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José Mujica, pinceladas en Madrid
José Mujica (Montevideo, Uruguay, 1935) vive en la austeridad, en Uruguay, lejos de los lujos de otros mandatarios. Sin embargo, es un hombre cercano a la problemática general, aunque evita compararse y prefiere cabalgar a lomos del caballo de la humildad que le caracteriza. En Madrid, capital del sábado por la tarde donde los turistas se pierden en las pantallas sus teléfonos móviles -smartphones, si se prefiere- y los restaurantes ya no hacen reserva, el ex presidente uruguayo, al que algunos siguen llamando “presidente”, aparece envuelto en un chaparrón de periodistas, de flashes y de las cámaras de televisión.
Es, en apariencia, distinto, como reza Una oveja negra al poder (Debate, 2015), la obra de los periodistas Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz que recopila más de cien horas de conversaciones con Mujica. ¿Qué despierta tanto interés, entonces? ¿Es lo que va a decir o el hecho de cómo dice lo que piensa? En tiempos de traición y castigo, decir lo que se piensa puede ser un capricho de elevado precio. Una declaración que no ha pasado por el tamiz de la corrección política es cara, muy cara, pero apreciada al fin y al cabo. Tras un rostro amable de ojos pequeños hay una mirada cortante que parece averiguar lo que opinan, de dientes hacia adentro, los que escuchan. De forma automática, las cabezas asienten. El poder del silencio no deja cabida a la razón. Queda todo dicho.
¿Decir lo que se piensa puede salirnos caro?
Seguramente, decir lo que pensamos nos puede traer inconvenientes… a veces. Pero estadísticamente, en la globalidad, en la totalidad de nuestro andar, pienso que decir lo que se piensa resulta de lo más favorable porque, en definitiva, contribuye a ganar confianza, y la desconfianza es la enfermedad peor que afecta a las relaciones políticas en las sociedades contemporáneas.
Pero hay que reconocer que crea inconvenientes…
Naturalmente. A veces tiene inconvenientes y nos crea dolor de cabeza. Es así. Sin embargo, los beneficios que se reciben en la totalidad me parecen que son mayores.
¿La peor cobardía es saber lo que es justo y no hacerlo?
Cuando hablamos de hacer o de no hacer, tenemos que hablar de los límites que nos imponen las circunstancias en cada uno de los pasos que hacemos. No hacemos en ningún orden de la vida, sino en todo lo que apetecemos, soñamos o creemos que es mejor.
¿Teniendo en cuenta las limitaciones?
Siempre encontramos limitaciones fruto de las sociedades en las que vivimos. Limitaciones… porque hay contradicciones de clase, contradicciones de intereses, contradicciones de corporación… Todo eso vive. Una sociedad es una cosa con múltiples aspectos que a veces coinciden y muchas veces confrontan en términos globales o relativos. En ese marco logramos alguna resultante, pero sería vanidoso no reconocer que siempre logramos mucho menos de lo que nos proponemos.
¿Cómo se aplican esos logros, entonces, a su país?
Por ejemplo: mi país es pequeño pero es muy rico, sobre todo en alimento. Tenemos un cero coma cinco de indigentes y alrededor de un diez por ciento de pobreza matemática. No puede haber indigentes en mi país. No debería haber. Entonces, nosotros bajamos mucho pero tampoco estamos conformes. Creo que podía haber mucha menos pobreza también, pero hay que reconocerlos. Así, mi amigo, gobernar en una democracia no es ejercer la monarquía.
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