me encanta preparar una obra de teatro, estar con el equipo, trabajar en la gestación; pero una vez que todo está listo me parece un coñazo repetir lo mismo una y otra vez. En el cine puedes repetir muchas veces una escena, pero una vez que tienes la toma que quieres no la vuelves a repetir nunca. Entonces, respecto al cómic, sí que tengo ganas de hacer uno y quitarme esa espinita, porque durante una época estuve muy metido en eso, pero me lo planteé y me pareció demasiado esclavo. Lo haré algún día, pero entregarte a algo que te atrapa tanto… Por eso veo muchas pelis, pero me cuesta ver series. Volver con lo mismo durante mucho tiempo me cuesta, prefiero vaciarme en una ilustración y luego en otra distinta.
Un conocido autor de novelas gráficas nos comentaba hace poco, y contra todo pronóstico, que los que siguen leyendo tebeos a los 30, a los 40, a los 50 años, son unos inmaduros que viven en el pasado. Supongo que no compartes esa visión tan ‘madura’ de la vida…
A mí la gente que lee cómics con 40 años, o con los años que sea, me parece genial, es fantástico. Yo soy uno de ellos, aunque no tenga 40 todavía. El cómic es arte. Otros coleccionan discos, sellos, cuadros… Hay siempre un peso emocional importante ahí, y rodearte de todas esas cosas que te hacen sentir bien me parece lo más lógico del mundo. No es vivir en el pasado, es que nuestro presente se alimenta de nuestro pasado. Como el que tiene una colección enorme de DVDs. Seguro que tiene muchas más películas de hace 40 años que películas actuales. Es lo que le gusta, y punto. Todo lo que te marcó de niño o de adolescente tiene el doble de magia.
Hemos hablado de sueños como algo simbólico. Tú eres insomne confeso, así que tienes problemas con el sueño ‘real’. ¿Cómo llevas eso?
Soy un insomne un poco torpe, porque soy noctámbulo. Me tiro toda la noche sin dormir y luego duermo cuando empieza Shin Shan (Risas). Pero sí que hay veces que, entre unas cosas y otras, pues duermo muy, muy poco. Y me afecta. Los días que consigo dormir bien soy un super hombre.
¿Te gustaría no dormir nunca si eso no afectara a tu equilibrio físico o mental? ¿O es mejor que cada día termine? Que haya una especie de reseteo…
Me encantaría no necesitar dormir y hacerlo por puro placer. Una siesta del borrego de vez en cuando. (Risas). Pero me encantaría no tener que dormir, porque las noches son muy útiles para trabajar y los días están muy bien para compartir y para hacer cosas con los amigos. Ese reseteo que dices… Yo resetearía mejor una vez a la semana. (Risas)
Terminemos con lo más inminente, el estreno de ‘Las brujas de Zugarramurdi’. ¿Vamos a verle la cara Javier Botet esta vez o tampoco?
(Risas) Llevo maquillaje protésico, excepto en la cara. Así que se me va a ver la cara, pero da igual porque voy rapado al cero con una barba enorme. Si no me conocías ya, va a ser difícil reconocerme ahí.
¿Y después?
Después tengo planes para irme a Toronto a rodar una serie con Guillermo del Toro.
Pues, nunca mejor dicho, ¡suerte y al Toro!
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