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Igor Paskual: “En España confundimos lo panfletario con lo político”
Este veterano del rock estatal ha decidido adentrarse en el mundo de la literatura con El arte de mentir, una obra de cuyo prólogo se ha encargado Loquillo, amigo y compañero de mil batallas de este guipuzcoano afincado en Gijón. Es difícil encontrarse a Igor Paskual de brazos cruzados, pero hemos conseguido que haga un hueco en su apretada agenda para respondernos a unas preguntas.
Antes de entrar en materia me gustaría saber cómo debería rellenar el campo de “profesión”, ¿te consideras músico de acompañamiento, compositor, escritor?
Creo que músico es lo más adecuado. No me siento sólo un guitarrista o un compositor, creo que todo está entrelazado, como con vasos comunicantes. Puedo producir un disco, cantar,… mil cosas que se mezclan y se influyen mutuamente. No me siento un mercenario, de hecho, no tocaría con muchos más, aparte del Loco o mi propia banda, no hay tanta gente que me guste. Y muchos de los que me gustan son insufribles. El hecho de llevar tantos años y de pensar y reflexionar tanto sobre la música me permiten producir discos, cosa que hago de vez en cuando, pero tampoco soy un “productor” al uso. Creo que músico es un término muy acertado y precioso. Músico es lo que quería ser cuando era pequeño. Suena de maravilla. “Músico”, “músico”, “músico”. Me encanta.
Cualquier aficionado al rock en nuestro país conoce, aunque sea por encima, tu larga trayectoria en el mundo de la música desde tus orígenes en Babylon Chàt hasta nuestros días. Lo que me interesa saber es cómo te ha dado por escribir un libro?
Se sumaron varios factores. Por un lado tenía a gente del mundo literario animándome a hacerlo y dándome facilidades de todo tipo, en plan: “Nosotros te buscamos editorial, no te preocupes de nada”. Por otro, el hecho de tomarme un año de excedencia con el Loco para la gira de Equilibrio Inestable me permitió hacer cosas que hasta entonces, por el volumen de trabajo y lo complicado de combinar agendas, no había podido; eso te da otra visión y otro aire. Y de pronto, también me libré de ciertos hábitos nocturnos que me sentaban fatal y me habían costado una separación, dejé todo eso, recuperé a mi mujer y tuve dos hijos. Así que me vi en un momento vital muy bueno, con la suficiente cabeza para analizar una gran cantidad de experiencias que había vivido y pensé que podían ser interesantes también para los demás, pertenecieran o no al ámbito de la música. Diego Medrano, que es un escritor que me encanta, me dijo que había que sacarlo. Y editores como Jorge Salvador de Pez de Plata o César Sanz de Difácil veían claramente que en esos textos había un libro y me alegré porque yo no lo tenía tan claro. Gracias a todos ellos porque me encanta escribir.
Hasta el momento no te puedes quejar, ya que está teniendo muy buena acogida y son muchos los que han valorado positivamente tu debut literario, ¿cómo sientan los halagos?
Tienes toda la razón, no me puedo quejar. Pero es que no me puedo quejar desde hace muchos años: vivo de mi pasión, me siento muy valorado por parte del público rockero y cada vez hago más cosas de todo tipo relacionadas con la música. Hasta cierto punto, aunque haya sido a base de muchísimo esfuerzo, esto es como vivir dentro de un sueño. Y los halagos me sientan de maravilla, porque hasta hace poco, por cada elogio que recibía me llevaba un palo, y por cada uno que decía que yo era un tipo estupendo, siempre había otro que insistía en que era gilipollas, así que agradezco esta unanimidad. Es curioso que me haya llegado donde menos la esperaba, en el terreno de la literatura.
El humor juega un papel importante en El arte de mentir, ¿también es algo imprescindible en tu día a día?
Lo es, y no sólo el humor sino también la alegría. Me refiero a vivir con cierto desparpajo y con una óptica positiva. Borro de mi lado a todos los angustias y a los aguafiestas, en especial a los que te restan energía. Pese a la situación que estamos viviendo, tenemos muchas razones para estar agradecidos a la vida. No sé, pienso en lo que sería haber nacido en Somalia o en Bosnia a principios de los años noventa y soy consciente de que tenemos mucha suerte. Y esa alegría se nota en todo, fíjate cómo sonaban las orquestas con Bernstein y Karajan, pese a la perfección de los dos, las de Bernstein tienen un regocijo, un latido vital que me dan ganas de seguir luchando por todo, y Karajan, ¡pues carajo! es todo tan serio,… Alemania sí que carece de humor por completo. Si Wagner se hubiera reído una sola vez en su vida, hubiese escrito óperas de la mitad de duración, pero si no tienes prisa por ir a la cervecería a reírte con tus amigos porque nadie te soporta, pues eso, haces un tostón de cuatro horas.
Y en el rock, ¿crees que debería haber dosis más altas de humor y quizás algo menos de contenido político?
