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Chrysta Bell: “Encima del escenario soy arte”
¿Con qué sueña David Lynch? Se lo preguntaremos al primer oráculo que se nos ponga a tiro. Pero los oráculos se venden muy caros en estos tiempos. No podemos adentrarnos así como así en la psique nocturna del ideólogo de Twin Peaks, sin embargo, sí que podemos saber quién pone voz a la banda sonora de sus sueños. Es Chrysta Bell, ingeniosa hidalga de arrebatadora figura en la que Lynch encontró a la compañera de viaje ideal para dar forma a las músicas que le bullían cabeza adentro. Juntos firmaron en 2011 This Train, la base sobre la que ahora la cantante y modelo tejana desarrolla su espectáculo. Un espectáculo de terciopelo rojo y puras emociones, primo lejano de aquel cabaret clandestino de Mulholland Drive en el que reinaba Rebekah del Río.
Los días 27 y 28 de marzo, en Madrid y Barcelona respectivamente, tendremos la oportunidad de escapar durante un par de horas de la ordinariez cotidiana subidos en el ‘tren’ de Chrysta, que nos llevará de paseo por la madriguera del conejo blanco, hasta el crepúsculo y más allá. Ahora, conozcamos un poco mejor a la mejor amiga del genio. ¿De dónde viene Chrysta? ¿Adónde va? Lean…
¿Te sientes cómoda con el sambenito de ‘musa’ de David Lynch?
Estoy cómoda con mi vida, en general. A estas alturas de mi carrera es complicado que algo me ofenda. Hay quien me llama su musa, o su protegida. Creo que es una forma de definir, o de simplificar nuestra relación, que es mucho más compleja que cualquiera de esos conceptos. Somos colegas de trabajo y buenos amigos, y nos conocemos desde hace 15 años. Disfrutamos estando juntos, haciendo música, hablando de cualquier cosa… Más allá de eso, ser testigo de primera mano de cómo es David, cómo se conduce por la vida, me ha beneficiado increíblemente, ha sido una influencia tremenda. Yo diría que él es mi gurú y yo soy su colaboradora. Su colaboradora artística. Y me siento muy afortunada por todo eso.
Glamour y misterio. Esos son términos que se asocian a menudo a Chrysta Bell, la artista. Aunque difícil pensar en un mundo menos glamouroso y menos misterioso que este del siglo XXI…
Yo también soy de las que piensan eso de “las cosas ya no son como antes”. Si es porque los artistas de otras épocas eran de verdad mucho más misteriosos e inalcanzables, o simplemente porque es muy difícil conservar la mística en la era de internet, no lo sé, la verdad. Lo que sí sé es que cuando trato de emular algunos rasgos femeninos, actitudes de mujeres que me interesan, suelen ser mujeres de otro tiempo. O incluso un dibujo animado. Creo que es posible, hasta cierto punto, mantenerse alejada de la vulgaridad si evitas lugares, gentes, webs que son tóxicos en ese sentido, y llevar a cabo una búsqueda pro-activa de territorios emocionales más elevados y más sanos.
Pero es innegable que el secretismo que antaño rodeaba a los músicos, los actores, los escritores, se acabó. Ahora estás al tanto hasta de lo que toman para desayunar…
Claro, el juego ha cambiado. Aunque estoy convencida de que si utilizas bien las redes sociales puedes evitar resultar pesada y, en vez de eso, conservar el estilo. Estas herramientas están ahí, están en nuestras vidas y no se pueden ignorar, porque además tienen muchos aspectos positivos. Yo he podido contactar a través de Twitter con artistas y músicos que admiro, algo impensable hace unos años. A mí lo que desayunen no me importa, pero me encanta poder comunicarme directamente con alguien a quien de otra forma jamás tendría acceso. Por ejemplo, ahora soy muy amiga de uno de mis diseñadores favoritos, y nos conocimos en Twitter. Le adoro. Fue un puntazo conocerle.
Quizá parte del misterio lo matemos también los periodistas. Preguntando cosas que ya contáis en vuestras obras…
Bueno, a mí no me importa hablar de lo que sea si quien tengo delante muestra verdadero interés. A veces yo misma me sorprendo por cómo respondo a preguntas que nunca me habían hecho antes. Eso también te ayuda a aprender cosas de ti mismo.
Compones, cantas, ejerces de modelo para fotógrafos de prestigio… Como decía aquél, ¿arte es lo que eres, no lo que haces?
Diría que cuando estoy encima del escenario alcanzo ese estatus, ahí soy arte, porque en esos momentos me entrego totalmente, me empuja mi devoción por el arte. O por lo que yo llamo arte. El espectáculo está por encima de mi propia persona, la conexión con el público también. Me encanta esa sensación, por muy aterradora que pueda ser a veces.
Y teniendo línea directa semejante tótem del cine contemporáneo, ¿no te lanzas a la interpretación?
Bueno, cuando canto creo que interpreto de alguna manera un personaje, aunque en realidad lo que hago es darle forma a mi lado más artístico. La que ves ahí arriba es una amalgama de todas mis personalidades artísticas combinadas con todos los artistas que me inspiran, sea o no consciente de ello en ese preciso momento.
Una mujer hermosa a la que le gusta mostrarse sexy, deseable. ¿Cuál es la línea que separa esas actitudes, que forman parte de ti como artista, del mero objeto sexual? ¿Los matices, como siempre, marcan la diferencia?
