Factory VIPs

Diego El Cigala: “No me siento maestro de nada”

Por  | 

Es grande como el infinito y extenso su canto como el cielo. Diego Ramón Jiménez Salazar, mejor conocido como Diego El Cigala (Madrid, 1968) acaba de enmarcar su arte en Romance de la luna tucumana (Cigala Music, 2013), un disco bello y misterioso que navega entre el tango y el flamenco, entre la poesía y el dolor. El mejor Cigala que demuestra corazón gritando a los cuatro vientos que su espíritu sobrevivirá más allá del recuerdo y del enigma. Rememora a Alfredo Landa antes de empezar la entrevista. “Siento muchísimo su fallecimiento. Que Dios lo tenga en el cielo”, empieza de manera seria. “Se ha ido el genio que nos quedaba”. Después de tan sincero reconocimiento hacia la figura del actor, El Cigala mantiene ese halo de añoranza y libertad llena de sacramentos y redención.

¿Cuánto de Argentina y cuánto de tango hay en el disco?

Yo creo que ya las letras en sí y la melodía y la música te llevan. Lo que nosotros hemos hecho es respetar esa música. Creo que hay un cincuenta por ciento de Cigala y un cincuenta por ciento de tango. No, mejor un cincuenta por ciento de Cigala y un cien por cien de tango. 

Eso ya es un ciento cincuenta por ciento.

Sí, sí. 

De hecho, había tres canciones que se quedaron fuera de “Cigala & Tango” que eran ‘Mareados’, ‘Naranjo en flor’ y ‘Por una cabeza’.

Sí, las retomamos. ‘Por una cabeza’ llevaba cuatro o cinco años, pero me ocurrió una cosa muy curiosa. La parte que yo canto, a Adriana Varela no le iba, y la parte que ella me canta a mí, no me iba. Entonces coincidimos en eso. ¿Por qué no ha grabado ese momento Adriana? La parte de “por una cabeza de un noble potrillo…” me recordaba mucho a mi tío Rafael, pero yo no le daba ese punto, no me encontraba cómodo y me daba mucha pereza grabarlo, porque me veía más en la parte de “por una cabeza…” (canta). Luego, entraba la otra parte y ya me desmoronaba. Y con la voz de Adriana ha sido como renacer. Como sumergirte en el tango más arrabalero. 

A mí me gusta mucho el tango porque tiene como venganza, como que te la devuelven.

Sí, sus letras y sus poemas hablan de tragedias de amor, desengaño, intriga, dolor, pasión, tristeza. Entra todo eso. En el tango pasa lo mismo. Es como muy de calle, muy de verdad. Se puede escuchar por la noche tomándote una copa y te quedas hecho cachos. En el flamenco puro lo mismo. Lo escuchas por la noche y dices: “hostia…”. 

En el flamenco también hay pérdida.

Claro. Depende de cómo se haga. Si hubiera llevado este disco a un extremo de un flamenco ortodoxo hubiera sido una cagada. Directamente. No por nada, sino porque esos temas no se pueden llevar a ese extremo. Como decía Tata Güines, que en paz descanse: “fifty, fifty” (risas). Darle más interpretación, más vocalización a esos temas, sobre todo interpretación. Creerte las propias leyendas de Balderrama, de La Chaparrera, la zamba… y símbolos donde se ve al Cigala cigalero en el romancero tucumano. Así puedo decir de dónde yo provengo. Ahí pasa desde una rumba a ese sonido y ese coro cubano. Y dirás que es un cubano, ¿no? Pues no, es un gitano el que canta. Es Isidro Suárez, que es percusionista también. Lo escuchas y piensas que es de La Habana, pero es en realidad un gitano “acubanatao”. 

Creo que este disco está tocado por un ángel, tocado por Mercedes Sosa.

