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Javier Veiga: “Cuando tienes una fantasía, tarde o temprano la acabas cumpliendo”
Javier Veiga (Pontevedra, 1973) es un actor que se ha caracterizado por su lado cómico llevado a la estabilidad de la cordura. Se dio a conocer por programas como El Club de la Comedia, pero su verdadera ocupación se centra en Teatro Impar, su propia compañía de teatro con la que ya ha representado más de media docena de obras entre las que destacan Amigos hasta la muerte o Amor y otros pecados. Esa forma de ser que todos han visto, es la misma que expone en las distancias cortas. Llovía el día de la entrevista y el tráfico embotaba Madrid, pero compartiendo un té, Veiga hablaba y bromeaba sobre los celos y los problemas de su personaje en Muertos de amor, la película dirigida por Mikel Aguirresarobe (basada en la novela de Carlos Cañeque) que se estrena el 8 de Febrero.
¿Cómo es eso de interpretar el curioso papel de alguien que ha perdido su trabajo de camarero en el Hotel Ritz puesto que debido a un accidente se ha quedado manco?
La verdad es que es algo bastante friki, pero por otra parte tiene sentido porque siendo una persona que se jactaba de ser el mejor coctelero y que hacía el trabajo con amor, al perder el brazo, evidentemente, no puede seguir trabajando y eso le hace sentir frustrado. No lo sé, lo mismo hay algún coctelero manco (risas), pero lo que le sucede a este tío es que se engancha tanto a la frustración, que las paranoias y los miedos aparecen en su vida por eso de sentirse un inútil.
Le pueden los celos y ve fantasmas donde no los hay…
Bueno, es que los celos son siempre un poco eso, aunque a nadie le gusta que se la estén pegando (risas). Pero de todas formas, los celos son una patología de inventarte que te están engañando. O sea, si alguien es celoso con razón, no es que sea celoso de por sí, es que no le gusta que le pongan los cuernos. También creo que los celos tienen que ver con la inseguridad, que es lo que le sucede a este tío, porque no creo que haya gente celosa segura de sí misma. En la película es algo llevado al extremo, así que como el tío se siente inseguro, empieza a imaginar que él no vale nada para su chica. Si es un inútil… ¿por qué su mujer iba a tener que contar con él? Es ahí por donde empiezan los celos del personaje.
Es alguien que tiene celos del carnicero, del ginecólogo (cosa entendible, por otro lado)…
(Risas) ¡Eso lo has dicho tú, no yo!
…y también del librero que le recomienda novelas a su pareja. Se centra en esas personas pero no repara en la verdadera amenaza, que es en realidad el famoso cocinero que le da trabajo a la chica.
Eso es algo que suele ocurrir. Siempre equivocas el tiro. En estas cosas, cuando uno pierde el norte y se pone celoso, sobre todo por las experiencias que he conocido y “que me han contado” (risas), uno se pone celoso donde no debe. No se ven fantasmas en lo más obvio y el otro llega por donde menos te lo esperas. Es algo muy habitual. Acertar con esto es muy complicado, y cuando más tranquilo estás, por otro lado te llega la puñalada trapera.
¿Te has basado en alguien o en alguna experiencia para el papel de Ángel Peláez?
Bueno, no me fijé en nadie en concreto porque todos conocemos a gente celosa o hemos tenido la desgracia de vivir una relación así. Somos una generación que hemos tenido muchas relaciones, así que alguna de esas tenía que haber sido celosa. Yo reconozco que he sido celoso, en unos momentos más que en otros, pero insisto: depende de la seguridad de cada uno, así que en mis momentos más inseguros he sido más celoso. De todas formas, he conocido también personas muy celosas y es una patología muy desagradable. Además, creo que los celos generan ganas de darle la razón a la otra persona. Es algo así como cuando mi madre me zurraba diciendo “ahora vas a llorar por algo”, pues con los celos pasa igual, ya que si la otra parte de la pareja no estaba haciendo nada hasta ahora, por esa pesadez del otro, va a poder justificarse. Total… lo va a pensar igual.
Y que se cree el ladrón que todos son de su misma condición.
Supongo que eso también es verdad. Cuando uno vive en una relación promiscua y ha tenido relaciones promiscuas, imagino que en la siguiente relación tiende a pensar que va a ocurrir así. “¿Por qué no va a ocurrir esta vez si yo he puesto los cuernos y me los han puesto a mí antes?”, podría pensar.
¡Qué poca fe tenemos!
Sí, tenemos muy poca fe (risas), pero es porque estamos muy acostumbrados a que las relaciones, en el sentido estricto de la fidelidad, cada vez son más habituales, y todos nos hemos encontrado con algo así, sobre todo cuando una relación tiende a terminar así, pensando en que la otra persona te va a engañar.
