Cuadernos

Ensayo por la juventud (V)

Por  | 

Capítulo 5: El fantasma de Freud.

De la situación cultural de los años sesenta, Bertalanffy criticó el hecho de que no se hubiese podido encontrar una imagen válida del hombre que conjugase todas las cuestiones planteadas a la Humanidad de su época. En su búsqueda de la imagen zoomórfica, identificó al hombre con la imagen de un robot, en Robots, Men and Minds: Psychology in the Modern World de 1967. Catorce años antes, Ludwig Wittgenstein, en sus Investigaciones filosóficas, empieza citando las Confesiones de Agustín de Hipona, como figura de la esencia del lenguaje humano. Luego, abandona la idea de que el lenguaje es una imagen, porque considera que ésta es una metáfora engañosa, puesto que la noción “hombre” puede darnos una imagen, pero también muchas cosas diferentes. Diferentes juegos del lenguaje. El significado es la manera de uso en un juego concreto. Y, aunque lo que define o da valor a las cosas no es su uso sino su sentido, Wittgenstein partiría de la proposición de que el valor es accidental. Por ello deberíamos pensar en el “hombre” no como una imagen u objeto físico, ya que estaríamos confundiendo una manera de hablar con otra. Contemplando que en la naturaleza prevalece la cooperación, la simbiosis y el comportamiento emergente, procesos propios de las redes de alimentación y de los círculos de interdependencia, cabe proponer un desarrollo sostenible o primitivo, equivalente al del Neolítico, con una tecnología apropiada y una ecología social. Porque la Humanidad no puede de ningún modo separarse o desentenderse de la naturaleza, ya que estará siempre hermanada con ella. Por ello, se habrá de fomentar una naturaleza ricamente orgánica y compleja, alejada de la tendencia inorgánica, aquella que emplea pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales, por el alto impacto que produce en el medio las concentraciones sintéticas de laboratorio, y de la desastrosa simplificación, como la que conforma la agricultura intensiva.

Más allá de los eslóganes simplistas y de los factores que han producido sociedades humana ecológicamente dañinas, habría que buscar los que podrían crear sociedades benéficas para el entorno. En adelante, las tecnologías por desarrollar, en lugar de ser antiecológicas, deberían de servir para embellecer a la biosfera y los biotopos. La Historia aporta enseñanzas para que progrese nuestro pensamiento, formas de pensar evolutivas y, en el peor de los casos, dialécticas. Se trata de cómo reconstruir a la sociedad para establecer unas relaciones armónicas entre el hombre y la naturaleza; de cuáles son los medios políticos, sociales y económicos para realizar esta reconstrucción; y por qué principios éticos se puede guiar. Lo importante es que la ecología social no le concede ningún lugar a la jerarquía, ni en la naturaleza, ni en la sociedad; decididamente, la ecología social desafía la función misma de jerarquía como principio estabilizador u ordenador en ambos dominios. La clave se encuentra en la coherencia necesaria para no irradiar pesimismo alguno sobre el medio ambiente. El porvenir ha de ser futurible. Incluso ante la tragedia de que la condición humana no consiga mejorar, al menos cabe esperar la ocasión de elegir entre una libertad utópica y una inmolación social. El “principio de esperanza” de Ernst Bloch es contrario al futurismo que, negando todo lo nuevo que no sea una extrapolación de la sociedad actual, anula lo futuro. Las ilusiones, las sugerencias, los pensamientos incompletos y los estímulos que nos alientan a pensar por nosotrxs mismxs son bienvenidxs. Más que de exponer análisis y recetas terminadas, ha llegado el momento de la fusión y de la reflexión ecológica, porque se requiere de enmiendas y de modificaciones, con la intención de estimular la diversidad de opiniones y evitar así quedar cegados de tanta claridad, de la simple y unitaria claridad propia de los programas ideológicos.

El naturalismo no se limita a observar y señalar aquellas técnicas que contribuyen al daño de la naturaleza, del hábitat y del espacio, a la polución de las aguas y del aire mismo. Ni a formular este hecho en términos de una crítica social de fondo que muestre que la técnica está pensada en un tipo ya viciado de racionalidad tecnocrática que considera el incremento de las utilidades a escala de la empresa como única meta, sin preocuparse por los efectos sociales del desarrollo económico. Este tipo de crítica racional de los medios, preocupada por un rendimiento basado en la maximización de las utilidades y minimización del costo y del tiempo, dejando de lado las consecuencias sobre los trabajadores, consumidores y sociedad en conjunto, pone, pues, entre paréntesis lo esencial, y deja libremente desplegar su lógica. Porque la ciencia de la naturaleza matemática es una técnica que permite efectuar inducciones de una capacidad productora, de una probabilidad, precisión, calculabilidad, que, paradójicamente, escapan de nuestro control, haciendo del todo relativa a la racionalidad de sus métodos y teorías. Presupone ya una disposición fundamental previa que en sí misma carece por completo de una racionalidad efectiva. Al haberse olvidado, en la temática científica, del mundo circundante intuitivo, del factor meramente subjetivo, se ha dejado también olvidado el sujeto mismo actuante, y el hombre de ciencia no se convierte en tema de reflexión. Es lo que en la conferencia de Viena de 1935, La filosofía en la crisis de la humanidad europea, Edmund Husserl llamó «la racionalidad de las pirámides». Otros la han llamado «racionalidad perversa», y otros «racionalidad de Locke», haciendo referencia a su obra de 1695 La racionalidad del cristianismo. Karl Marx también la estudió como parte de su crítica de la división capitalista del trabajo, para quien dicha división es la generadora de clases sociales.