Sí, totalmente. Ella ha sido la inspiración del disco. En cinco temas del disco, mi inspiración día y noche ha sido ella. ‘Canción de las simples cosas’, ‘Balderrama’, ‘Déjame que me vaya’, ‘Canción para un niño en la calle’… Era aluvión tras aluvión de emoción y de lloradera. He llorado mucho con Mercedes Sosa. Para mí era la dama de América. Chavela Vargas, que en paz descanse, me dio muy buenos consejos en su día y me dijo también que navegase por estos caminos. Y en su día hice ‘Soledad’, que vino de la mano de ella. Pero toda esta incursión fue gracias a la inspiración de Mercedes Sosa, y luego también encontrar a estos grandes, como Atahualpa Yupanqui. Cuando escucho la letra de Atahualpa me acuerdo mucho de Lorca. Si lo tuviera delante le diría que ha visto mucho de Lorca, que lo ha llevado en su alma. “Bajo el puñal del invierno murió en los campos la tarde. Con su tambor de desvelos salió la luna a rezarle” (recita). Eso es muy “lorquiano”. La íbamos a hacer por bulerías, pero pensé que ahí había que hacer un rumbón y darle la vuelta a lo que la señora Mercedes Sosa le haría con su melodía, que es lo que yo tengo en mente. 

La mente, amigo, leña para avivar el fuego el recuerdo.

La grabación de Mercedes ha sido como entrar en el estudio por la ventana, agarrada por un ángel, bajar del cielo, decirme “¿cómo estás, Diego?”, cantar un rato conmigo, llevársela los ángeles y decirme: “ahí te quedas, hasta luego”. Esa es la sensación, porque yo en vida no llegué a conocerla, aunque no sabía tampoco que ella era seguidora de nuestra música, lo cual a mí me hace muy feliz. Su hijo, cuando le mandé el tema de ‘Canción para un niño en la calle’, el disco ya estaba cerrado, para el horno. Abrí el disco otra vez y cuando escuché esa canción con Calle 13, y dije: “yo esto lo tengo que cantar”. Lo grabé y se lo mandé al hijo. Y a las cuarenta y ocho horas me mandó la pista de Mercedes entera. Me puse a llorar y ya empecé a soñar y a flipar, porque cederte la pista entera con este cariño, y que además te diga el hijo que ha escuchado versiones de ‘Canción para niño en la calle’ pero no como esa… es algo emocionante. Cuando me mandó el poema como lo recita ella, nos pegamos toda la noche colocando esto aquí y esto allí. Y era como si estuviera Mercedes con nosotros. Yo ya la he sentido en espíritu y en alma, y será una de las musas que tendré en mi corazón mientras viva cantando. Chavela, Bebo, Camarón, Mercedes Sosa… 

Gente eterna, e inmortal.

Totalmente. Para mí, inmortal. Lo escuchas por la mañana, y si te pilla un poco “así”, lloras. Pero si te pilla por la noche, también lloras. Te pilla tomando una copa, pero sin embargo gozas. En todo momento está la emoción. Y la música es emoción, no lo podemos olvidar nunca. Hagas lo que hagas, tiene que ser emoción y transmisión. 

¿Y El Cigala es inmortal?

No, yo soy mortal. Como todos los seres humanos. Algún día tendré que desaparecer, pero antes de desaparecer pienso dar mucha guerra (risas). 

Facundo Cabral dijo: “cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor es un soldado menos”.

¡Hostia! Qué extremista, ¿no? 

Encuentro cierta relación con lo que dices en ‘La milonga de Martín Fierro’: “yo no soy cantor letrado, porque lo mío es cantar, no tengo dónde acabar”. La otra frase es más extrema, pero hay también una especie de sentimiento.

Hay más todavía cuando dice “yo soy toro en mi rodeo y torazo en ruedo ajeno; siempre me tuve por ‘güeno’ y si me quieren probar, salgan otros a cantar y veremos quién es menos”. Entonces sí, estoy de acuerdo con lo que dicen. 

También es verdad que la memoria puede ser un proceso creativo en sí mismo.

Yo creo que sí, sobretodo cuando estás creativo. Porque la creatividad o te llega o no te llega. ¿Sabes lo mejor de este disco, por qué ha surgido este disco así? He tenido poco tiempo porque siempre he estado viajando, siempre he estado trabajando y siempre he estado tocando, así que hacer un disco para mí iba a ser difícil debido al tiempo, pero en este disco he tenido tiempo. Lo he hecho en pleno julio y agosto, y me he tomado mi tiempo en mi casa, muy relajado, con mis amigos. Echábamos “una Play”, nos pegábamos un baño, subíamos al estudio: “cuidado, no nos vayamos a electrificar con los cables, que está todo mojado”, “hostia, cómo suena esto. Mete un bajo… mete esto”, “ahora canta tú…”. Y así, en tres semanas durante doce horas. Nos daba miedo escuchar lo que habíamos hecho al terminar, así que esperábamos al día siguiente, “con el aire fresco”. Nos levantábamos a eso de las tres de la tarde, y nos quedábamos muy sorprendidos de escuchar lo del día anterior. 