Bueno, pero así no se disfruta una relación.
Hay una frase de una canción de Jorge Drexler que dice: “uno sólo conserva lo que no amarra”. Y es muy cierto. En el momento en el que te pones muy pesado por pensar que la otra persona va a engañarte, es el principio del fin de una relación. Yo no creo que una relación aguante con una persona muy celosa (de manera patológica) en uno de los extremos. Creo que es absolutamente imposible de mantener. Sea o no verdad que la otra persona te está siendo infiel.
Hay un detalle que se puede ver en la película respecto a los celos, pues Reme (Marta Hazas) tiene como vía de escape las novelas de Jacinto Camacho. El siguiente paso es llevar esa ficción a la realidad.
¿Conoces la trilogía de “50 sombras de Grey”? Es el boom absoluto entre todas las tías de cierta edad. Es más bien la mezcla entre una telenovela y una novela porno donde el protagonista es un tío maravilloso (tipo George Clooney) que es un portento de hombre y una máquina sexual. Claro, están todas las tías cachondas perdidas con eso, así que es “normal” que se diga que hay muchas mujeres necesitadas de fantasías. Fíjate, hasta he visto carteles en la calle en los que se anuncian cosas como “Cumple tu fantasía. Absoluto secreto y confidencialidad”. O sea, cosas que ya te aseguran con seguridad una aventura fuera de tu relación.
“Sexo en Nueva York” ha hecho mucho daño…
Sí (risas). Evidentemente, cuando se te ocurre tener una fantasía, antes o después, la acabas cumpliendo.
Curiosamente ya habías trabajado con Marta Hazas en “Amigos hasta la muerte”, pero es que incluso sois pareja. Me imagino que eso habrá hecho más real el papel de los dos en “Muertos de amor”.
En este caso no éramos pareja cuando hicimos la película porque se rodó hace ya dos años y pico. Nos conocimos haciéndola, pero es curioso que nos hayamos unido trabajando en una película que trata sobre una separación (risas). Trabar con una relación personal tiene sus ventajas y sus desventajas, pero por un lado tienes mucha complicidad. El primer día de rodaje, cuando nos conocimos, teníamos que darnos un beso y yo darle un guantazo en la cara después. Y esa situación, de repente, se convierte en algo muy delicado siendo con alguien que no conoces. Recuerdo que tenía que cruzarle la cara a Marta de una forma muy violenta y realista, pero a la cuarta o quinta toma ya nos entró la risa porque me estaba viniendo arriba. Es que es muy raro conocer a alguien y partirle la cara de primeras (risas).
De todas formas, los papeles psicóticos te van muy bien, aunque en “El año de la garrapata” interpretabas a Morgan, un personaje más crápula que otra cosa. En este caso, te encuentras con ciertos seres que se asemejan a Morgan.
Efectivamente. En este caso, el personaje es el otro extremo. Morgan era un bala perdida, una persona que no quería comprometerse, mientras que Ángel Peláez es todo lo contrario; un tipo que quiere ser bueno y que busca tener una relación normal, pero que deja de ser una persona atractiva. Entonces, quizá por su paranoia de dejar de serlo, deja de ser atractivo. Claro, con todo esto… se encuentra con que su pareja también está en el mundo y que también puede enrollarse con el primero que se encuentra al tener que aguantar a una persona insoportable en su relación. Luego, al final, ella se da cuenta que esa otra persona no es tan interesante como ella creía. En realidad es un clavo que saca a otro clavo, ese tipo de relaciones-bisagra que sirven para quitarse de encima lo anterior para poder ser libre y hacer lo que le venga en gana.
Como el anuncio del detergente Colón que decía “busque, compare y si encuentra otro, cómprelo”.
Eso es (risas). O lo de “una mancha de mora, con otra verde se quita”.
Hace muy poco vi una noticia relacionada con las infidelidades en el trabajo. Remarcaba que cerca del 50% de los españoles había tenido una aventura en su entorno laboral. ¡Justo lo que sucede en la película cuando Reme se engancha del cocinero para el que trabaja!
Esa encuesta tenía que ser así: un 50% de los españoles tiene relaciones en su trabajo y el otro 50% miente (risas). Es muy viejo eso de que los hombres son más infieles que las mujeres, pero yo me pregunto si es que hay un par de chicas que se están poniendo las botas liándose con todos nosotros (risas). Es imposible que no sea así. Simplemente creo que es el hombre el que se jacta más de esas aventuras. Bueno, también puede ser que seamos más torpes y por ello nos terminan pillando siempre, pero se han tenido que liar con alguien. Así que repito: o hay unas tías muy golfas…
…que no hay ningún problema, por otro lado…
(Risas) Efectivamente. Tiene que haber unas tías muy golfas liándose con todos los tíos del país porque matemáticamente es imposible que sea tan aproximado al 50%.
