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ZP en una pregunta y once respuestas
Cantaba Bob Dylan que “vivimos en unos tiempos donde los hombres cometen delitos y el crimen no tiene cara”. De alguna manera, lo que dice la canción [‘Political world’] es algo tan antiguo como el fuego. En los animales hay jerarquías y una cabeza líder en el grupo. ¿Debería, esta cabeza líder, revelar cómo se llega hasta ahí? ¿Para qué? ¿Para que se sepa y otros quieran arrebatarle el mando? Por lo tanto, ¿mienten los Presidentes de Gobierno?
El ex Secretario General del P.S.O.E. llega entre los aplausos de los universitarios que se han dado cita en el aula magna de la Universidad Carlos III, en Getafe. Allí dará una conferencia sobre la igualdad y el progreso organizada por la Unión de Estudiantes Progresistas de la UC3M. Desde que Mariano Rajoy le sucedió en el puesto, José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960) no ha tenido demasiadas apariencias públicas en comparación con años anteriores. Las ha habido, qué duda cabe, porque además publicó y publicitó la primera entrega de sus memorias bajo el título de “El Dilema: 600 días de vértigo” (Planeta, 2013), pero no estuvo tanto tiempo como antes, cuando, por ejemplo, debía dar explicaciones por la reforma del artículo 135 de la Constitución. Defendió y aprobó el matrimonio homosexual en 2005, casi un año después de su prudente llegada al poder tras los atentados de Atocha del 11 de marzo de 2004.
Entre otras cosas, Zapatero había sido muy querido y muy odiado. Sin ir más lejos, la banda terrorista E.T.A. anunció el cese definitivo de su actividad armada al final de la segunda legislatura pero el paro no dejó de subir y las protestas del 15 de Mayo se sucedieron en ese mismo 2011, cuando la “desaceleración económica” fue reconocida ya como crisis. Tiempos complicados, aquellos, para el dirigente socialista y su equipo, incluido el Vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, encargado de presentarse a las siguientes elecciones generales y de recibir la derrota por parte de los ciudadanos en las urnas.
Pese a los acontecimientos, cualquier gobernante siempre tendrá los aplausos detrás. Llenan grandes recintos y se les presentará como a estrellas Pop. Los errores o, mejor dicho, las malas decisiones no han hecho mella en la totalidad de sus votantes (futuros o incondicionales). Esa cara de los carteles representa una posible victoria electoral y, por consiguiente, el mandato de unos intereses que pueden mantenerse o no. Eso ya no se dice. Que pase lo que tenga que pasar. Habrá voces discordantes y habrá que negociar, bajarse del atril y dejar de lado principios e ideologías. En política, entonces, ¿convendría rodearse de las personas que dijeran las cosas que no se quieren escuchar? Es más: ¿un político debería estar siempre en venta por ello? José Luis Rodríguez Zapatero responde.
Autenticidad en política.
«Hay más autenticidad de lo que a veces se piensa en la política. Por mucho empeño que uno pueda poner para decir lo que nadie quiere oír, las sociedades democráticas tendrán una grandísima ventaja: son regimenes de opinión pública sin límites. Es decir, la crítica y la información fluyen».
El respeto de un gobierno.
«Pienso sinceramente -más bien tiendo a pensar- que el líder político, en general, es bastante autónomo. Más de lo que parece. Estas cosas que a veces oímos de los mercados, del IBEX… Yo puedo asegurar una cosa: no hay nadie del IBEX que se atreva a decirle a un Presidente de Gobierno “tienes que hacer esto” o “vete”. Es que, sencillamente, no se atreven. Un Presidente de Gobierno impone cierto respeto. Lo digo porque me parece que es muy bueno descodificar cosas de la democracia. Los gobiernos de hoy, en las democracias, incluso en las democracias europeas, o sea, de los países más fuertes, tienen mucho menos poder del que tenían hace un par de décadas. No tengas ninguna duda. La globalización es desnacionalizar la política. Por tanto, el poder de los gobiernos es limitado, sobre todo en el terreno económico. La economía es global, el movimiento del capital es global… y las leyes y los gobiernos son nacionales. Es un handicap muy fuerte».
Los días del 15-M.