Con orden, imagino.

Primero fue Changuito. Changuito cayó por un concierto que vino aquí a Madrid. Perdió el vuelo, la peña con la que vino desapareció y se quedó en mi casa. Venido como de la mano de Dios. Y Chango, encima vino a la casa de su sobrino. Yo tengo una amistad con Chango que es como si fuera mi tío. Lo quiero muchísimo. ¿Dónde mejor iba a estar en ese momento que en mi casa? Se vino a mi casa y se tiró un mes. Dio la casualidad que el mes que se tiró fue el mes que estábamos de grabación. Un día llegó Giovanni Hidalgo y digo: “mete una conga, haz algo ahí”. Yo oí tocar a estos dos señores y la recompensa la verdad que ya estaba pagada. Ver a estos dos genios juntos en mi casa, tomando un vino y tocando. Si ves las fotos que tenemos, estamos como si nos hubiera tocado la Bonoloto. Todos con una emoción increíble. Luego llegaron Yelsy Heredia y Adriana Varela. Emoción tras emoción. 

Emocionante me parece también la aportación de Diego García “El Twanguero”…

La primera vez que vi a Diego García fue con Calamaro. Él me invitó al concierto de Andrés en el Auditorio Nacional de México. A diez minutos de salir, decía Calamaro: “éste no llega, Cigala no llega, éste ya no viene. Vamos a salir al escenario”. Cuando de repente entré por allí, dijo: “no me lo puedo creer, loco, pero viste que vino el loco, qué rico” (risas). Empezamos a cantar y salió el tío con ese “sonido twang” así de los años 50, tipo Nueva Orleans, Django Reinhardt… Me vino todo el aluvión así rápido, me pegó una hostia en la cabeza, y dije: “este sonido irá perfecto con los tangos, y sobre todo con el repertorio andino, con el folklore argentino”. 

Pero sin llegar a ser pensado como un disco de tango en sí, claro.

No lo definiría como un disco de tango. Es un disco más andino. Sobre todo de poetas. De los grandes poetas: Gardel, Homero Expósito… Tú imagínate, ¿quién me iba a decir a mí que iba a cantar ‘Siempre París’? El tema más difícil del disco, el que más quebraderos de cabeza me dio. La tuve que hacer cinco o seis veces. Pero fíjate tú lo que es la música; hice seis o siete tomas, ¿y sabes con cuál me quedé? 

Conociéndote, seguramente con las primeras.

Exacto, con la primera. A mí me vino Diego García y me dijo: “mira, tengo un tema para ti que es la rehostia. Se llama ‘Siempre París’”. Oh la la! Estábamos con la guasa y con la risa, pero me puso en YouTube a los hermanos Homero Expósito y fui consciente de lo que teníamos entre manos. Lo grabamos ya reventados a las tres o las cuatro de la mañana: Changuito, Diego García, el técnico y yo. Fue mágico. Jamás había escuchado el tema, y hacerte con él, y sentirte a gusto, fue algo muy difícil. Eso es algo que nada más te lo puede dar la música. No te lo da el cine, ni el teatro. El cine tiene muchas esperas, y es todo frío, los platós de grabación son fríos. 

Todo está muy preparado.

Claro. Pero lo mejor de este disco -te lo vuelvo a decir- ha sido por el tiempo que le he dedicado. Han sido tres semanas intensas. Creo que me pasó también con “Picasso en mis ojos” que, en su día, lo grabamos en seis semanas. No es lo mismo hacer un disco de flamenco a la hora de un directo, por ejemplo. El año que viene, si Dios quiere, saldrá un disco de flamenco, con la guitarra de Diego del Morao, grabado en el Palau, con tres palmas, un cajón, y guitarra. Tiene de todo el disco. Y ya tocaba. Porque “Picasso en mis ojos” lleva ya siete años. Pero subes al escenario -que es a lo que me refiero- y ¿qué es lo que haces? Pues tu lenguaje. Un canta con lo que se ha criado, pero meterte en el embolado de “Romance de la luna tucumana” son palabras mayores. Lo mejor de todo es que me he dejado llevar mucho. No he amarrado nada, ni le he buscado los tres pies al gato ni nada. Lo único que me ha cambiado ha sido el concepto a la hora de hacer este disco con el sonido de la guitarra puesto que yo quería hacer estos temas, pero no otra vez con piano y con bandoneón. Esto tenía que ser un sonido entre Estados Unidos, que te llegue a Francia por Django Reinhardt, o que te recuerde a Eric Clapton o que tenga momentos confusos, como cuando que llega ‘Naranjo en flor’ y parece que estás en Hawai (canta sonido de guitarra). Y esa guitarra la ha dado los años 50. Esa guitarra estaba mucho antes que el Rock and Roll. 