Estas ideologías se constituyen en oposición a la manipulación y a la dominación tecnocráticas y a una imagen ideológica de la ciencia, a nombre de la cual se despoja de toda iniciativa a los individuos, porque es un secreto de los profesionales de la economía, burócratas del Estado, que son los que saben científicamente lo que conviene y lo que no conviene. A las masas se les pide la sumisión a la ciencia y, de paso, se les informa de que no hay nada mejor que la iniciativa y el emprendimiento. En un sentido freudiano, ningún “ismo” está libre de sus fantasmas, de aquellos sujetos que elaboran su realidad psíquica mediante fantasías y suelen actuar como detractores cuyas voces críticas y polarizadoras no sirven sino de obstáculo para el desarrollo del movimiento mismo, haciendo que toda la fuerza que posee la crítica de la manipulación y de la dominación tecnocráticas se vea reducida a extremos opuestos del tipo: la naturaleza y lo natural son saludables, y la técnica y lo artificial son perjudiciales. Entre estos fantasmas se encuentran, por ejemplo, aquellos antivacunas cuyo discurso sostiene que la viruela es preferible a la vacuna contra la enfermedad. Insistiendo en que si algo tiene valor es accidental, podríamos considerar que, aun necesaria para la vida tal y como la hemos conocido hasta ahora -aire, la comida y los fármacos-, la naturaleza no es propiamente buena ni mala; está organizada con base en unos principios que son perfectamente ajenos a nuestros intereses y a nuestros propósitos y, si bien es agradable amanecer con el cantar de las aves, es desagradable anochecer con una enfermedad, y ambas cosas son naturales. El fantasma que allí se expresa fue siempre propio del antinomismo: la naturaleza es la madre buena, totalmente sensible, y la técnica, la razón y la ciencia, en su conjunto, son el mal padre. El neurobiólogo vegetal Stefano Mancuso, obviando todos los daños que producen la técnica y el desarrollo de la industria, ha estudiado cómo los vegetales perciben todas las gradaciones de la luz, las vibraciones sonoras, las moléculas químicas, los cambios eléctricos, el campo magnético, el gradiente químico, la presencia de patógenos y, por tanto, se ha encontrado con la evidencia científica de que los vegetales sienten mucho más de lo que sentimos los animales. Además, las raíces producen y perciben sonidos, y un conjunto de raíces son muy similares a las redes sociales de, por ejemplo, internet.

En su estudio de 1997, Reciprocal transfer of carbon isotopes between ectomycorrhizal Betula papyrifera and Pseudotsuga menziesii, la ecóloga forestal canadiense Suzanne Simard probó que los árboles se comunican entre sí. En su investigación midió el flujo de compartición de los isótopos de carbono entre el abedul y el Abeto de Douglas. Lo hacen por medio de una simbiosis de ectomicoriza, una relación simbiótica que se da entre un simbionte (micobionte)* fungi y las raíces de diversas especies de plantas. Incorporando las observaciones formuladas por Simard, poco después, Leanne Felipe, de la Universidad de Vancouver, descubrió que en primavera y otoño, cuando el abedul se queda sin hojas pero la fotosíntesis del Abeto de Douglas prosigue porque no pierde sus agujas, el abeto alimenta al abedul, y que, a su vez, mas sólo en verano, cuando la fotosíntesis del abedul está en su punto álgido de frondosidad, es éste quien alimenta al abeto. Para con una investigación más reciente realizada en 2011, se aisló a un gran abeto del acceso al agua, y los abetos de alrededor le pasaron sus nutrientes durante años para que no muriera. Las plantas son organismos sociales tan sofisticados y evolucionados como nosotrxs. En un bosque denso, para que un árbol recién nacido adquiera cierta altura para poder hacer la fotosíntesis y ser autosuficiente han de pasar al menos diez o quince años durante los cuales será alimentado y cuidado por su familia. Así como las neuronas son las únicas células en los animales que producen y transmiten señales eléctricas, en las plantas, la mayor parte de las células de su cuerpo lo hacen, y en la punta de las raíces tienen muchísimas. Podríamos decir que toda la planta es cerebro.

*Un simbionte es un organismo que está asociado a otro en una simbiosis, y un micobionte es un hongo que entra a formar parte de un liquen.

Cineasta con siete largometrajes, casi una veintena de cortos e incontables participaciones en proyectos ajenos o/y colectivos a mis espaldas. Pintor que gusta en darse baños de color. Y escritor que preferiría ser ágrafo. Estoy preparándome para huir al margen del Estado, fuera del sistema. Me explico en "Dulce Leviatán": https://vimeo.com/user38204696/videos

Tienes que registrarte para comentar Login