Cuadernos

Cinema Á Trois, o el trío en la historia del cine

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Pier Paolo Pasolini, agitador de conciencias y francotirador de las buenas costumbres, no entendía como el ser humano se limita a sí mismo viviendo en pareja. Iconoclasta como él sólo, atribuía este reduccionismo a las religiones occidentales y optaba por el trío, el cuarteto o el sexteto como manera de convivencia plena.

La escritora china Wei Hui, autora del libro “Shangai baby” (2000), en el que aborda con naturalidad el tema del trío pese a los enormes tabús sexuales existentes en su país, nos regala una aguda reflexión que aclara la tesis de Passolini desde el punto de vista femenino con un toque oriental: la mayoría de los hombres no se adaptan a la monogamia; añoran los palacios antiguos que albergaban tres mil concubinas.

A partir de estas reflexiones y a raíz del reciente estreno en cartelera de dos películas españolas que abordan esta temática: “After”, de Alberto Rodríguez y “Castillos de cartón”, de Salvador García Ruiz,propongo un viaje por la historia del cine con el tema del menage à trois como telón de fondo. Vaya por delante que he realizado una selección caprichosa de películas que me parecían representativas, valoradas no sólo por tratar el tema sino por hacerlo de una manera interesante. Como todos los tabúes sociales, el “arreglo a tres”, ha generado imágenes y, en algunos casos, envidia. Hablemos de su posibilidad de éxito, del por qué de su fracaso, de lo que implica y de cómo afecta a las personas que participan en él.

Si nos retrotraemos a un pasado inmediato, la primera película que me viene a la mente es “Soñadores” (2003) de Bernardo Bertolucci. Ambientada en el mayo del 68 francés, plantea la historia de dos hermanos un puntito snobs (Eva Green y Louis Garrel). Un chico y una chica que desde pequeños parece que han estado muy unidos, tienen un vínculo muy fuerte, duermen juntos, se besan en público y no dudan en comportarse de una manera escandalosa con el fin de provocar a los que les rodean. Esta parejita de enfantsmalappris (que me perdone la legión de seguidores del film pero un puntito importante de inmadurez se les vislumbra a la legua), seducen como divertimento a un estudiante inglés bienpensante (MichaelPitt) de paso por París, mientras en la calle ruge el tumulto de las protestas estudiantiles. El trío está retratado de manera explícita, Bertolucci se olvida de aquello de que siempre es más interesante sugerir que mostrar y entra hasta la cocina. La relación más intensa se establece entre la hermana y el estudiante, si bien hay alguna secuencia (la de la bañera entre Pitt y Garrel) en la que se evidencia laorientación heterosexual de los protagonistas. Nos hallamos ante un trío a medias, en realidad, primero porque partimos de la base que se produce entre hermanos y un advenedizo y segundo porque la mujer no comparte a los dos hombres, hay momentos en los que se inclina más por Pitt, lo que provoca el malestar de Garrel y momentos en el que los dos hermanos se cierran en su caparazón un poco enfermizo, angustiando al estudiante. Si que hay momentos de plena felicidad para los tres, como cuando atraviesan el Louvrecorriendo tratando de batir la marca impuesta por Odile, Arthur y Frantz en “Bande à part” (1964), película que tiene algo de triángulo amoroso, pero no de trío explícito. Godard siempre ha sido más de sugerir y, en ocasiones, omitir.

Mayo del 68 se puede ver como una excusa, es un elemento latente a lo largo de todo el film, que de alguna manera nos sitúa en esa época y permite al director homenajear a sus ídolos de la Nouvelle Vague, periodo que nos regaló la cinta que, bajo su apariencia desenfadada, analiza de manera más seria y rigurosa la posibilidad de convivir à trois. Me refiero a “Jules et Jim” (1961) de Truffaut.

La irrupción violenta de este acontecimiento histórico al final de “Soñadores”, bajo mi punto de vista, está metida con calzador, puesta por la mano del guionista, en un final anticlimático que desinfla la película y deja un regusto amargo. Previamente hay un intento de suicidio y al final los hermanos se pierden azarosamente por las agitadas calles de Paris, por lo que deducimos que, en este caso, el trío no funciona, es imposible, se ha agotado, como pronto lo harán las ansias revolucionarias de obreros y estudiantes en la capital francesa.