«Ser político es muy difícil. Ahora estamos en un tiempo de observar políticos nuevos y cambios, y eso está bien; demuestra que la democracia es verdad. Ahora estamos cerca de conmemorar el 15-M. Yo lo viví como Presidente del Gobierno y no fue fácil. No fue fácil. Algunos de los que nos gritaron “no nos representan” están hoy sentados en el Congreso de los Diputados. Me parece que es la mejor prueba de que esto es una democracia. Nadie se lo ha impedido ni el bipartidismo era un búnker. No es cierto. Ahora, se lo han ganado y hay que ganárselo».
Con Angela Merkel.
«Es verdad que el político tiende a defender y a poner siempre la parte amable de las cosas. Recuerdo una conversación con Angela Merkel en plena crisis por la noche y en un castillo en Alemania, en una cumbre bilateral. La admiro mucho a pesar de tener fama de dama de hierro y de haber aparecido como una sargento permanente en el imaginario global de esta crisis en Europa. Pero de verdad que la tengo mucho respeto. Es una persona, primero, muy educada que habla muy sincero y que no tiene, creo, unos valores excesivamente muy conservadores (lo ha demostrado con la crisis migratoria). Eso sí, tiene una visión de la vida y de Europa que a veces te puede preocupar. En aquella cena nos comentaba que Europa no podía mantener este nivel del estado del bienestar porque hay un problema demográfico, las pensiones… Es verdad que es difícil oír eso de un político, porque no es amable. Recuerdo que le hice una broma y le dije: “Ángela, comprende que es muy difícil salir a una tribuna a decirle a la gente: ‘Os prometo que vais a vivir peor’”. ¿Por qué digo esto? Porque no verás a los políticos de antes y a los nuevos decir eso».
Un diálogo más adulto.
«Se espera, de un político, esperanza e idealismo. Y ahora es un buen momento. Yo creo que la sociedad espera un diálogo más adulto y más elaborado por parte del conjunto de las fuerzas políticas ante los grandes problemas. Digo que es un buen momento porque es muy probable que tengamos que ir nuevamente a unas elecciones. Nos conocemos las campañas, los diálogos, los pactos, quién se quiere y quién no se quiere (que es algo humano). Entonces, ahora, podríamos aprovechar ese tiempo que hay que llenar para, de verdad, tratar los debates sobre los grandes problemas de nuestro país».
Primer problema: el bienestar social.
«Uno: cómo hacemos para que nuestra capacidad productiva nos lleve a poder mantener el estado del bienestar social que queremos y su cohesión, porque sin cohesión social no hay democracia. Es un componente esencial de nuestro modelo político, y se resquebrajará, antes o después, como casi todo de lo que supone un país avanzado».
Segundo problema: la unidad de España.
«Dos: el problema que vamos a tener con nuestra identidad de identidades. Esto parece un volver a empezar, pero creo que no es buena esta tensión que cada cierto tiempo tenemos sobre el futuro de la unidad de España».
Tercer problema: un nuevo sistema.
«Y tres: creo que el otro gran tema que tenemos por delante es cómo crear un sistema que, evidentemente, nos ha fallado en la democracia. Un sistema de un modelo igual al que tenemos con la sanidad y las pensiones frente a la exclusión social. La herida de la democracia, la herida de esta crisis, es la herida de la exclusión social. Con nuestra renta per cápita y nuestra democracia no se puede permitir la miseria. Éste es el tema. Y añado (que es lo importante para la teoría y el pensamiento político): no creo que sea un problema de falta de recursos, que es lo significativo, sino un problema de modelo político y de que esto, como todo en política y como todo en la ciencia, hay que pensarlo antes y pensarlo en profundidad».
Más diálogo.
«Con esos tres problemas tiene que haber un amplio diálogo de liberación política. Luego habrá acuerdos o no, pero sin una buena deliberación, casi nunca se avanza».
Exclusión social.
«En nuestro país, afortunadamente, desde el inicio de la democracia hasta aquí, todo había sido un crecer, crecer y crecer, desarrollar, política de estado social… pero no se construyó un modelo de sistema capaz de atender la exclusión social. Creo que no es un tema fácil y más en un Estado, como es el caso del Gobierno de España, donde tiene competencias en los ayuntamientos».
Propaganda excesiva.
«No olvidemos que la política tiene una parte de representación importante. Y no es que sea ni malo ni bueno, ¿eh?, pero los ciudadanos descodifican. Los ciudadanos saben perfectamente cómo son los políticos. Tienen rayos X y más o menos saben cuándo el grado de sinceridad es mayor o cuándo alguien está en una actitud de disimulo. Y ya, cuando es la propaganda, es mucho más claro. La propaganda excesiva en la que incurrimos mucho».
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