¡Es la gran conspiración, Javier!
Creo también que es una gran trama mundial para decir que ellas no son.
¿Te leíste el libro de Carlos Cañeque sobre el que se basó la película?
La verdad es que no. Tampoco lo hablé con el director y ni me pasaron el libro, pero es que yo también pude haberme preocupado por ello, no sé. Oye, creo que eso me hace quedar muy mal (carcajada). Si fuese un actor concienzudo tendría que haberlo leído, pero debe ser que no soy un actor concienzudo. Es que estoy pensando una justificación para decirte pero no se me ocurre nada (risas).
Además lo estás empeorando…
(Risas) Sí, ¿verdad? Bueno podría decirte que [adopta un tono profundo de voz] no quería contaminar el personaje de la película… Mal por mí por no leérmelo.
¿Y después de haberte estudiado el guión?
No, tampoco. Ni antes ni después. Qué mal, ¿no? (Risas) Quiero pedir disculpas desde aquí a Carlos Cañeque por no habérmelo leído.
Entonces hablemos del guión. ¿Qué pensaste al verlo en un primer momento? ¿Sabías el personaje que ibas a ser?
Pues no tenía ni idea. De hecho, la historia de esta película es curiosa porque Mikel Aguirresarobe (el director) es mi vecino de enfrente y un día llamó a la puerta para dejarme una cosa para leer. Yo pensaba que era una derrama o algo así, pero no, era el guión. Fue una sorpresa grande que mi vecino me ofreciera un guión para hacer una película, entonces me lo leí con mucha curiosidad. Él me dijo que estaba basado en una novela que ganó un premio, así que me imaginé que iba a ser algo más sesudo. Esa idea cambió después de leerlo al darme cuenta que se trataba de una novela de humor muy peculiar y dramática. Me sorprendió encontrarme con ese personaje, ese celoso patológico que tiene dos caras: la parte cómica y la parte dramática. Es un tío muy obsesionado con varias cosas que terminan por derivarle en varios problemas. Es la parte menos cómica, pero es que en realidad el personaje no es muy cómico en sí.
El propio director no sabía explicar si era una película dramática con humor o si se trataba de una película de humor con un poso dramático.
Sí. En realidad, cuando Mikel me pasó el guión, me lo describió como una comedia, pero cuando lo leí vi que no era una comedia pura, sino una comedia con un toque de humor con un drama llevado al extremo. Después, al ver la película (y gracias también a la música), me di cuenta de que es una película con contrapuntos cómicos pero en la que se ve una historia de un hombre obsesivo metido en el mundo de los celos contado desde un punto de vista que a ratos es cómico pero que no termina de ser una comedia pura.
Hombre, perder un brazo no es algo que sea muy cómico…
Correcto, partiendo de eso, no es que sea muy gracioso (risas) y porque tampoco está tratado desde ahí.
¿La película empieza ya con el protagonista lisiado?
Sí. De hecho, el protagonista empieza tratando eso con un psicólogo, explicándole el problema que tiene desde que perdió el brazo y que todo parte de ahí. La película gira alrededor de ello y con el psicólogo (argentino, para variar), un personaje que aparece también en toda la película.
Hubiera sido interesante ver al personaje antes de ese problema…
No se ve, pero se habla de ello. Se intuye por todo lo que se dice, por lo que habla con su psicólogo y porque su mujer le recrimina que ya no es como antes, así que podemos imaginar como era esa persona antes del accidente. Lo que sucede es que le vemos en su momento de bajón, que es cuando empieza a caer en la locura. En el punto de inflexión de su caída.
Bajo tu punto de vista, ¿crees que el final acaba muy dramático?
No lo puedo decir, pero el final de la película es distinto al del final de la novela. No me la he leído, pero así es… creo (risas). La novela tiene un final dramático y la película acaba un poquito más amable o más tranquilo. Vaya, que no acaba todo en un baño de sangre y lágrimas, lo cual yo agradezco porque ir a ver una película para que te deje mal cuerpo al final no es agradable. La cosas en una película se cuentan de una manera, pero el hecho de que el protagonista muera o no, tampoco es muy importante. O se distrae al público o se distrae al crítico, pero creo que la historia es la misma. ¿Qué más da como acabe todo?
Bueno, por el título de “Muertos de amor” uno ya puede pensar en cómo puede terminar la historia, ¿no?
Efectivamente, con un título como el de “Muertos de amor” lo normal es que todos acaben como el rosario de la Aurora… pero esperemos que no sea así.
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