Creo que en el arte, como en el amor, hace falta instinto, pero… ¿bastaría con creerse artista o creerse amante para creer en tu propia obra y en tu propio amor?

Sí, te lo tienes que creer. Sobre todo a la hora de estar ahí. Creértelo tanto en el escenario, como creértelo fuera y dentro de lo que tú eres. No como un ser presuntuoso que dice “yo lo valgo, yo estoy aquí, soy la hostia”, no, así no, sino que te conozca el mundo realmente como tú eres. 

Así en la vida como en los escenarios…

Claro. El artista canta conforme es como persona. Y reacciona y se desarrolla en el escenario conforme es como persona. Si eres un malaje, si tienes intenciones maléficas, tú no puedes cantar, no puedes expresar. ¿Me estás entendiendo? 

Sí, claro.

Va con la naturalidad de la persona. Yo busco la difícil sencillez. Que es lo más difícil. Todo el mundo cae en el error de buscar los tres pies al gato, y yo intento cada día cantar más sencillo. 

Buscar esa sencillez es lo más complicado. Quizás es porque pensamos que algo sencillo es tan simple que ya lo han hecho otros.

No, en este caso ya lo han hecho genios, y ni se me pasaría por la cabeza, porque ya parte de esas obras las dejaron genios. Para nada voy a asemejarme a ellos. Sí es verdad que esos tangos tienen que ver ahora mismo con la versión de cómo los empezó Hidalgo. Nada más ni nada menos. Puede gustar más a la gente, puede gustar menos. Pero yo lo hago siempre desde el punto de vista de un respeto mutuo, porque a mí tampoco me gustaría que hicieran nada que fuera incoherente hacia el flamenco. Pero en este caso creo que vamos por buen camino, por la sencilla razón de que es siempre el público el que juzga. Aunque yo soy muy paranoico a la hora de eso, porque cuando veo que algo no funciona cierro página y fuera. A otra cosa. Y le busco los tres pies al gato a otra cosa, siempre que vaya coherente. Me decían que estaba como una puta cabra por meter guitarras eléctricas, pero me lo volvieron a decir cuando me metí en el tango. ¡Dejadme con mi locura! ¿Habéis escuchado el sonido? No, ¿verdad? Pues yo sí. Yo ya he escuchado ese “sonido twang” y lo he escuchado en Francia tocado por gitanos tocando la guitarra de una forma que te mueres. Me recuerda mucho a Django. Tiene ese sonido de Nueva Orleans, de mucha pureza. ¿Sabes a lo que te recuerda mucho ‘La milonga de Martín Fierro? A Nuevo México, a “Desperado”, a Tarantino. Este disco, a parte de estar basado en los grandes de Argentina, tiene mucho de Latinoamérica. Tiene paisajes de Santiago Garzón y del guaguancó. 

La ‘Canción de las simples cosas’ es muy americana también. Se nota su poder.

La ‘Canción de las simples cosas’ empieza como un bolero y termina con un guaguancó. Pasa por el cha-cha-chá, pasa por el tango… No he sido el único que ha opinado en este disco, pero sí he sido el que ha tomado las decisiones de todo, directamente. Aún así, he dejado aconsejarme porque cuando te dejas aconsejar de estos grandes, la maquinaria se pone en funcionamiento rápidamente. 

Cuando la gente te llama maestro, ¿es lo mismo que cuando un hijo te llama papá?

No. Cuando un hijo te llama papá, te llama papá por amor y por necesidad. Cuando te llaman maestro puede ser por respeto. Pero yo estoy muy lejos todavía de que me llamen maestro. Cuando me llaman maestro lo soporto, pero no me gusta. Porque no me siento todavía maestro, creo que me queda muchísimo por aprender. Pero también lo acepto, porque ese cariño con el que te lo dicen es maravilloso. Pero yo realmente no me siento maestro de nada. Soy una persona que está todo el día aprendiendo y buscándomelas. Sobre todo para no aburrirme yo, porque tengo una facilidad pasmosa para el aburrimiento. Creo que es porque me encanta tanto la música que llega un punto en el que siento incomprendido porque me gustan cosas que en un momento a un flamenco le pueden saltar. A mí me gusta Carusso, Madame Butterfly, María Callas, Mozart… Y me dicen que estoy de la olla. Hay colegas míos que no se han parado a escuchar a Ray Charles. 