No creo que el rock tenga contenido político. En España confundimos lo panfletario con lo político. Incluso Kortatu, que me encantaban, y eran los mejores en lo suyo, tenían un discurso político de primero de EGB. De cualquier modo, todo es política, incluso una declaración de Álex Ubago es política, así como el hecho de salir vestido a escena como Manel, aunque no lo parezca, es un tipo de imagen. Lo personal es político y viceversa. Debería haber más política, pero claro está, no al modo en que lo entendían Ska-P. Y el humor español, incluso en la música, suele ser de chascarrillo, del tipo Mojinos Escozíos. El humor asturiano tiene un rollo muy inglés, muy socarrón, que se suele entender poco fuera y aparece en Dr. Explosión, ciertas canciones de Ilegales o, incluso, Nixon. Hasta un grupo tan denso y pesado como Manta Ray daba entrevistas divertidísimas, pero claro, sólo nos reíamos en el norte. Otro grupo con un gran sentido del humor, pero ya en las antípodas del rock, son Astrud y, pese a que hayan salido a menudo en esa basura llamada Rockdelux, me gustan mucho; sobre todo, me hacen reír.
¿Ves alguna similitud entre el proceso de componer canciones y el de plasmar ideas en forma de texto? No sé si te si te sientes igual de cómodo al sentarte frente al ordenador que cuando estás a solas con tu guitarra.
La motivación es la misma, se trata del deseo incontenible de contar algo. Pero el proceso es casi opuesto, la manera de materializarlo no tiene nada que ver. Para empezar, puedo escribir un capítulo de un libro o un artículo a las dos de la mañana en un bar con la música sonando a toda hostia y una canción pues no. Eso ya es una gran diferencia. En una canción tienes que hacer coincidir los acentos musicales con los fonéticos y tener una gran capacidad de resumen. Se trata de comunicar de un modo muy directo, casi físico. Un libro tiene un ritmo interno que no depende de una melodía y te permite matizar más en lo que quieres contar, se transmite de un modo más cerebral. Yo trato de mezclar las dos y hacer más sensual la literatura y que la música permita más capas de lectura.
En 2011 veía la luz tu primer trabajo en solitario, Equilibrio inestable, ¿cómo fue la experiencia de ver por primera vez en una portada el nombre de Igor Paskual?
Ver el nombre no me produjo ninguna satisfacción especial, a estas alturas tengo el ego bastante satisfecho, pero bueno, si te refieres a lo que es ver tu disco en solitario en la calle pues fue algo increíble. Puse mucho de mí en él, no sólo tiempo, sino que le di muchas vueltas hasta llegar a lo que quería. Emocionalmente es como El arte de mentir pero hecho canciones. Trabajo, al menos de momento, con material muy biográfico y eso siempre requiere un tipo de atención especial. Pero sacar Equilibrio Inestable fue un paso muy importante de mi vida. Date cuenta que por atender mi disco con la atención que merecía no hice la gira de teatros con el Loco de Su nombre era el de todas las mujeres, lo que fue una decisión dificilísima. Y sin ese disco, por ejemplo, jamás hubiera escrito el libro.
¿Para cuándo el segundo disco? Si es que tus giras y colaboraciones te dejan tiempo para componer nuevo material…
Ya estoy grabando. Voy muy despacio porque lo hago en los huecos que me van quedando y porque le doy muchas vueltas a las canciones. Pero tengo un puñado de canciones que estoy probando en las presentaciones del libro y algún concierto esporádico que doy. Por la reacción de la gente, van a ser importantes. Lo quiero sacar cuando termine la gira con el Loco, al menos cuando terminemos el grueso de conciertos, que son bastantes, gracias a Dios.
Lo de ser el guitarrista que acompaña a Loquillo debe ser lo que más llama la atención a los que escuchan tu nombre por primera vez y se interesan por tu biografía, ¿cómo surgió aquello?
Él escuchó el disco (Hotel Adicción) de mi antigua banda, Babylon Chàt, creo que se lo sugirió Gálvez, ese mítico y ya difunto manager, que era magnífico y al que el rock de este país debe tanto. Le encantó y nos invitó a telonearle en Madrid. Durante el concierto me dediqué a provocar a su público con frases tipo “he venido aquí a follarme a vuestras novias” y cosas así, la verdad es que tenían un sentido del humor muy distinto al nuestro y nos sacaron del escenario a botellazos, literalmente. Al Loco sí le pareció muy gracioso y nos invitó al resto de esa gira. Y en esos eternos postconciertos comenzamos a hablar y nos dimos cuenta de que teníamos mucho en común, date cuenta de que estábamos en plena oleada indie, una época horrible, con todo eso que ahora se llama, con poca fortuna porque es mentira, música independiente. Y conectamos. Escribimos algunas canciones para Feo, Fuerte y Formal, que aún estaba grabándolo, y al poco tiempo ya entré para la segunda parte de esa gira, que fue memorable. No ha habido banda de rock así en este país, y claro, no podía durar.
Ya llevas un tiempo ejerciendo como el fiel escudero de este veterano artista, ¿cómo es vuestra relación?
Llevo tocando con él más de diez años y trabajando con él unos doce. Ni Sabino Méndez estuvo tanto tiempo a su lado. Con una personalidad como la suya, es como si llevase veinte años, te lo prometo. Es lo que decía Laudrup de Cruyff: “cinco años con Johan son como diez…”. Hemos pasado por todo tipo de situaciones y nuestra relación ha experimentado altos y bajos muy extremos porque con el Loco todo es así de intenso. Creía que yo era una persona extrema hasta que le conocí. Ahora mismo estamos en nuestro mejor momento y yo creo que con los años, él se ha vuelto más humano y yo he madurado bastante, los dos tenemos hijos, conocemos el peligro de las drogas, sabemos lo que es pelear por algo contra viento y marea, y mil cosas más. Aparte de nuestra pasión por la música, ambos tenemos un deseo enorme de seguir mejorando y de no estancarnos. Lo considero mucho más que un gran amigo.
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