Adoro las formas femeninas y verme sexy hace que me sienta más poderosa, si por sexy entendemos saludable, vibrante, alguien que es consciente de sí misma y se siente cómoda con su parte más sensual. Y da igual si vas con el chándal o con lencería fina. No trato de esconder mi debilidad por el erotismo y el misterio, ni que soy una mujer sexualmente liberada. Todo lo contrario, lo enfatizo. Estar en contacto con tu propia sensualidad, como te decía, hace que te sientas más poderosa.
De entre todos los movimientos feministas que están en boga hoy en día, ¿hay alguno que te seduzca?
Si entendemos por feminista una persona que cree en la igualdad de derechos para hombres y mujeres, entonces la respuesta es bien fácil: sí, por supuesto que apoyo eso. Pero el concepto de feminismo ha ido cargándose de tantas consignas con el paso del tiempo que hoy por hoy ya ni siquiera sé qué implica exactamente. Creo que una mujer es capaz de hacer todo lo que puede hacer un hombre, que somos igual de poderosos. Creo que cada ser humano tiene capacidad para llegar a hacer grandes cosas.
Otro apelativo que te suelen despachar: “femme fatale”. Según el diccionario una “femme fatale” es “una mujer misteriosa y seductora cuyos encantos nublan el juicio de sus amantes, a menudo conduciéndoles a situaciones comprometidas o letales”. ¿Cómo de ‘letal’ es Chrysta Bell? ¿Intimidas a los hombres?
Imagino que a lo largo de mi vida he intimidado a unos cuantos hombres, y también a unas cuantas mujeres. En parte por el simple hecho de que soy bastante alta y que además, sobre todo en el escenario, uso buenos tacones. Pero en el cara a cara hago todo lo posible por resultar cercana si intuyo que quien tengo delante se siente intimidado, porque me gusta que sea así si la situación es la opuesta. Intimidar no me produce ningún placer; lo que me gusta es que la gente se sienta bien en mi presencia, que se sientan libres, que estén animados. Esas relaciones, de igual a igual, son las mejores. Las que de verdad merecen la pena.
Te comparan con Lana del Rey. Lana quizá tenga un look sofisticado, le va lo retro, pero en lo musical la cosa cambia. Uno no se imagina a Marlene Dietrich o Ute Lemper cantando ‘Cola’…
La gente busca en la música y en el arte una vía para convertir la rutina diaria en algo más parecido a los sueños, a las películas. Lana puede hacerme sentir eso con algunas de sus canciones y su imaginería, pero de una forma distinta a Marlene o Ute. Miss Lemper es una cantante extraordinaria, con un fraseo y una técnica ejemplares. Lana es una gran narradora de su propia melancolía, de su propio mundo. Y Marlene Dietrich es absolutamente cautivadora, haga lo que haga. Para mí, todas tienen algo que merece la pena.
¿Se puede ser bohemio y vestir de Armani? A ti te gusta Armani, lo que no sé es si te consideras una bohemia…
Bohemia… Esa es otra palabra que tengo asociadas a muchos conceptos. No sé que significa exactamente ser un bohemio de verdad, pero si me ciño a lo que significa para mí me definiría como una bohemia a la que le gusta ir elegante. Cuando la moda es arte, es maravilloso. Pero mis diseñadores favoritos, de un tiempo a esta parte, son Mark Fast, Elie Saab, Emilio Pucci y Alexander McQueen.
¿Y Lynch? ¿Es él un bohemio? ¿O sólo un genio?
Pues no tengo ni idea de si él se definiría como bohemio, pero desde luego yo sí que le llamaría genio.
¿Cuáles fueron esos detalles de David que te hicieron pensar que estabas delante de alguien con unos mecanismos mentales, como mínimo, ‘diferentes’?
Su amabilidad y su calidez, las primeras veces que nos vimos, marcaron el tono de lo que ha sido luego nuestra relación. Tiene un gran corazón. Está empeñado en salvar al mundo con la meditación trascendental. Empeñado de verdad. Saber que tiene ese compromiso personal por hacer del mundo un lugar mejor le convierte en un ser humano fuera de lo común.
¿Qué vio él en ti? Es David Lynch, como Woody Allen podría tener a su lado a casi cualquier super-estrella, y prácticamente gratis…
Él vio en mí una pieza que encajaba en su ecuación musical, algo que no terminaba de encontrar en ese momento de su vida. Quería una voz y necesitaba melodías para los temas que había estado escribiendo. Yo me mostré siempre entusiasta y entendí bien la dirección que quería tomar, y podía darle lo que me pedía. Nos retroalimentamos, nos emocionaba la música que hacíamos juntos. A eso súmale que nos llevamos muy bien desde el principio y que vimos que lo que teníamos entre manos prometía bastante. Es un cúmulo de circunstancias que no se dan a menudo, da igual lo famoso que seas.
Terminemos con una advertencia. Creo que estás teniendo problemas con tus foulards en los conciertos. Avisemos al público, ¡no le robéis los foulards a Chrysta!
(Risas) Pero que conste que no les culpo. Es sólo que no saben el valor que tienen para mí, ni lo que me cuesta encontrarlos. Son de una talla concreta, de colores y calidades muy especiales. Creo que lo que tengo que hacer es ser más cuidadosa y no perderlos de vista en el escenario, lo que pasa es que estoy tan intoxicada con la química de la actuación que es complicado acordarme de llevármelos. ¡Y me los siguen robando! De todas formas, es más halagador que otra cosa.
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