Cuadernos
Frankenheimer y la transfiguración
La lista de películas que en su época pasaron sin pena ni gloria por las salas de cine, vilipendiadas por críticos inconformes y desatendidas por la taquilla del público regular, es bastante considerable y sustanciosa. Para las más afortunadas el reconocimiento y la justicia tardan menos en llegar, pero otras en cambio no corren con la misma suerte. En este sentido, Internet ha sido fundamental en la revisión y difusión de este tipo de obras, rescatándolas del baúl antiguo donde descansan las cosas que ni siquiera tuvieron los quince minutos de fama que Andy Warhol pronosticó.
“Seconds” pertenece a una raza distinta dentro del Cine. Esa raza de las inmensas minorías, que guardan, veneran y comparten películas como un tesoro, y que hoy promueven el contrabando de boca en boca, de blog en blog, de revista en revista y de comentario en comentario. Y es que la cara de otro es otro mundo, y vaya que “Seconds” tiene un rostro bastante particular.
¿Qué harías si tuvieras la posibilidad de cambiarte el rostro y el cuerpo, y comenzar a vivir una nueva realidad, como la que siempre has querido, que alguien previamente ha diseñado para ti?
Arthur Hamilton (John Randolph) es un tipo de mediana edad, empleado bancario de buena posición, con esposa e hija, pero insatisfecho y cansado de la vida que lleva. De pronto, comienza a recibir extrañas llamadas telefónicas de un antiguo amigo y compañero de equipo de tenis. Lo más curioso de todo, es queArthur señala que ese antiguo amigo está muerto. Motivado por estas llamadas telefónicas y mensajes en papel, sigue las señas e instrucciones que el supuesto amigo le ha hecho llegar. Indicaciones que finalmente, lo conducen a una Corporación de lo más extraña, donde tras una larga espera le explican por qué motivo se encuentra en ese lugar, y qué es lo que van a hacer con él. Entonces el viejo Arthur, sin tener forma alguna de oponer resistencia, es transformado en el joven y guapo Antiochus “Tony” Wilson, interpretado por el héroe romántico de las señoras y adolescentes de la década del 50 y 60, el espigado Rock Hudson.
Al ver hoy una película como “Seconds”, es imposible no acordarse de otras cintas que también tratan temas como la transfiguración y el cambio de rostro, como “Lost Highway” (David Lynch, 1997), “Les Yeux Sans Visage” (Los ojos sin rostro, Georges Franju, 1960), “Tanin no kao” (A face of another, Hiroshi Teshigahara, 1966), “Abre los ojos” (Alejandro Amenábar, 1997) o la más reciente “Shi gan” (Time, Kim Ki-duk, 2006). No obstante, “Seconds” que es de 1966, podría considerarse una película adelantada a su época, e incomprendida en su momento y que a su pesar, no gozó de la popularidad y éxito de algunas de sus sucesoras.
John Frankenheimer, su director, con recursos reducidos, pero muy bien utilizados (en comparación con el aparataje al que nos tiene acostumbrados la Industria), logra filmar una película inteligente y original, con un guión a cargo de Lewis John Carlinobasado en la novela de David Ely, con una cámara siempre sugerente y atrevida, con ángulos deformados y una fotografía maestra, que nos transmite la atmósfera que la película intenta subrayar. Aquí también se nos viene a la memoria esa cámara subjetiva que Darren Aronofsky utilizó para sus películas “Pi” (1998) y “Requiem for a dream” (2000).
La película de Frankenheimer es realmente terrorífica en cuanto a su tratamiento psicológico. Con un terror que no tiene que ver con fantasmas del tipo “veo gente muerta”, sino más bien con la sensación constante de vulnerabilidad e impotencia de su personaje principal, interpretado por Hudson, al no poder controlar el curso de su vida. Aquí los fantasmas son otros: El propio fantasma de Tony Wilson viviendo un renacimiento a la fuerza, inmerso en el fantasma de aquello que llamamos realidad. En un principio, Wilson se muestra reticente a aceptar su nueva vida, pero es aquí que Frankenheimer retrata con singular maestría el momento de su conversión, y la espiral que deviene es un in crescendo de bola de nieve, que en algún momento debe detenerse al impactar contra un sólido. Y el impacto es brutal.
Todos los días, como consumidores y ciudadanos, en distintos niveles de agresividad y percepción, nuestras vidas también sufren de ciertas formas de manipulación. Por ejemplo, la de los Medios de Comunicación, que nos entregan “su” interpretación de la realidad, siempre obedeciendo a una línea editorial y nos muestran sólo las noticias que ellos quieren que nosotros veamos; o la manipulación de la Publicidad, que nos crea una falsa necesidad de productos que no necesitamos ni para vivir, ni para ser felices, ni para ser más exitosos; o la de los políticos, que se valen de nuestros sueños y aspiraciones como sociedad, para manipularnos desde sus posiciones de poder, tomando en muchos casos decisiones en nuestro nombre que no nos representan. En esta película, la manipulación es más agresiva y terrible. El protagonista Arthur Hamilton vive un renacimiento que le ha sido impuesto para transformarse en Tony Wilson, su vida anterior le ha sido confiscada, y desconoce los límites de dónde comienza la libertad y hasta dónde le permiten ejercerla.
La alquimia del cuerpo, no provoca necesariamente una transformación en el pensamiento y en el alma, porque en el fondo, detrás de ese hombre apuesto y varonil que es Tony Wilson, siempre estará el pensamiento, la experiencia y la forma de sentir del avejentado Arthur Hamilton.
Tal vez a Rock Hudson le hubiera gustado someterse a un cambio de vida y de rostro, al tiempo que filmaba esta película. Por esos años, su carrera iba en franco descenso de popularidad y para peor el fracaso en la taquilla, terminó por sepultar a “Seconds” en el olvido.
Esta es una de esas obras maestras que pide a gritos ser rescatada del injusto anonimato. Como para sacudirle el polvo de encima y presionar play, la experiencia es un tanto amarga y desesperanzadora, pero al mismo tiempo asombrosa e inolvidable.
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