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Placeres compartidos: Santiago Auserón

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En la ciudad universal el pensamiento-ritmo enlaza con vibración mestiza sones que conviven sin miedo. La nave de la concordia no sabe de fronteras y salvapantallas para sugerir en la estela de Valéry que las calles cantan y los edificios cuentan leyendas, susurran melodías. Escuchar es la clave, atender lo que adivina el mapa de los sentidos. Santiago Auserón baraja textos en la función de la diversidad, acercándose a los mensajes del alma oceánica. De Leibniz a Deleuze, de Keats a Poe la palabra abre círculos concéntricos en el agua y descubre la magia de la espera-quimera. Valor de la paciencia, flor secreta de la sabiduría. Móvil quietud al hilo de María Zambrano. Cuando comenté con Santiago -en nuestras intensas conversaciones en el Madrid de Arturo Soria- los indicios descubiertos en Ruidos de Attali empezamos a intercambiar modelos de indagación en paralelo. Catherine François, en el eterno faro -ciudad infinita, caminos bajo el agua- enhebrando la magia de aquellos corazones automáticos en Disco Expres, donde curiosamente publiqué mi primer asomo de poema-canción, Brioso corcel. La Estatua del Jardín Botánico de Radio Futura, punto y aparte en el universo del songwriter en español, fue modelo y viaje para la fiesta de palabras en nuestros diálogos del Madrid-laberinto de pasiones. No dudé más adelante en incorporar el tema como sintonía de mi programa en Onda Madrid a propósito de las redes vinculantes música-memoria. Ciudad-espacio-ritmo… La palabra volaba del tam tam de las piscinas privadas al sueño itinerante. Porque somos fiesta, movilidad y pura zarabanda. No es nada extraño que lo andalusí se hermane con el espíritu trovadoresco, el ragtime con el flamenco y New Orleans con Madrid, Granada o -sigamos siendo río- con el ruido de fondo a orillas del Ebro. De Santiago hablé largo y tendido con Sánchez Hevia, Trapiello o Ignacio Gómez de Liaño cuando el maravilloso azar -léase destino- me otorgó el privilegio de escribir el documental que TVE dedicó a Llull y Giordano Bruno sobre las artes de la memoria. Ya había cruzado con Santiago reflexiones a cuenta de Italo Calvino y sus ciudades invisibles. En aquel apartamento de Arturo Soria se cocinaba el pensamiento de quien -con el tiempo- ha elaborado una sintaxis más allá de etiquetas para que se crucen lo exquisito y lo popular por vía del lenguaje de los sentidos. Se trata de dar ánima a los paisajes desalmados. Ánimo ánima. Tecnomundo de desahuciados robinsones en plazas de dura estructura pero evitando la balada del naufragio. Hay son y semilla, tradición y puente entre orillas. Que se mueva el cacao, como en la comedia musical de santiago con los oficios del amigo Vicenç Solsona, con quien coincidí en el proyecto de Lucrecia-Prohibido, escribiendo Estrella de mar con la autora cubana. Porque hay que dar vida a las palabras para que la dictadura de la mediocridad no eternice un sistema de cansinos privilegios. Abran paso caballeros, no pasen tanto el sombrero. Santiago apura su alter ego de Juan Perro para ir a lomos de la carreta de las huellas que nunca mienten. Cuba -para mi tan cercana por las aventuras de mis abuelos y mi reciente trabajo de autor con Jorge Vázquez, Mayelín, Lucrecia- las guitarras de Oriente, el danzón amable… Jazz, fábrica de tonadas y tal vez un sorbito de champagne en clave pop. Un saxo solitario que suspira por Brasil en una cava de Berlín. Abrir el retablo de las maravillas y superar lo claustrofóbico. Adiós al mundo de corta y pega y -como escribe Santiago en su luminoso ensayo El ritmo perdido- recatar el hilo de la memoria vinculante. Pasos de Compay, antología de sones porque algo en África nos llama. Tal vez un fado de Do Carmo por la Alfama, algún apunte de Ellington o gozando de la lluvia del porvenir con Juan Rulfo. Paseo por la Barcelona Universal con su concierto de castillos de arena al compás del Taller de Musics  y habla la orquesta por obra y magia de Enric Palomar entonando el canto del gallo o gritando No más lágrimas al amparo de los Cantares de Vela. Tenemos palabras con vela para salir a la mar. Somos -verdad, Santiago- barquitos peleones, un poco electroduendes fascinados por la bola de cristal. Para recorrer los mapas del corazón y escuchar las voces del deseo vuelvo al mambo, el ritmo eterno que todo lo mueve y remueve y que siempre invita a dar pasos hacia el futuro y escribo mi Fuente de Frenesí, donde mis sueños crecen sin miedo a perder. Mambo, bendito mambo también ritmo en la zarabanda multicolor de Auserón. Bailarinas como señales de luz en el teatro de la oscuridad. Porque la palabra ya no es consigna, vuela -como en aquellas tardes con Carlos Berlanga en Somosaguas- entre el disloque y el pensamiento-maravilla, cerca de la Panamá Connection, del siempre hospitalario y pionero Miguel Bosé. Sigue la palabra -vela de Auserón iluminando alamedas perdidas, dando voz a paisajes eléctricos porque -como escribo en Fuente del Frenesí- el tiempo corre pero aún se atreve a brindar cuando en la plaza nos saca el mambo a bailar. Ánimo ánima sí, hay geografías para las danzas húmedas. Redes del sonido nunca cárceles de cristal, sí bosques neuronales de la memoria para encender el pensamiento vinculante, el teatro simultáneo de la vida que aún tiene vida para vivir. Oxígeno y paisaje. Luz de risa y senderos rítmicos para la sabiduría compartida.

Escritor, periodista , compositor, guionista, autor multimedia. Director de audiovisuales para grandes muestras y creador de spots publicitarios, desarrolla una intensa actividad en conferencias, talleres y encuentros sobre lenguajes emocionales y comunicación.

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