Al final es lo que hay dentro.

Claro, imagínate. A mí me hubiera encantado conocer a Ray Charles. 

Yo creo que este disco está bien que sea único, pero quizás una segunda parte puede ser interesante.

Sí. Mira, he encontrado sonidos maravillosos en Perú. Estuve cantando con Eva Ayllón y es una cosa pasmosa. Lo que nosotros llevamos haciendo (hace ritmo con las manos) ellos llevan tocándolo allí como si fueran gachas. Todo el día. Cuando me incorporé con ellos a un ensayo era como si lleváramos tocando toda la vida. El cajón muy diferente a como se toca aquí. Sin cuerdas. Mucho más difícil sacarle el sonido… Increíble. Y los tiempos que tienen de 3/4, 6/8 para cantar es maravilloso. 

¿Y lo caribeño?

También. Habíamos pensado hacer un tributo a los grandes. Es que en la música caribeña tienes que meterte dentro de la salsa y hacer un homenaje a los cuatro o cinco grandes de la salsa que hay, que es un plan muy bonito. Lo voy a terminar haciendo. Sobre todo ahora que voy a estar por aquellas tierras y lo voy a tener a un paso todo. Nueva York a tres horas, Puerto Rico a dos… ahí está toda la timba preparada. Va a ser majestuoso, sobre todo grabarlo en Puerto Rico, Cuba y Nueva York. 

Durante la entrevista me has dejado caer que tienes como dos o tres proyectos.

Sí, ¿pero sabes lo que pasa? Que uno ya lo tengo terminado, que es el disco de flamenco, que fue en directo. Por eso te digo que el disco de flamenco es tener un pedazo de sonido. Se escuchó muy bien esa noche, el público estaba que se salía en el Palau, y ese clima de ese público, que parece que caen de los palcos, estaban entusiasmados porque me habían visto en “Cigala & Tango”, en 2Dos Lágrimas”, pero no me habían visto en el flamenco desde hacía tiempo. Todo muy bien en la grabación. El otro día estuvimos editándolo. Pero este proyecto de los boleros de Javier Solís y salsa. Son proyectos a los que cada vez que viajo, voy encontrando más enriquecimiento. Me dice la Amparo que esto va a ser el cuento del nunca acabar, que un día iré a cantar a Cuba, otro día voy a encontrar sonidos de Perú. Y no es por nada, pero a mí lo que me gustan son esos retos. Me gustan mucho los sonidos también de África, estos tambores… 

Hay gente que se va por el mundo…

Claro, y qué mejor manera. Pero si todo al final es una cuestión de sentirte tú realizado. Y sobre todo si ese disco ya está grabado, tiene que sonar en directo aún mejor. Y la meta mía, como ya sé cómo va a sonar eso en directo. Vamos a coger un fichaje nuevo además de Diego García, un israelí que se llama Dan Ben Lior, de Yemen. Ha estado muchos años en Granada con los gitanos. Entonces imagínate este señor cómo toca la guitarra electroacústica. Lo vi tocar en el tablao Villa Rosa. Me dejó flipado porque encima conoce el flamenco, que es otra ventaja, conoce la soleá, conoce el taranto, la bulería… Lo vi tocar y le llamé. Le dije que se viniera para mi casa. Empezó a tocar el disco por encima y no dudé en ficharlo para las presentaciones en España con Diego García. Creo que ha tocado bestial en ‘Canción para niño en la calle’ porque el tema ya estaba grabado, pero cuando lo escuché sentía que le faltaba algo. Le faltaba esa guitarra flamenca dolorosa. Estaba la guitarra eléctrica ya grabada de Diego, muy bonito y tal, pero le hacía falta dolor. 