“Y tú mamá también” (2001), del mejicano Alfonso Cuarón, se sitúa en la línea provocadora de “Soñadores”, con secuencias de un erotismo asilvestrado, pero me parece destacable en cuanto mezcla el típico viaje de aprendizaje de la adolescencia a la madurez con la idea del trío.

Volviendo a Francia, viajamos al año 1971, donde el suizo Alain Tanner filma su ópera prima, “La salamandra”, pura sugerencia y mezcla atípica de intriga yromance, comedia e investigación periodística. La aportación del film a esta pequeña historia del trío reside en su peculiar manera de narrar los lances amorosos de sus dos protagonistas. Pierre, un periodista free-lance, trata de escribir un guión junto a Paul, un poeta bohemio camarada suyo basado en un suceso que tuvo como protagonista a una trabajadora, la tercera en discordia, Rosemonde, interpretada por la hermosa Bulle Ogier.Existe un menage à trois latente durante toda la película, la elegancia y la peculiaridad está, en este caso, en no filmarlo.

Hacia la mitad del metraje, los tres juntos emprenden un hermoso viaje al campo, momento más poético, más acorde a la teoría passoliniana. Dos hombres pueden acostarse con la misma mujer sin que por ello surjan piques ni reproches entre ambos.

Dos años más tarde, Jean Eustache filma “La mama y la puta”, con un protagonista definitivamente caradura y egoísta: Alexandre (gran Jean-Pierre Lèaud). El joven burgués busca en sus dos amantes, Marie y Verónica, su propia felicidad, haciendo balance entre lo que le ofrece una y otra (lo sexual, lo maternal y lo material) y va conformando, a pesar de la resistencia de ambas, un atípico menage a trois,“por entregas”. Por la imposibilidad de amar a dos bandas de Alexandre y no decidirse, “La mamá y la puta” se convierte en la película que más ahonda sobre las características negativas que puede tener el trío entre sus integrantes, además de ser innovadora por plantear la estructura dos mujeres-un hombre.

Tal vez sea el alemán R.W Fassbinder el director que más ha indagado sobre el tema del menage à trois a lo largo de su filmografía. Obsesionado como estaba con las relaciones de jerarquía derivadas de las relaciones sentimentales y profesionales, él mismo, nos cuentan sus biógrafos, convivió con varias personas y, al estilo que dictaba Passolini, también en grupo. Si he de elegir dos secuencias, me quedo con el trío contenido, vouyerístico y frustrado por Hannah Schygulla de su primer largo, “El amor es más frío que la muerte” (1969):

O el de “Dios de la peste” (1970), en el que no vemos la relación física de los tres personajes, sino que uno de ellos, el Gorila, se acerca desnudo a un póster con el rostro de la protagonista y lo “acaricia”. Puro Fassbinder.

La rareza arriesgada la encontramos en el western musical de Joshua Logan “La leyenda de la ciudad sin nombre” (1969), en la que dos vaqueros comparten una misma esposa. Estados Unidos, finales de los sesenta. Para tratar el tema del trío en esa época, el director tuvo que enmascararlo bajo la apariencia de un musical y situarlo en el Lejano Oeste, pese a ello, la película levantó ampollas y se vio envuelta en cierta polémica.

Para finalizar este recorrido, invito a los lectores a emular el trío que aparece en “La naranja mecánica”, que aúna lo gracioso, lo esteticista y lo delirante e invita a la reflexión, puesto que como sucede con la novela de Burgess, la película no es un eco del futuro, sino de los tapujos del presente y del pasado. Si hiciéramos un poco más de caso a Passolini, el mundo sería mucho más divertido.

Miguel Blasco Marqués (Valencia, 1988). Lector ácrata e impenitente, cineasta jubilado, perfeccionista en las paellas, eterno diletante, fanático de los tacos mexicanos y de las tertulias que no conducen a nada. Trabaja como editor en Ediciones Contrabando.

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