A mí me recuerda por ejemplo a ‘Nana del caballo grande’ de Camarón, que hay dos versiones. La del sitar está muy bien, pero luego está la de la filarmónica y esos violines…

Son muy bonitos, muy bonitos. Pero para genuino ya está de ese sitar. ¿Sabes por qué? Porque no hay tiempo. Me estoy imaginando a Gualberto ahí tocando a su bola y al otro cantando a su bola, y si alguna vez se han mirado han dicho “oh, qué bonito suena esto”. ¿Entiendes? No han dicho “vamos a parar, que hay tiempo”, no. Se ve que es “tú cantas y yo sigo”. Luego, a raíz de eso, sí es verdad que ya la filarmónica podía guiarse por lo que ahí había. 

Ya que hemos hablado de la música y tanto que hay en el mundo, ¿piensas que no hay paraísos?

Si hay un paraíso en algún momento, puede ser artificial. No dura. ¿Sabes lo que te quiero decir? Puede que haya paraíso en otra vida, en el Reino de los Cielos. Ahí sí que creo yo. En otra vida sí puedes encontrar el paraíso. Aquí, en este planeta, no. Puedes encontrar el paraíso como tentación o como pecado carnal. Con superplayas y con cocos, y te la gozas. Pero que lo mismo vas tú por la playa y te viene un tsunami en quince segundos. ¿Me entiendes? 

Sí, sí. Que desaparece todo.

De tu vida… todo. Estuve viendo la película esa de “Lo imposible” y flipé. Miraba a mis hijos y pensaba: “bueno, estamos en el puto paraíso”. Y de repente el paraíso se ha convirtió en un infierno. Por eso te digo que en lo terrenal, es muy difícil encontrarlo. Pero sí es verdad que más allá, porque yo tengo mucha fe en Dios. No creo en los curas, ni en las iglesias, ni en el Papa, pero sí creo en Dios. Creo que hay un dios creador del cielo y de la tierra, divino y poderoso. Que nos juzga y nos levanta su mirada, o cuando nos pone su mano con esa justicia que tiene, que lo mismo tiene mucha paciencia y mucha piedad, pero la ira de Dios hay que respetarla muchísimo siempre. En ese sentido tengo mucha fe. 

¿Crees que no hay paraísos tampoco en la infancia?

Bueno, depende de qué infancia. 

¿Cuáles crees tú que tienen paraísos?

La infancia de una comodidad, de una estabilidad, de un cariño. Eso sí, se puede llamar un paraíso, cuando tienes mucho amor por parte de los padres, una educación… eso es maravilloso. Pero cuando los niños son maltratados, cuando hay niños en la calle, secuestros, venden a los niños, trafican con ellos… ya no hay paraísos. Yo, que he estado por Latinoamérica, me compadezco muchísimo porque he sido un niño y no he estado en la calle. He tenido unos padres que me han intentado dar la mejor educación posible, aunque sí es verdad que si quería unas playeras o una bici me tenía que buscar la vida. Pero hay niños que están en la calle. A nosotros, cuando viajamos, nos enseñan el país y vemos lo que ven los turistas. Pero he profundizado, me he ido por San Telmo, en Buenos Aire. Me he ido por los barrios profundos. He visto a niños descalcitos. Y eso me ha pasado también Cuba. 

Quizás los niños dentro de la inocencia no saben diferenciar tanto.

Sí. O sí lo ven, pero no pueden hacer nada porque son niños. Y su pensamiento no vale nada en el momento en que no se sienta realizado el niño. No tiene voto como niño. Ahora, si tienes unos padres que te hablan y te escuchan, la cosa cambia. Pero en la mayoría de los casos en Latinoamérica, a esta hora exactamente, hay un niño en la calle. Muchas familias ponen a los niños a vender periódicos, a vender rosas, a vender esto y lo otro. Eso ya no es el paraíso, eso ya es esclavitud. A mí este mensaje de un niño en la calle lo he sentido tanto y me he emocionado mucho. Me gustaría que se acabase, y que todo niño pudiese tener una educación, un futuro. Que no pasen por guerras, como pasa en África, que les ponen un trapo tapados los ojos y disparan y no saben que han matado a su padre. Si con mi voz tuviera que hacer conciertos para dar el mensaje, si pudiera acabar con las guerras y las hambrunas en el mundo, estaría encantado.

fotos: Gonzalo Jerez “El Selenita”

Madrileño y periodista, aunque no necesariamente en ese orden. Escribe para Esquire, Forbes, Gonzoo y Popular 1. Antes estuvo en Cambio16, Jot Down o Efe Eme, entre otros.

Tienes que registrarte para comentar Login